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lunes, 7 de abril de 2014

A 14 años de la Intervención de La Legua: la realidad de los niños soldados

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Es jueves en la tarde y otra balacera comienza en la población Legua Emergencia. Un proyectil cae en el piso cerca del coche de un recién nacido y su madre pide ayuda en medio de los gritos. La calle está repleta de gente, es día de feria. La segunda bala ‘mata-paco’ traspasa tres muros y queda incrustada en la parte alta de la pared que da al comedor donde todos los días almuerzan 80 niños en edad preescolar.
“Menos mal que ese día los niños habían salido temprano, fue un tremendo susto, más que un enfrentamiento creo que fue una persona disparando. Lo preocupante es que los códigos están cambiando, no se dispara en lugares atestados de gente (…) Hoy ocurrió así, simplemente” comenta Nury Gajardo, directora de La Caleta, una ONG que decidió trabajar desde los sectores populares y que tiene un centro comunitario en el corazón de La Legua.
Dice que han pasado 14 años desde que el Ministerio del Interior intervino el sector y que la última balacera la sorprende porque fue a la luz del día a vista y paciencia de todos los vecinos, pero afirma que el paisaje cotidiano es precisamente ese: un lugar atestado de policías que vive en estado de sitio, donde muy poco se ha aportado para la visibilización de los niños y jóvenes del sector, entre ellos los llamados ‘niños soldados’ y las balaceras.
“Ellos cumplen un rol dentro del narcotráfico, pero no son narcotraficantes. Es importante que sepa que sus historias son muy crudas, muy dolorosas y que tienen que ver con mucho abandono (…) Creo que aquí juega un papel la cara más fea del modelo neoliberal, del modelo del consumo:Sobrevivir en un lugar donde te dicen que lo importante es que este bien vestido”, agrega Ñuñez, quién diariamente trabaja por encontrar espacios de participación y rehabilitación emocional para los jóvenes del sector.
Desde esa misma perspectiva el Fiscal Alex Cortez, de la Unidad Especializada Antinarcóticos y Crimen Organizado de la Fiscalía Metropolitana Sur, comenta que es común detener a menores de edad por delitos de narcotráfico, pero que los casos son parte de los delitos flagrantes derivados del microtráfico, pues su función en organizaciones criminales se limita al accionar dentro de las poblaciones. “Los menores actúan como soldados o vigías, transportando pequeñas cantidades de droga para ser entregadas, lo que se traduce en que sus detenciones aparezcan más relacionadas a delitos de baja intensidad y faltas como la de consumo del artículo 50 de ley 20000”, comenta.
El Fiscal de la unidad Antinarcóticos asegura además, que las bandas criminales captan a jóvenes y niños en situación de desamparo aprovechando que sus padres son alcohólicos, drogadictos o están privados de libertad. En esta situación, su única salida para ser respetados dentro de las poblaciones, es trabajar para organizaciones criminales. “Estas bandas son quienes que los proveen de armas para proteger un territorio o un mercado, son seducidos con dinero por sobre lo que pueden obtener sus pares dentro de las poblaciones, ropa de marca y por sobre todas las cosas, sentirse pertenecientes a un grupo, que los protege y los provee”, concluye.

La educación excluyente

La mayoría de los educadores consultados por El Dínamo, concuerda en que aún queda mucho por hacer y que esta realidad se extiende a otras poblaciones y comunas como El bosque, La Pintana y La Granja y muchas otros sectores que están tomados por los narcotraficantes. Pero que lo importante es determinar por qué, a 14 años de la intervención del gobierno en el sector, terminar con la violencia en La Legua aún es una tarea pendiente.
María Alejandra Benavides, Directora de la Escuela Su santidad Juan Pablo XXIII, en San Joaquín, considera que algunos proyectos escolares siguen siendo excluyentes. “El tema es mucho más profundo y es mucho más de fondo, el problema de La Legua es un síntoma de una enfermedad y hay proyectos educacionales que son excluyentes dentro de la misma Legua, como ocurre con Belén Educa”, dice.
Respecto al rol del Estado y la falta de proyectos educativos en la población agrega.“El gobierno anterior, realizó el lanzamiento de un informe que habla de cosas muy positivas que se hicieron acá en La Legua, pero eso no es más que las mismas políticas del ministerio. Aquí la deserción escolar se instala como un síntoma y poblaciones como esta se trasforman en gueto donde los niños se sienten validados si tienen la mejor ropa, la última tenida, el reloj más caro, el celular más caro. En la escuela, por ejemplo, para navidad no les damos regalos porque ellos ya tienen acceso a esas cosas mucho más rápido. Uno les dice que trabajen, que en un trabajo normal les van a pagar 240 mil pesos, pero esa suma, ellos se lo hacen vendiendo tres días en la esquina. Es una pelea diaria, pero lo hacemos con el ejemplo”, comenta.
En su caso, Eloísa Espinoza, directora de Belén Educa de San Joaquín, cree que la gran problemática de La Legua es también familiar. La escuela, en conjunto con una asistente social, trabaja con 302 familias de la zona y han podido detectar que parte del problema viene del hacinamiento y la falta de calidad de vida. “Acá hay muchas dificultades con la falta de salud mental, el tema de la violencia intrafamiliar, el contexto es violento en sí, hay mucho estrés donde cuesta encontrar soluciones a sus problemas, por ende hay que ver cómo se puede modificar la rutina. A la larga hay estrés y la familia como núcleo está enfrentada a no tener descanso reparador, ni salud mental. ¿Pero Cómo los ayudamos?”, se pregunta.

Los testimonios

Abuelas con cinco nietos que cuidar, familias monoparentales, jefas de hogar y las frases de los niños donde resuena el coa: “levantar la pesa” (pesar droga) “reventar la cuadra”, “poner cara” y “poner guata” (defender la zona de influencia) y ese conocimiento subjetivo donde para ellos es mejor un narcotraficante millonario que un profesional.  Esa, es parte de la realidad que sigue enquistada en La Legua, dicen quienes trabajan con los niños de la Legua Emergencia.
Carla Núñez, sicóloga de La Caleta, cuenta que los niños y jóvenes de la población han crecido con la intervención del Ministerio del Interior, lo que significó naturalizar un ambiente cargado de abuso policial y represión tesimonios que están recogiendo este año para el lanzamiento de un observatorio de sus historias.“Los chicos crecen viendo el uso y abuso de balas, armas, chalecos antibalas y todo el aparato represivo que significa desarrollar tu cotidiano frente a un escenario de ese tipo, lo que se conoce de un niño que trabaja con los narcos, es que como un soldado, o ‘presta guata’, como le dicen a defender el territorio, pero la jerarquía es mucho más amplia que eso, comienza trabajando desde muy chicos, hacen un ‘pololito’ que es que les pasen diez lucas, ellos se montan en su bici y llevan un paquetito desde una población hasta una estación de metro y los niños no tiene ni idea que llevan, aunque puedan imaginarse…”explica.
Para la sicóloga, todos estos pequeños eslabones de oficios para ‘los narcos’, permiten formar confianzas, lealtades y relaciones que llevan a estos niños a escalar en la jerarquía de las responsabilidades. “En el fondo es ganar más lucas, pero si lo pensamos bien,ellos pertenecen a territorios altamente excluidos, muy discriminados, lo que conlleva a que cuando van a buscar trabajo no les dan por ser del sector, sus posibilidades se ven limitadas, un ilícito, a veces, es la única fuente laboral también”, concluye.
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