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domingo, 28 de diciembre de 2014

Las cadenas del capitalismo

cadenas


“La araña a la hormiga, la hormiga a la mosca, la mosca al sapo, el sapo al hombre que estaba sentado cantando debajo del agua.
Cuando el hombre se puso a cantar, ¡Vino el poder y lo hizo callar!”

Nuestras heridas pozos petrolíferos
Nuestros tumores empresas norteamericanas
nuestras drogas: el miedo y los empréstitos
Nuestros héroes anticuerpos asesinados a mansalva
Enrique Lihn
Los seres humanos somos organismos delicadamente fáciles de pervertir. A diferencia de otros seres vivos padecemos de miedo y no de supervivencia; y tenemos la facultad de eliminarnos unos a otros sin mayor razón que el propio beneficio. El mercado, las leyes, la religión e incluso la ciencia tienen como base supuesta el bien común, sin embargo han terminado siendo las mayores formas de control y de esclavitud que se hayan conocido nunca. Todo junto, unido, enlazado, nos convierte en eslabones silenciosos de un candado chino. Esa fuerza profunda es la que nos ata y nos tiene arrastrando la roca negra de ser nosotros mismos.
1.- Cadena de oración / Araña
Hay una diferencia enorme entre el simple hecho de creer en algo a seguir como imbéciles los caminos trazados a pesar nuestro; no es lo mismo ofrecerse a una creencia de manera honesta -de una forma espiritual-  que dejarse llevar por la fanaticada negra de un apostolado ciego. Dios ha terminado siendo una moneda de cambio y la fe (esa palabra tan jugosa) no es otra cosa que una debilidad que, lejos de iluminar, enceguece. La religión en nuestros días ya ni siquiera sirve para llegar al cielo, a lo sumo sirve para que un cura o un pastor tengan una casa pagada con el ritmo de las convulsiones de sus adeptos. Y hasta los mismísimos ateos, con una creencia casi espontánea, a veces tiramos monedas a las piletas pensando en que quizá la suerte se haga cargo de lo que no puede la verdad o la justicia, porque vivimos en un mundo magro que no entrega retribuciones con las que alimentar el espíritu sino exiguas paletas de dulce que debemos merendar como si fueran un premio a la obediencia.

Cualquier creencia es una manera de comprender el mundo, eso lo sabemos. Podríamos decir que una religión es una manera de explicar lo inexplicable. Cuando eso ocurre hasta el mito más básico puede ser tan necesario como la vida misma, sin embargo, cuando la explicación a los problemas del mundo te empuja a que confíes con los ojos cerrados en un sistema que te mete la mano al bolsillo, la cosa se pone distinta. La iglesia católica, quizá la más vilipendiada, es reconocida no solo por el lujo sino también por el exceso. A veces no hay mucha diferencia entre la Lotería y la promesa de una vida eterna que se consigue comprando bonos y favores con pequeñas monedas que se van sumando en una cuenta corriente directa con el mismísimo dios. Demás está mencionar el Diezmo o las donaciones. Sobra decir el 1% de tu sueldo para entender que a veces a la fe se la trabaja como si fuera una franquicia.

Hoy en día la religión no tiene nada que ver con Dios o con el Diablo. Más se parece a la red tejida para que todas las líneas pasen por un punto en el que quedamos a tiro de ser vulnerables y absorbidos en un letargo espantoso. Las creencias están dibujadas por los medios de comunicación y por las empresas que nos dicen el momento exacto en el que tenemos que volver a creer. El Hogar de Cristo en la tele pidiendo plata es la antítesis de sus empleados pidiendo sueldos justos, mientras la misma tele se negó a mostrarlos un segundo en sus demandas. Porque pareciera que la gente prefiere no saber o, al menos, eso es lo que los medios quieren que pensemos. Y esto que parece un juego de palabras no es más que una parábola, casi devota, de lo que estamos viviendo hoy como sociedad. Es decir, las creencias son un ejercicio de emancipación que usan los poderosos para pedirnos algo muy superior al alma: el bolsillo, ya que jamás les ha importado la salvación o lo que sea, pero sonríen con una naturalidad divina cuando caemos en el juego de comprarles cruces, nichos en un cementerio o libros con la enseñanza de un mesías que andaba con chalas y con una profunda cara de desempleado.
2.- Filas, eslabones, hileras, cadenas humanas / Hormiga
Ayer un amigo me decía que en la Unidad Popular al menos las filas terminaban por darte algo, comida o lo que fuera, y ahora solo llegas hasta el final de ellas para pagar una deuda que adquiriste, precisamente, por comida o lo que fuera. Pienso en los bancos llenos de gente, personas metidas en la fila de Público General (no sé si hay segregación más desagradable que esa) y de inmediato me veo a mí mismo en un banco que no es “mi banco” o en una oficina de Servipag para dejarle el sueldo a los dueños de los servicios básicos. Pienso en las horas que uno gasta en romperse el lomo para terminar hacinado en una estación de Metro esperando a que pase un vagón con un espacio en el que depositar la poca humanidad que va quedando a las seis de la tarde en horario punta. Pienso en la larga lista de gente anónima que tiene la mala suerte de ser un vástago invisible en la fila de una cajera triste de supermercado.

Para los empresarios somos hormigas que caminan dentro de un hormiguero en el que pueden ver nuestra forma de organización y de vida. Nos ven andar con paso veloz y se sonríen cuando llevamos algo en la cabeza, una miga, un grano de azúcar. A veces, por jugar, nos apuntan con una lupa o una ley y esperan a ver cómo nos quemamos. Nos ordenan, porque el orden es lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos. Orden, rigor, quietud, obediencia, la misma que nos enseñan en el colegio cuando nos encaminan, obligan y catalogan por estatura y, luego, nos piden tomar distancia con el otro (qué metáfora más bella de lo que seremos luego, quietos y separados del otro). Orden y regulación, igualdad en el peor sentido de la palabra. Hormigas que no se salen jamás de la hilera porque el que se sale muere. El que se desordena no llega a fin de mes.
3.- Cadenas de farmacias, bancos, casas comerciales, supermercados / Mosca
Una persona enferma es un cliente. Una persona sin dinero es un cliente. Una persona con hambre es un cliente. Una persona con un sueño es un cliente. Una persona es siempre un cliente y no una persona.

Las cadenas crediticias lucran con nuestra inferioridad y nos degradan. Las tarjetas de crédito, para las empresas, valen más que nuestros hijos porque con ellas podemos tener hijos y viceversa. Podemos ser felices si es que somos rentables y si es que no somos rentables tenemos que buscar uno, dos, tres trabajos para poder tener crédito y así ser partes de una sociedad que no te reconoce si es que no tienes una afiliación comercial con alguien.

La educación se paga en cuotas igual que un televisor de 50 pulgadas, la diferencia es que la educación no es HD y se ve como la mierda. Pero la mierda es el caldo de cultivo de una sociedad perversa, consumista y religiosamente adictiva. Somos la cultura de la basura y la basura está llena de moscas y nosotros somos comidos por esas moscas enormes que se alimentan de nosotros que somos, insisto, nada más que la mierda en la que habitan. No es al revés, como creemos. No estamos metidos  en la mierda sino que, al contrario, quieren que seamos caca para animales que fecundan sus huevos en el excremento. Corta.

Si una mujer se enferma y no tiene efectivo puede pagar el tratamiento con la tarjeta del Líder. A nadie le llama la atención, por el contrario, la gente se alegra. Si alguien no tiene efectivo puede pedir plata en la caja del supermercado y eso es normal. Si el niño tiene hambre puedo pagar el chocolate con la tarjeta de la farmacia y si se pone gordo por comer chocolates puedo seguir con el círculo del consumo pagando la dieta con la misma tarjeta y esto es tan enrevesado que podría estar toda la página hablando de lo mismo.
4.- Cadenas de medios/ Sapo
Es común que uno se burle de las radios evangélicas porque son repetitivas y desde la ranchera hasta el HipHop dicen a cada rato el mismo mensaje. Sin embargo levantarse y ver la tele, escuchar la radio, abrir un sitio web de prensa o leer el diario es lo mismo, ya que todos repiten el mismo mensaje y nos adoctrinan de mala manera. Reiteran una y otra vez la dinámica de la publicidad; repiten y repiten la manera en que tenemos que comportarnos para llegar a ser mejores personas.

Te venden unas zapatillas y hay gente que piensa que si me las pongo voy a ser tan millonario como Alexis. La Delfina Guzmán que hace comerciales para las AFP´s; Benjamín Vicuña le hace campaña a París y no falta el “cuma” que piensa que si le hace caso y se compra una chaqueta de 50 lucas va a ser sexy y le van a aparecer antepasados racistas y con nombre de calle principal. Escuchamos por la radio un mensaje político y realmente creemos que ese mensaje no fue editado. Somos giles, pero como nadie nos ha dicho eso por los medios entonces no lo sabemos.

Estamos tan convencidos de que tenemos que hacer caso que ni siquiera cuestionamos nuestros propios actos. Nadie le cree a Don Francisco y todo el mundo dice que se queda con plata, sin embargo allá parte el imbécil, alegando y todo, a darle plata a la Teletón porque jura que la luca propia es justo la luca que no va al bolsillo de don Corleone. Lo mismo cuando el militante busca pega en los clasificados del Mercurio y alega por la falta de oportunidades mientras le regala plata al Mercurio, empresa que jamás contrataría a alguien como tú para un trabajo y menos aún buscaría empleados por los clasificados del Mercurio.

El caso es que si algo sale en la tele es cierto y si lo dice un periodista es cierto, igual de cierto como las verdades de Claudio Sánchez que las viejas todavía dan por ciertas; igual de ciertas que las portadas de La Segunda en dictadura; igual de ciertas que el concurso de radio o de televisión en el que hay que llamar cien veces para ganarse un sueldo por un año que jamás te ganas.

Las cadenas de medios están organizadas para mentir y construir el registro histórico que heredaremos, aún cuando sea mentira, aún cuando maten gente por la falsedad que ponen en ejercicio. Pero claro, como no ponen bombas en los cajeros nadie puede enjuiciarlas y como son la cara linda del poder nadie se atreve a contradecirlo porque cuando el poder entretiene es como el patrón generoso que después que te viola te da un besito en la frente y te deja cinco lucas bajo la almohada para pagar el aborto. No pienses siquiera en hacer algo al respecto: alguien te puede estar mirando y ya sabes que el castigo de ser observado es ser denunciado. O te conviertes en Meme o te conviertes en sospechoso de algo y nadie quiere ser expuesto ante el mundo con la capucha puesta o con la sentencia social de una cámara apuntándote a la cabeza.
5.- Cadena perpetua/ Hombre
El mito de Prometeo dice que una vez que entregó el fuego (conocimiento) a los hombres fue amarrado a una roca para que un buitre le hiciera chupete. Nosotros, en cambio, estamos al revés de Prometeo y nos amarran antes de que podamos dar cualquier cosa y, de antemano, estamos condenados a ser esta cosa rara que es como una mezcla perversa de mano de obra y de cliente. Es como decir que estamos condenados a trabajar para pagarnos el sueldo a nosotros mismos. El que hace zapatos tiene que saber pagar sus propios zapatos o aprender a caminar descalzo.

Hay quienes pensamos que la primera sentencia es nacer y la segunda es comer y la tercera es estudiar. Esas tres cosas te obligan a pertenecer a un sistema que no te quiere a menos que seas útil, por eso es que en este mundo capitalista la pertenencia es esclavitud. Ojo: la definición más básica de Esclavitud es [Persona] que, por estar bajo el dominio jurídico de otra, carece de libertad. Y en un mundo como el actual no podemos decir que esa definición no se parece mucho a la de Ciudadano o incluso persona. Tenemos Libertad, es cierto, pero una libertad harto triste y sin mayúscula. Estamos controlados, etiquetados, vencidos, reprimidos y engañados. No sé qué Libertad sea esa pero me parece, cuando menos, triste. Entonces cuando digo que estamos presos o esclavos de nuestra libertad es precisamente por eso, ya que, como dijo Becquer: Despertar es morir.

No me quiero ir de esta página con la sensación de haberles cagado el día. Solo espero que sepan que a menudo nos llenamos la boca con ejemplos de épocas en las que “era terrible la cosa” y ponemos el History Channel para vivir un poco más tranquilos ya que, como nuestra vida no viene en Blanco y negro pensamos que es más linda que la de los que nos antecedieron. Sin embargo, les digo, ni la inquisición fue tan perra con la población como lo es este sistema terrible en el que, hasta para pagar este ejemplar, si es que lo compraste a crédito, probablemente tuviste que endeudarte. Haz algo. Lo que sea. Pero no pases de largo.Keep Walking? Ni cagando!
*Artículo publicado en la edición N°157 de El Ciudadano
Arturo LedezmaEl Ciudadano

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