por Marcelo D. Cornejo Vilches
Primeros elementos para un análisis estratégico. Juventud y desempleo; caída del salario y crisis capitalista.
Aún resuenan aquellas palabras que
en una mañana de 1930 John Maynard Keynes pronunciara en la ciudad de
Madrid como conferencia titulada “Las posibilidades económicas de
nuestros nietos”. En ella sostuvo que progresivamente se iría
produciendo un “desempleo tecnológico”, es decir, “el desempleo debido
al descubrimiento de medios para economizar el uso de mano de obra a un
ritmo que supera el esfuerzo con el cual podemos encontrar nuevos usos
para dicha mano de obra”. Este tipo de desempleo fue situado por Keynes
en una jornada laboral máxima de 15 horas a la semana, meta que
terminaría por cumplirse hacia la tercera década del siglo XXI. En
términos interpretativos podemos sostener que tan brillante mente
(siempre fue un antimarxista convencido) se atreve a hacer suya la
visión meta-histórica de Marx en la transición hacia el comunismo. Sin
embargo, dado que Keynes nunca pudo superar las estrechas barreras de la
economía política burguesa, comete el error de suponer que su postulado
se cumpliría dentro de los márgenes del sistema capitalista.
Contrasta esta alegre interpretación con
algunas propuestas instaladas de lleno a menos de 20 años que se cumpla
el plazo dado por Keynes para que se haga realidad la jornada laboral
de 15 horas semanal. Tal acontecimiento ocurrió con la propuesta de los
Ministros del Trabajo de Europa denominada “Directiva de las 65 horas”,
aprobado por mayoría cualificada de los ministros de Trabajo del Consejo
Europeo el 10 de junio de 2008 mediante el cual se pretendía modificar
la Directiva de Tiempo de Trabajo de la Unión Europea y ampliar la
jornada laboral de 48 horas semanales, hasta 65. Si bien es cierto, el
Parlamento Europeo rechazo la iniciativa, sí se aceptó confirmar la
disposición legal de dejar al libre arbitrio entre trabajadores y
empresarios el aumento de la jornada de trabajo por sobre las 48 horas
semanales establecidas como máximo legal. Así, la semana de trabajo en
la Unión Europea debía seguir teniendo 48 horas como tope legal, pero en
virtud de acuerdos individuales se permitiría que empresario y
trabajador pudieran alargar la jornada hasta 60 horas semanales,
calculadas como media durante un periodo de tres meses, e incluso hasta
65 horas en algunos colectivos especiales. Esta medida, consagraría en
toda la Unión el opt-out británico, asimilado en los círculos europeos y
económicos a una presunta libertad de elección del trabajador. Por
consiguiente si hace 138 años la jornada laboral europea se situaba
entre las 65 y las 70 horas semanales, en la posmoderna Europa del año
2008 se pasó a las 65 horas de trabajo “libremente pactada” entre
empresario y trabajador, todo esto en el contexto caracterizado por
fuertes crecimientos en los resultados empresariales y de la economía
cuyos salarios reales apenas crecieron en 1,5%. Los datos anuales sobre
la evolución del tiempo de trabajo publicados por Eurofound destacan que
el aumento de la jornada laboral en la UE supera en 1,7 horas semanales
la media acordada en los convenios colectivos. El informe también
recoge datos sobre los días de vacaciones y festivos en 25 países de la
unión evidenciando las desigualdades que se producen entre ellos:
Finlandia es el país con un promedio de horas de trabajo semanal más
bajo 37.8, frente a Rumania con 41,3. La jornada laboral de los hombres
es también más larga que la de las mujeres en todos los países. En lo
referente a España la jornada laboral ha aumentado en 9 horas anuales
pasando de 1753 a 1762; los días de vacaciones están con 22 entre la
franja más baja. Estos son datos que precedieron a la crisis. Hoy la
realidad es muchísimo peor y deprimente para la clase proletaria
europea.
Similar tendencia se observó en Chile.
De acuerdo con la ENCLA 2008 en las empresas chilenas se trabajo en
promedio entre 5 y 6 días a la semana (5,4) y un poco menos de 45 horas
(44,8) semanales como jornada ordinaria. En el día, un poco más de 8
horas (8.3), con un descanso de alrededor de una hora para tomar la
colación y un tiempo reducido para hacer otras pausas durante la jornada
(6,8 minutos). En cifras también promedio, los trabajadores asalariados
trabajaron 4,2 horas extras a la semana, medida ligeramente superior a
la del año 2006.
En este marco cabe destacar las
principales observaciones contenidas en el informe de la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) -“Going for Growth
2013” (Apuesta por el Crecimiento 2013)- para las 34 economías que
integran la entidad. De acuerdo con este informe los países han
aumentado la brecha entre ricos y pobres en el primer mundo; mientras
que Chile, se sitúa como el país con mayor desigualdad en la
distribución del ingreso, donde el decil más rico gana 27 veces más que
el decil más pobre. Con respecto a los 27 países más desarrollados que
componen la OCDE, la brecha ha aumentado considerablemente, siendo el
Reino Unido el país que más acrecentó su diferencia en la distribución
de ingresos. La diferencia promedio entre el decil más rico y el decil
más pobre de dichos países es de nueve a uno, mientras que en la década
de los ochenta la diferencia era de siete a uno.
A contrapelo de lo sostenido por los
marxistas de academia, las leyes de desarrollo capitalistas no sean han
moderado, ni se han transmutado para adoptar una tendencia de progresiva
transfiguración del capitalismo hacia una era post moderna
caracterizada por una supuesta negación de las contradicciones
fundamentales del sistema capitalista. Muy por el contrario, la lucha de
clases se ha intensificado, la burguesía se ha radicalizado en sus
posiciones y, las leyes de desarrollo capitalista, se han desplegado con
ferocidad inaudita. De aquí que nuestra atención sea colocada en la
juventud proletaria desplegada en las cabezas de playa de los
principales sectores estratégicos de la cadena mundial de
producción-distribución de valor y valorización de capital. A escala
planetaria, la juventud proletaria tiene una tasa de desempleo que,
desde hace tiempo, es superior a la de los otros grupos de edad,
teniendo su mayor incremento anual en el año 2009 con un 12, 7%
correspondiente a 75,8 millones de jóvenes desempleados marcando el
mayor aumento anual en los 20 años de estadísticas disponibles a nivel
global, dato que debe correlacionarse con el hecho de que en la (OCDE),
el 12.6 por ciento de la población joven - que representa 22,3 millones
de personas - estaban inactivos. Este antecedente debe leerse ligando en
forma directa un dato estructural del capitalismo actual, y es que los
jóvenes representaron el 23,5 por ciento del total de trabajadores
pobres, en comparación con el 18,6 por ciento de los trabajadores no
pobres. Las tasas de desempleo juvenil son significativamente mayores
que las correspondientes a los adultos del mundo toda vez que si esta
era de 12,6% para los jóvenes, para los adultos se cifró en 4,8% (ambas
cifras para el año 2010).
Desagregando por regiones, la tasa de
desempleo juvenil total el año 2010 fue de 23,8 y 25,5 por ciento en
África del Norte y el Oriente Medio respectivamente. Cabe subrayar que
el desempleo de los jóvenes de sexo femenino en estas dos regiones fue
particularmente notable con 39,4 por ciento en el Oriente Medio y el
34,1 por ciento en África del Norte. A nivel mundial, las tasas de
participación de los jóvenes en la fuerza laboral han declinado. Debe
ponderarse lo anterior con el hecho constatado para el período 1998 a
2008, en que la tasa de actividad laboral juvenil pasó de 54,7 al 50,8
por ciento.
Empero, la juventud de los países de
economías desarrolladas no ven condiciones cualitativamente distinta a
la de sus pares del tercer mundo. De esta manera, las tasas del
desempleo juvenil siguieron empeorando desde la cota más alta alcanzada
el año 2009, más que cualquier otro momento desde el comienzo de la
medición el año 1991. Varios países de la Unión Europea vieron récord de
las tasas de los jóvenes sin empleo. Así, durante el año 2011 el 48,9
por ciento de los jóvenes de España se encontraban desempleado y el 45,1
por ciento de los jóvenes griegos se encontraron cesantes, mientras que
en noviembre de 2011 el número de jóvenes desempleados en el Reino
Unido alcanzó un récord de 1 millón de jóvenes. La región no sólo mostró
el incremento más grande, de lejos, en las tasas de desempleo juvenil
entre 2008 y 2010 (4,6 puntos porcentuales), sino también es una de sólo
tres regiones donde la tasa de desempleo juvenil siguió creciendo
durante el período 2009-10 (0,6 puntos de aumento porcentual en las
Economías Desarrolladas y la Unión Europea, 1,1 de aumento porcentual en
Asia Meridional y 0,2 de aumento porcentual en Oriente Medio). Los
hombres jóvenes se han visto más afectados que las mujeres jóvenes
durante el período de crisis en la región: la tasa de desempleo juvenil
masculina aumentó en 4,9 puntos porcentuales entre 1998 y 2008, en
comparación con 1,0 punto en las mujeres jóvenes.
A nivel mundial, la tasa de
participación de la fuerza laboral juvenil disminuyó de 49,4 por ciento
en 2009 a 48,8 por ciento, habiéndose producido las disminuciones
regionales más grandes en las Economías Desarrolladas, la Unión Europea y
en Asia Meridional. Esta cifra implica que la creciente frustración por
el desempleo y el subempleo ha impulsado una gran cohorte de jóvenes
desalentados a abandonar por completo el mercado de trabajo. Para muchos
jóvenes que sí lograron encontrar trabajo, el empleo encontrado es
menos que ideal. Aumentaron las tasas de empleo a tiempo parcial para
los jóvenes en todas las economías desarrolladas excepto Alemania y
Polonia entre 2007 y 2010. El aumento en el empleo a tiempo parcial
entre los jóvenes en países europeos desde el comienzo de la crisis
—entre 2007 y 2010, la tasa de empleo a tiempo parcial de los jóvenes
aumentó en 9,2 puntos en Islandia, 17,0 puntos en Irlanda, 10,5 puntos
en Luxemburgo, 10,1 puntos en Eslovenia, 8,8 puntos en España y 5,2 en
el Reino Unido— es un indicio suficiente para constatar que el empleo a
tiempo parcial de un mismo trabajador para múltiples empresarios está
siendo asumido como la única opción disponible para muchos hombres y
mujeres jóvenes. A finales de 2010, hasta la mitad de los trabajadores
jóvenes estaban en empleo a tiempo parcial en Canadá, Dinamarca, Países
Bajos y Noruega, mientras que en Australia, Islandia, Irlanda,
Eslovenia, Suecia y el Reino Unido, la proporción era de 1 de cada 3.
Esta naturaleza involuntaria del empleo a tiempo parcial se ve
confirmada aún más por el aumento de la tasa de subempleo por
insuficiencia de horas en muchos países a lo largo de la crisis
económica. Esta es una situación en la que una persona quisiera trabajar
más horas de las que actualmente está trabajando (por ejemplo, una
persona que está trabajando a tiempo parcial porque no pudo encontrar
trabajo a tiempo completo). En 2009, la tasa de subempleo juvenil fue
mayor que la tasa de adultos en todos los países de la Unión Europea
excepto Austria y Alemania. De hecho, si el desempleo juvenil se
examinara por sí solo, se podría erróneamente suponer que los jóvenes de
Asia Meridional y África Subsahariana, con tasas de desempleo juvenil
de "sólo" 9,9 y 12,5 por ciento en 2010, respectivamente, están mejor
que sus homólogos de las Economías Desarrolladas y la Unión Europea,
donde la tasa de desempleo juvenil fue de 17,9 por ciento.
En consecuencia, la alta relación
empleo-población entre los jóvenes de las regiones más pobres refleja el
hecho de que los pobres deben trabajar más para comer lo mismo. Pero
trabajar no significa tener un trabajo realizable como ser humano. Por
el contrario, la mayoría de los jóvenes de Asia Meridional y África
Subsahariana y otras regiones de bajos ingresos tratan de ganarse la
vida en cualquier trabajo que puedan encontrar, muy a menudo trabajando
muchas horas en condiciones precarias en la economía informal. Hay mucho
más jóvenes en todo el mundo que están atrapados en una situación de
trabajadores pobres que jóvenes que están sin trabajo y en busca de
trabajo. En las TME Juvenil 2010, la cifra mundial de trabajadores
jóvenes pobres, aquellos que trabajan pero viven en hogares donde el
nivel de gasto es inferior a US$1.25 al día, se sitúa en 152 millones.
Esta cifra representa el 28 por ciento de los trabajadores jóvenes del
mundo y algo más del doble del número mundial de jóvenes desempleados.
Al año 2012 el mundo proletario se
encuentra ante una dura realidad: uno de cada tres miembros de la fuerza
de trabajo está desempleado o es pobre. Es decir, de una fuerza de
trabajo de 3.300 millones de integrantes a nivel mundial, 200 millones
están desempleados, y otros 900 millones viven con su familia con
ingresos inferiores al umbral de pobreza de 2 dólares de los Estados
Unidos por día. De hecho, dado que estas estimaciones sobre la pobreza
no incluyen a los pobres de las economías desarrolladas, las cifras no
reflejan la verdadera magnitud del déficit de empleo. Por cuarto año
consecutivo, los niveles de desempleo en el mundo continuaron siendo
elevados en 2011 hubo más de 197 millones de desempleados en el mundo,
cifra que significo un aumento respecto del año precedente, e incluso es
superior en casi 27 millones a la de 2007. La cantidad de desempleados
en el mundo creció en 5,8 millones en 2008, para luego trepar
meteóricamente en más de 21 millones en 2009, un aumento de la tasa que
varió del 5,5 por ciento al 6,2 por ciento. El desempleo en el mundo
permanece sin cambios a una tasa de alrededor del 6 por ciento, a pesar
del rápido crecimiento económico del 5,1 por ciento en 2010 y del 4 por
ciento en 2011. La proyección en la tasa de desempleo en el mundo, añade
otros 3 millones de desempleados en el mundo, hasta alcanzar un total
de 200 millones en 2012. En este marco el desempleo en el mundo
aumentaría a 204 millones en 2012, y a 209 millones en 2013. La máxima
repercusión es constatable en la región de las economías desarrolladas y
la Unión Europea, que tendría unos 3 millones más de desempleados en
2012 y unos 4 millones adicionales en 2013. La tasa de desempleo de esta
región aumentó al 9 por ciento en 2012 y al 9,1 por ciento en 2013,
respecto de las proyecciones precedentes del 8,5 por ciento para 2012 y
del 8,4 por ciento para 2013. A su vez, las tres regiones asiáticas
acumularon 1,4 millones (casi el 2 por ciento) más de desempleados en
2013 que en la proyección de referencia. El desempleo mundial aumentó en
otros 2 millones en 2012 (5 millones más que lo previsto), y en otros 3
millones en 2013 (9 millones más que lo proyectado). El desempleo
mundial aumentó a 212 millones para 2014 y se mantendría elevado al
menos hasta 2016. En octubre de 2011, la OIT publicó nuevas estimaciones
de las cifras de trabajadores pobres, sobre la base de 60 encuestas
nacionales por hogares y un modelo de estimaciones econométricas
actualizado y mejorado.
Es menester en este punto destacar que
en el marco conceptual y metodológico la fuerza de trabajo de un país
equivale a la suma de personas con empleo y sin empleo. Para encontrarse
en el grupo de los desempleados, la persona no debe haber trabajado
(incluso por una hora) durante el período de referencia y debe haber
buscado empleo activamente y haber estado dispuesta a aceptarlo. Se
considera económicamente inactiva (es decir, fuera de la fuerza de
trabajo) a toda persona que ha decidido dejar de buscar trabajo porque
cree que no tiene posibilidades de encontrar uno, y por lo tanto, no
está incluida en el grupo de los desempleados. Esto también se aplica a
los jóvenes que optan por permanecer en el sistema de escolarización más
de lo que deseaban y esperan para buscar empleo debido a la falta de
oportunidades laborales. Si bien las tasas de participación han
disminuido en muchos países a medida que ha ido aumentando el
desaliento, es importante tener en cuenta que se prevé que la fuerza de
trabajo en el mundo crecerá en 400 millones durante la década que
comienza en 2012. Se calcula que las regiones de Oriente Medio, África
del Norte y África Subsahariana experimentarán el crecimiento más rápido
en la fuerza de trabajo. La cantidad de trabajadores en el mundo no
cesa de aumentar, aunque el ritmo del aumento se ha ralentizado en los
últimos años en la medida que importantes masas de trabajadores dejan de
buscar trabajo. Tras un crecimiento anual promedio en el empleo mundial
de 52 millones de trabajadores entre 2004 y 2007, el aumento del empleo
disminuyó abruptamente a una media de sólo 33 millones durante los años
de la crisis de 2008 a 2011. En 2008, se alcanzó una cifra récord de
sólo 14,2 millones, el nivel más bajo de crecimiento del empleo mundial
hasta ahora observado (considerando las estimaciones disponibles desde
1991). A la cantidad existente de trabajadores en el mundo se le
añadieron 38,1 millones en 2009, el año en el que la economía se
contrajo un 0,7 por ciento. A pesar de la repentina recuperación del
crecimiento económico mundial en 2010, a una tasa del 5,1 por ciento, la
cantidad de personas empleadas en el mundo aumentó en sólo 37,5
millones, aún muy por debajo de las proyecciones.
Sin embargo, el mundo en desarrollo no
es homogéneo: se observan grandes diferencias en los niveles de
productividad y las tasas de crecimiento entre las regiones en
desarrollo. El nivel de producción por trabajador en la región de
Oriente Medio fue del 53 por ciento del nivel correspondiente en la
región de las economías desarrolladas en 2011; no obstante, en Oriente
Medio se ha registrado un crecimiento de la productividad más lento que
en la región de las economías desarrolladas y, en consecuencia, la
relación ha disminuido con respecto al 64 por ciento de 1991. Las tres
regiones que presentan los siguientes niveles más altos de productividad
de la mano de obra: Europa Central y Sudoriental (no UE) y la CEI (con
una producción por trabajador equivalente al 35 por ciento del nivel
registrado en la región desarrollada en 2011), América Latina y el
Caribe (32 por ciento del nivel de productividad registrado en la región
desarrollada en 2011) y África del Norte (25 por ciento del nivel de
productividad registrado en la región desarrollada en 2011) han
vivenciando caídas en los niveles de productividad respecto de la región
de las economías desarrolladas y la Unión Europea durante el período
comprendido entre 1991 y 2011. Este es también el caso del África
Subsahariana, donde la producción por trabajador se mantuvo en sólo el 8
por ciento del nivel de las economías desarrolladas. Entre estas
regiones, en el período comprendido entre 2011 y 2016, la región de
Europa Central y Sudoriental (no UE) y la CEI es la única región en la
que se calcula una reducción en la brecha de productividad respecto de
la región de las economías desarrolladas y la Unión Europea, con un
aumento proyectado del 35 por ciento al 39 por ciento de los niveles de
productividad en las economías desarrolladas. Por otro lado, en las tres
regiones de Asia se observó un enorme crecimiento de la productividad y
se encuentran en un firme camino de convergencia con las economías
desarrolladas, a pesar de los muy bajos niveles iniciales de
productividad. Por lo tanto, en las regiones de Asia se registró toda la
equiparación lograda en los niveles de productividad entre las regiones
desarrolladas y en desarrollo entre 1991 y 2011. Ello se debió en gran
medida al crecimiento de la productividad en Asia Oriental, donde la
producción por trabajador se ubicó al 20 por ciento del nivel de las
economías desarrolladas en 2011, respecto de sólo el 6 por ciento en
1991. Se calcula que esta cifra subirá al 26 por ciento en 2016. La
cifra de Asia Meridional aumentó del 6 por ciento del nivel en las
economías desarrolladas en 1991 al 11 por ciento en 2011, y se prevé que
alcance el 13 por ciento en 2016. En Asia Sudoriental y el Pacífico, la
producción por trabajador fue del 14 por ciento del nivel de las
economías desarrolladas, lo que indica un aumento respecto del 10 por
ciento en 1991. Se calcula que el nivel aumentará levemente al 15 por
ciento en 2016.
Contrástese el antecedente previo con la
cantidad de fortunas individuales que se han acumulado durante el
período de crisis no puede ser descrito de forma más elocuente que la
divulgada por los medios especializados de la plaza. Por ejemplo, según
The Wall Street Journal el empresario Warren Buffett habría ganado US$
37 millones diarios durante 2013. De esta forma, el inversor, también
conocido como "el oráculo de Omaha”, a sus 73 años, tiene un patrimonio
de US$ 59.100 millones, lo que supone un aumento de US$ 12.700 millones
respecto al comienzo del año y, pese a estas cifras, quedó en el segundo
puesto en la lista de multimillonarios con mayor fortuna. Por su parte,
El Mercurio de Santiago en base a los datos de la agencia analista
Bloomberg, informa que Bill Gates, co-fundador de Microsoft, incrementó
su fortuna en US$ 15.800 millones durante 2013 hasta totalizar 78.500
millones gracias al fuerte aumento de las acciones de Microsoft (un 40%)
durante el año pasado. El mismo medio, comenta que los 300 hombres más
ricos del mundo sumaron US$ 524.000 millones extras a sus fortunas en
2013, que ahora totalizan 3,7 billones de dólares, según datos
compilados por Bloomberg. Carlos Slim, se ha beneficiado también de
fuertes aumentos en bolsa de sus inversiones en compañías, como Ecolab,
casinos Sheldon Adelson o Canadian National Railway Company,
incrementando su fortuna en US$ 14.400 millones sólo durante el año
2013. Slim, segundo hombre más rico del mundo, fue de los pocos de la
lista que registró un descenso de su riqueza (-1.400 millones de
dólares), lo que no debe suponerle un gran problema, ya que su fortuna
se calcula en 73.800 millones. El español Amancio Ortega, número tres de
la lista y fundador del imperio textil Inditex, vio cómo su fortuna
aumentaba en 8.900 millones de dólares hasta totalizar 66.400 millones.
Su hija, Sandra Ortega, aparece en el lugar 180, con una fortuna
valorada en 7.300 millones de dólares que se incrementó en 6.200
millones (un aumento del 550 %) tras el fallecimiento de su madre,
Rosario Mera, en agosto del año pasado. Después de Slim, el segundo
hombre más rico de Latinoamérica es el brasileño Jorge Paulo Lemann, que
ocupa el puesto 33 de la lista global y cuya riqueza aumentó un 21,6 %
(4.100 millones de dólares) durante el año pasado para alcanzar los
22.800 millones. Durante 2013, a través del fondo 3G y en asociación con
el famoso inversor Warren Buffet, Lemann se hizo con el fabricante de
salsas Heinz, después de que ya participa en Burger King e InBev, el
mayor productor mundial de cerveza. A continuación está el colombiano
Carlos Sarmiento (puesto 51), cuya fortuna se redujo en 1.300 millones
de dólares en el transcurso de 2013 para situarse en 16.700 millones. El
multimillonario que sufrió más pérdidas fue un latinoamericano: el
brasileño Eike Batista, quien perdió más de 12.000 millones de dólares
durante el año después de que OGX, la compañía petrolera que le llevó a
ser el hombre más rico de Brasil, se declaró en bancarrota en octubre.
Batista, que en marco de 2012 era la octava persona más rica del mundo,
tiene ahora un patrimonio negativo, según los cálculos de Bloomberg. A
su vez, el magnate chino Li Ka-Shing continúa siendo el hombre más rico
de Asia, con una fortuna calculada en 30.200 millones de dólares la que
aumentó en 1.600 millones durante el año pasado.
Los procesos de valorización de capital
se nutren del trabajo humano abstracto, no importando nacionalidad o
profesión. Téngase a la vista a muchos de los trabajadores del mundo que
se encuentran cesantes y sin protección social. De este modo, el número
de desempleados a nivel mundial alcanzo a aproximadamente 205 millones
de personas el año 2010 equivalente a 6,2% de la Fuerza de Trabajo
terrícola, cifra prácticamente invariable respecto del año anterior 2009
con 6,3% y 27,6 millones superior a la cifra registrada del año 2007,
cuando el desempleo alcanzo al 5,6 % de la Fuerza de Trabajo Mundial. El
nivel de desempleo mundial contrasta marcadamente con la recuperación
observada en varios indicadores macroeconómicos clave: PIB real mundial,
inversión bruta en capital fijo y comercio mundial, que en 2010 se
habían recuperado por encima de los valores previos a la crisis. No
obstante, el crecimiento de la productividad mundial de la mano de obra
pasó de ser negativo el año 2009, con una disminución del 1,4 por ciento
frente al crecimiento del 3,3 por ciento registrado en 2007 a 3,1 por
ciento alcanzado el año 2010. En consecuencia, el año 2012 el mundo se
encontró ante un grave problema de desempleo y déficits generalizados
del llamado por la OIT como "trabajo decente". Tras tres años de una
situación de crisis continua en los mercados de trabajo del mundo
–afirma OIT- , y ante la perspectiva de un mayor deterioro de la
actividad económica, hay un retraso en el empleo mundial equivalente a
200 millones de puestos de trabajo; un incremento de 27 millones desde
el inicio de la crisis. Además, se necesitarán más de 400 millones de
nuevos puestos para evitar otro aumento del desempleo. Por lo tanto,
para generar un crecimiento sostenible y al mismo tiempo mantener la
cohesión social –según OIT-, el mundo debe asumir la creación de 600
millones de puestos de trabajo productivos en el próximo decenio. Aún
así, quedarán 900 millones de trabajadores que viven con sus familias
con unos ingresos inferiores al umbral de pobreza de los 2 dólares de
los Estados Unidos por día, sobre todo en los países en desarrollo.
A escala mundial, los salarios medios
han crecido, aunque a un ritmo menor que antes de la crisis. En las
economías desarrolladas, la crisis ha llevado a una «doble caída» de los
salarios: los salarios medios reales disminuyeron en 2008 y de nuevo en
2011, y el panorama actual indica que, en muchos de estos países, al
año 2012 registra un crecimiento nulo o muy escaso de los salarios. En
las regiones emergentes, el crecimiento salarial ha sido, por lo
general, más firme, con un crecimiento fuerte en Asia, y más modesto en
África, América Latina y el Caribe. En Europa Oriental y Asia Central la
crisis condujo el año 2009 a una caída de los salarios. Se estima que,
entre los años 2000 y 2011, el promedio de los salarios mensuales reales
prácticamente se duplicó en Asia, aumentando un 18 por ciento en
África, un 15 por ciento en América Latina y el Caribe y un 5 por ciento
en las economías desarrolladas. En Europa Oriental y Asia Central los
salarios casi se multiplicaron por tres, pero partiendo de una base muy
baja tras el hundimiento de la economía registrado en el decenio de
1990. La caída de la participación de los salarios en el producto en
China, sugiere que el crecimiento de los salarios fue menor que el
aumento de la productividad laboral en China. En principio, el
crecimiento del producto subestima el crecimiento de la productividad
laboral de los empleados asalariados en los sectores industriales más
productivos y dinámicos. Entre los países del Este Asiático se registró
relativamente poco crecimiento económico, por ejemplo, en Tailandia.
También en el Sur de Asia, los salarios promedio reales se estancaron en
la década anterior a la crisis. En India, las tendencias de los
salarios resultan poco claras. Las fuentes oficiales de datos sobre el
crecimiento salarial en India son la Encuesta Anual de Industrias de la
Oficina Central de Estadística y el índice del salario real publicado
por la Oficina de Trabajo. Ambas fuentes indican que los salarios reales
declinaron en la mayoría de los años recientes, comprimiendo el poder
adquisitivo de los asalariados. Esto explicaría muchas de las
preocupaciones expresadas por los trabajadores en India acerca de
rápidas alzas de precios, particularmente en el precio de los alimentos.
Por su parte, las estimaciones sobre la participación de trabajadores
asalariados que viven por debajo de las líneas de pobreza
internacionales de 1,25 dólares de los Estados Unidos y 2 dólares de los
Estados Unidos para 32 países en desarrollo indican que de un número
total de aproximadamente 209 millones de asalariados que trabajaron en
estos países en desarrollo en diferentes momentos del período 1997 a
2006, cerca de 23 millones ganaban menos de 1,25 dólares de los Estados
Unidos por día y 64 millones ganaban menos de 2 dólares de los Estados
Unidos por día. Por ejemplo, la OCDE ha observado que durante el período
de 1990 al 2009 la participación de la compensación laboral en el
ingreso nacional declinó en 26 de 30 economías avanzadas para los cuales
existen datos disponibles, calculando que la mediana de la
participación del trabajo en el ingreso nacional de estos países
disminuyó considerablemente de 66,1 por ciento a 61,7 por ciento. Es la
profundización de una tendencia general expresada en el promedio simple
de la participación del trabajo de 16 países desarrollados para los
cuales existen datos disponibles declinando desde alrededor de 75 por
ciento del ingreso nacional a mediados de la década de 1970 hasta
alrededor de 65 por ciento en los años inmediatamente anteriores a la
crisis económica y financiera. Además, el promedio de la participación
del trabajo también declinó en un grupo de 16 economías en desarrollo y
emergentes, desde alrededor de 62 por ciento del PIB a inicios de los
años 1990 hasta 58 por ciento inmediatamente antes de la crisis. Incluso
en China, donde los salarios a groso modo se triplicaron en la última
década, el PIB aumentó a una tasa más acelerada que la masa salarial
total y, por lo tanto, se redujo la participación de los salarios en la
producción mundial de valor. Los datos disponibles para China, Kenia,
República de Corea, México y Turquía indican que la declinación salarial
en este grupo de países comenzó antes de la década de 1980. El
Instituto Internacional de Estudios Laborales calculó, por ejemplo, que
en las diez economías desarrolladas para las cuales existen datos
disponibles, la participación de los salarios se redujo en 12 puntos
porcentuales para los trabajadores poco calificados entre inicios de la
década de 1980 y 2005, mientras que aumentó en 7 puntos porcentuales
para los trabajadores altamente calificados. Similarmente, el FMI
encontró que entre 1980 y 2005 la participación de los salarios en el
PIB por parte de los trabajadores no calificados disminuyó en Estados
Unidos, Japón y Europa (en 15 por ciento, 15 por ciento y 10 por ciento
respectivamente), pero aumentó para los trabajadores calificados con educación
hasta terciaria y superior (en 7 por ciento, 2 por ciento y 8 por
ciento respectivamente). Más recientemente, la OCDE encontró que en los
13 países, para los cuales existen datos disponibles, se redujo la
participación de los salarios promedio de trabajadores con bajos niveles
de educación. La participación del
capital en el PIB, en forma de utilidades, mide la participación del
excedente bruto de explotación de las corporaciones como porcentaje del
PIB. De acuerdo con la OIT/IIEL cuando la participación total del
capital se desagrega por tipo de corporación, el crecimiento de la
participación del capital ha sido más rápido en el sector financiero que
para las corporaciones no-financieras. Además, en las economías
avanzadas, las utilidades de las corporaciones no-financieras se han
asignado crecientemente para pagar dividendos, lo cual representó 35 por
ciento de las utilidades en 2007 y aumentó la presión sobre las
empresas para reducir la participación del valor agregado asignado a la
retribución de los trabajadores. Al examinar un conjunto de cuatro
economías desarrolladas (Francia, Alemania, Reino Unido y Estados
Unidos), Husson encontró que durante el período 1987-2008 una gran parte
del mayor excedente de las corporaciones se utilizó para aumentar los
dividendos pagados a los accionistas. Husson calculó que en Francia los
dividendos totales aumentaron de 4 por ciento del costo total de los
salarios a inicios de los años ’80 hasta 13 por ciento en 2008. Por su
parte, en el Reino Unido aumentaron ambas participaciones, el pago de
dividendos y la compensación laboral, de manera que los dividendos más
elevados se realizaron a costas de reducir las ganancias retenidas. En
Estados Unidos, tres cuartos del aumento en excedentes brutos de
explotación se asignó al pago de dividendos. Dada la mayor concentración
de ingresos mediante el capital más que el trabajo, los altos
dividendos han contribuido a una mayor desigualdad general en la llamada
distribución de los ingreso. En definitiva, aun cuando una expansión
del empleo de baja calificación en principio aumentara los salarios de
los trabajadores poco calificados, resulta que tales trabajadores han
sido crecientemente desplazados por trabajadores sobre-calificados con
niveles de educación intermedia.
Pero también se observa una
particularidad especialmente en los países de habla inglesa, donde los
salarios y las remuneraciones (incluyendo bonificaciones y opciones de
compra de acciones) de altos ejecutivos, cohabitan con los propietarios
del capital en la cima de la jerarquía de los ingresos. Entre los 900
millones de trabajadores pobres, en el mundo hay unos 456 millones de
trabajadores que viven en situación de pobreza extrema en el año 2011,
con unos ingresos inferiores al umbral de 1,25 dólares de los Estados
Unidos por día; una reducción de 233 millones desde el año 2000, y una
caída de 38 millones desde 2007. Sin embargo, este total mundial está
sumamente influido por la drástica reducción del número de trabajadores
en situación de pobreza extrema en la región de Asia Oriental. En esta
zona, debido al rápido crecimiento económico y la reducción de la
pobreza en China, el número de trabajadores pobres se redujo en 158
millones desde 2000, y en 24 millones desde 2007. Una proyección de las
tendencias anteriores a la crisis (2002 a 2007), afirma OIT, revela 50
millones más de trabajadores pobres en 2011 con respecto a lo que
predecían las tendencias anteriores a la crisis. Del mismo modo, se
estima que en 2011 hay 55 millones más de trabajadores que viven con su
familia con unos ingresos diarios inferiores al umbral de 2 dólares de
los Estados Unidos al día, en comparación con lo previsto. A juicio de
OIT, dados estos problemas en el mercado de trabajo, el panorama de
creación de empleo en el mundo ha ido empeorando. La proyección de
referencia no presenta cambios en la tasa de desempleo mundial entre el
presente y el año 2016, situándose en el 6 por ciento de la fuerza de
trabajo mundial. Ello añadiría otros 3 millones de desempleados en el
mundo en el año 2012, o un total de 200 millones, hasta alcanzar los 206
millones en 2016. Si el riesgo de desaceleración se materializa y el
crecimiento mundial cae por debajo del 2 por ciento, el total mundial de
desempleados aumentaría más velozmente hasta superar los 204 millones
el año 2012, hasta llegar a los 209 millones el año 2013. Lo anterior no
cambiaría mucho si existiese un escenario más benigno, con una rápida
solución a la crisis de la deuda en la eurozona, pues, al total de
desempleados habría que restar sólo 1 millón de personas el año 2012, y
otros 1,7 millones en 2013. Aún así, ello no bastaría para alterar
significativamente la trayectoria de la tasa de desempleo mundial, que
se prevé seguirá oscilando entre un 6 y 10 por ciento. Ahora bien, si
todos los trabajadores potenciales estuvieran disponibles para trabajar y
buscaran empleo, el número de desempleados superaría los 225 millones
de personas, alcanzando la tasa del 6,9 por ciento, en comparación con
la tasa actual del 6 por ciento. Al déficit de fuentes de trabajo
calculado en aproximadamente 50 millones de empleos cabe agregar los 80
millones de personas que se calcula entraron en el mercado laboral
durante el período 2009-2012. Este antecedente recalca el carácter
informal del empleo generado que se sitúa en más del 40 por ciento en
dos tercios de los países emergentes y en desarrollo para los cuales se
dispone de datos. De aquí que en 57 de los 106 países, el Índice de
Descontento Social, construido por la OIT aumentó en el año 2011 en
comparación con el año 2010. En Europa, Oriente Medio, África del Norte y
África Subsahariana se registraron los índices más altos de riesgo de
descontento social. En muchos países de la región de las economías
desarrolladas y la Unión Europea, las tasas de participación han bajado;
a ello se debe que haya 6 millones menos de personas en la fuerza de
trabajo, en comparación las tendencias anteriores a la crisis. Si se
añade esta cohorte a los desempleados, la tasa de desempleados de la
región pasaría del 8,5 por ciento al 9,6 por ciento. A escala mundial,
la relación empleo-población cayó en picado durante la crisis, pasando
del 61,2 por ciento en 2007 al 60,2 por ciento en 2010. Los mayores
niveles de desempleo están vinculados con un mayor número de
trabajadores en situación de empleo vulnerable. De esta manera, el año
2009 había 1.530 millones de trabajadores con empleos precarios, cifra
que corresponde a una tasa mundial de empleo vulnerable del 50,1 por
ciento. Esto mismo, hace que la incidencia del empleo vulnerable se
mantenga más o menos estable entre los años 2008 y 2009. Como
consecuencia, la tasa de trabajadores pobres en el nivel extremo de 1,25
dólares de los Estados Unidos estimada para 2009 era del 20,7 por
ciento, 1,6 puntos porcentuales por encima de la tasa prevista sobre la
base de la tendencia anterior a la crisis. Esta estimación equivale a
alrededor de 40 millones de trabajadores pobres adicionales que viven
diariamente con 1,25 dólares de los Estados Unidos. Se calcula que la
proporción de trabajadores que viven con sus familias por debajo de la
línea de pobreza cifrada en 2 dólares de los Estados Unidos al día está
en torno al 39 por ciento de la Fuerza de Trabajo Mundial, es decir,
1.200 millones de trabajadores. Tras la contracción sufrida en 2009, en
el año 2010 la economía mundial creció a un ritmo acelerado de un 4,8
por ciento prosiguiendo su tendencia el año 2011, aunque a un ritmo más
moderado (4,2 por ciento). El año 2011 se calculó una tasa de desempleo
mundial del 6,1 por ciento, a saber, 203.3 millones de personas
desempleadas en el mundo entero. El 55 por ciento del aumento total del
desempleo mundial entre 2007 y 2010 se produjo en la región de las
economías desarrolladas y la Unión Europea, que sólo representa el 15
por ciento de la fuerza de trabajo del mundo. En estas zonas se observó
además que el empleo en la industria disminuyó en alrededor de 9,5
millones de personas entre 2007 y 2009, sumando 15 millones de
desempleados más que en 2007. Y nuevamente reiteramos que a nivel
mundial, se estima en 1.520 millones el número de trabajadores en
situación de vulnerabilidad en el empleo en 2011, un incremento de 136
millones desde 2000, y de casi 23 millones desde 2009. En la región de
Asia Oriental el número de trabajadores en situación de empleo
vulnerable se ha reducido en 40 millones desde 2007, en comparación con
los incrementos de 22 millones en el África Subsahariana, 12 millones en
Asia Meridional, casi 6 millones en Asia Sudoriental y el Pacífico, 5
millones en América Latina y el Caribe, y más de 1 millón en Oriente
Medio. La proporción de mujeres en situación de vulnerabilidad laboral
es del 50,5 por ciento, y excede a la de los hombres (48,2 por ciento).
Las mujeres tienen muchísimas más probabilidades de encontrarse en esa
situación que los hombres en África del Norte (55 por ciento y 32 por
ciento, respectivamente), Oriente Medio (42 por ciento y 27 por ciento,
respectivamente) y el África Subsahariana (casi el 85 por ciento y el 70
por ciento, respectivamente) todo esto mientras transcurre
apaciblemente una tendencia universal: hasta el 90 por ciento del gasto
público adicional mundial se ha destinado al rescate de bancos y su
industria financiera. En tal sentido, la OIT estima que es preciso
robustecer los incentivos para que la recuperación de la inversión sea
más rápida – aumentándola en otros 2 puntos porcentuales del PIB
mundial, o en 1.200 millardos de dólares de los Estados Unidos en todo
el mundo – a fin de colmar por completo la brecha de empleo abierta por
la crisis. En el mundo, casi 27 millones de personas empezaron a buscar
trabajo, sumándose al ya elevado número de 171 millones de desempleados
que había antes de la crisis; está previsto que esta brecha vaya
ensanchándose a medida que más gente se sume a la búsqueda de un empleo
productivo. El crecimiento económico mundial se ha desacelerado
drásticamente: en comparación con el 5,1 por ciento del año 2010, el año
2011 cayó al 4 por ciento, y se prevé que a mediano plazo haya una
desaceleración mayor. En parte, ello guarda relación con el todavía
mediocre crecimiento en las economías avanzadas. Habida cuenta de la
necesidad de que la economía mundial absorba un promedio de 40 millones
de nuevos integrantes del mercado de trabajo al año, incluso una
desaceleración leve de la actividad económica mundial de 0,2 puntos
porcentuales equivaldría, por lo tanto, a un aumento de 1,7 millones de
desempleados para 2013.
Si se correlaciona Composición Orgánica
del Capital como aumento de productividad con un PIB en crecimiento
acelerado por sobre el empleo constatamos que la mayoría de los países
registraron tasas de crecimiento económico que promediaron 5 por ciento o
más en los años 1999-2007, acompañado en el sub-período de 2002 a 2007
por un crecimiento promedio anual del empleo de 1,2 por ciento en Asia
del Este, 1,8 por ciento al año en el Sudeste Asiático y el Pacífico y
2,2 por ciento en el Sur de Asia. Desde el decenio de 1980, la mayoría
de los países han experimentado una tendencia a la baja de la
participación de salarios en el PIB, lo que, para la economía política
burguesa significa que se ha destinado una proporción menor de la renta
anual a la remuneración de la mano de obra y una proporción mayor a las
rentas procedentes del capital. Esta situación se ha dado sobre todo en
los países que han registrado un estancamiento de los salarios, pero
también en aquellos en que los salarios reales han sufrido un fuerte
aumento. A nivel mundial, el crecimiento de los salarios promedio reales
se ha mantenido muy por debajo de los niveles anteriores a la crisis,
con especial énfasis en las economías desarrolladas, aun cuando continúa
significativo en las economías emergentes. Los salarios promedio
mensuales ajustados por inflación, conocidos como salarios promedio
reales, crecieron 1,2 por ciento a nivel mundial el año 2011, por debajo
del 2,1 por ciento alcanzado el año 2010 y 3 por ciento el año 2007. En
este marco, China ejerce un gran peso en el cálculo mundial, debido al
fuerte desempeño económico. Al omitir China, los salarios promedio
reales a nivel mundial crecieron solo 0,2 por ciento el año 2011, menos
del 1,3 por ciento alcanzado el año 2010 y 2,3 por ciento el año 2007.
En Filipinas, un trabajador en el sector manufacturero llevaba a su casa
alrededor de 1,40 dólares de los Estados Unidos por cada hora
trabajada. En cambio, en Brasil, la remuneración directa por hora en ese
mismo sector era de 5,40 dólares de los Estados Unidos mientras que en
Grecia era de 13,00 dólares de los Estados Unidos, 23,30 dólares de los
Estados Unidos en Estados Unidos y 34,80 dólares de los Estados Unidos
en Dinamarca (tasas de cambio de 2010). Sin perjuicio de lo anterior,
entre 1999 y 2011 la productividad laboral promedio en las economías
desarrolladas aumentó el doble que los salarios promedio. En Estados
Unidos la productividad laboral real por hora en el sector empresarial
no agrícola aumentó 85 por ciento desde 1980, mientras que la
remuneración real por hora aumentó solo 35 por ciento. En Alemania la
productividad laboral se expandió en cerca de un cuarto durante las dos
últimas décadas, mientras que los salarios reales mensuales se
mantuvieron sin cambio. Cabe destacar que en las economías grandes,
inclusive Estados Unidos, Alemania y Japón, han visto rezagado el
crecimiento de los salarios en relación al aumento en la productividad
de modo que en las economías desarrolladas en su conjunto la
productividad laboral promedio ha sobrepasado el crecimiento de los
salarios promedio reales. Sobre la base de los datos de 36 países, desde
1999 la productividad laboral promedio aumentó en más de dos veces los
salarios promedio en las economías desarrolladas. Se trata de la mayor
caída registrada desde 1991. Pero cabe destacar una tendencia sumamente
relevante que viene a reafirmar la tesis sobre el ensamblamiento
completo y total de la cadena mundial de valorización y de la
homogenización de la ley del valor a nivel planetario, y es que en los
dos últimos decenios, la disparidad de la productividad de la mano de
obra entre el mundo desarrollado y el mundo en desarrollo se ha reducido
considerando para ello que, en la situación precedente, la producción
por trabajador en la región de las economías desarrolladas y la Unión
Europea el año 2011 fue de 72.900 dólares de los Estados Unidos, en
comparación con la media de 13.600 dólares de los Estados Unidos en las
regiones en desarrollo. Ello significa que, ajustado en función de las
diferencias de los precios entre países, el trabajador medio de un país
en desarrollo produce menos de una quinta parte de lo que produce un
trabajador medio en un país desarrollado. A este respecto es necesario
destacar que en el período previo a la crisis eran tan abismante las
diferencias de productividad que ni siquiera era posible comparar las
productividades de los trabajadores de los países desarrollados y de los
países en desarrollo. No obstante, toda la recuperación de los niveles
de productividad de la mano de obra entre el mundo en desarrollo y el
mundo desarrollado entre 1991 y 2011 correspondió a las tres regiones de
Asia, mientras que otras regiones se quedaron a la zaga. El crecimiento
de la productividad es relativamente débil en gran parte del mundo en
desarrollo fuera de Asia. Pese a observarse un cambio de rumbo cíclico
en la productividad durante la recuperación de 2010, las tasas de
inversión continúan estando por debajo de los niveles anteriores a la
crisis en la mayoría de los países desarrollados y Europa, a excepción
de Alemania, Canadá, Italia y Suecia, donde la proporción de inversiones
excedió la registrada un año antes. Esto puede explicarse en parte por
las condiciones financieras de las empresas, toda vez que las grandes
firmas han acumulado suficiente flujo de caja libre para permitirse
poner en marcha sus programas de inversión con rapidez. Esto hizo que
entre 2008 y 2011, el empleo industrial descendiera 0,8 puntos
porcentuales, y durante el período siguiente a 2000 la proporción de
empleo en la industria apenas registrara un pequeño aumento de 0,7
puntos porcentuales.
Por otro lado, la mayoría de los nuevos
puestos de trabajo en América Latina y el Caribe siguieron creándose en
el sector de los servicios, sector en que se han acumulado grandes masas
de dinero que no se han convertido en capital y que conlleva a un
estancamiento de la COC. Entre 2000 y 2011, la proporción de empleos en
este sector con respecto al empleo total aumentó en 3,6 puntos
porcentuales, alcanzando el 62 por ciento en 2011. Se trata de la
proporción más alta de todas las regiones, a excepción de las economías
desarrolladas y la Unión Europea. Pese a que en América Latina y el
Caribe la proporción de empleo industrial es similar a la de las
economías desarrolladas y la Unión Europea, la producción por trabajador
no llega siquiera a la tercera parte de la de las economías
desarrolladas. Ello no sólo se debe a una proporción mucho mayor de
empleo en la agricultura, sino también a niveles de productividad
promedio inferiores en el sector de los servicios. También se observan
importantes diferencias en los niveles de productividad y en las tasas
de crecimiento dentro de la región; así pues, el nivel de productividad
del Brasil es bastante menor que el de otras grandes economías, como la
Argentina y Venezuela, mientras que en algunos países del Caribe los
niveles son sustancialmente bajos.
Son estas las disparidades a que apunta
la estandarización e igualación mundial de la ley del valor. Son estas
condiciones políticas, culturales, institucionales y materiales las que
son objeto de transformaciones históricas a nivel mundial (mediante
guerras, convulsiones, crisis, enfrentamientos, insurrecciones,
revoluciones, rebeliones, estallidos sociales, etc). La tendencia
mundial ha resultado en un cambio en la distribución del ingreso
nacional, con una menor participación de los trabajadores, mientras que
la participación del capital en la renta aumenta en una mayoría de
países. Incluso en China, un país donde los salarios a grosso modo se
triplicaron durante la última década, el PIB aumentó a una tasa mayor
que la masa salarial total; por tanto, la participación de los salarios
disminuyó en el PIB pese a que se registró un mayor crecimiento
económico. La caída en la participación de los salarios es atribuida al
mayor avance tecnológico, la globalización del comercio, la expansión de
los mercados financieros y la declinación en densidad sindical, lo cual
ha erosionado el poder de negociación de los trabajadores. Según la
economía política burguesa la globalización financiera, con la
existencia de grandes excedentes en cuenta corriente sugiere la
existencia de espacio para vincular más directamente los aumentos de la
productividad y los salarios como medio para estimular la demanda
nacional. No obstante, nosotros sabemos que el desarrollo de los
procesos de valorización de capital necesariamente conlleva a un menor
valor de los salarios conforme aumenta el trabajo muerto acumulado en la
tecnología, siendo perfectamente coherente una tendencia hacia la
disminución de la demanda efectiva, vía precarización del empleo y
aumento del desempleo con un aumento en los niveles de crecimiento del
valor del capital.
La economía política burguesa nos enseña
que dado que el excedente de un país es el déficit de otro, no todos
los países pueden seguir el camino de China y Alemania. El crecimiento
impulsado por la exportación requiere de altos excedentes en cuenta
corriente en algunos países y por tanto déficit en otros. En algunos de
los principales «motores de la demanda» en el mundo, el auge en el
consumo desde el cambio de siglo se basó en un crecimiento vertiginoso
del endeudamiento de los hogares más que en el alza de los salarios. En
Estados Unidos en particular, el fuerte crecimiento en el consumo de
cara al estancamiento de la mediana salarial fue posible solamente
mediante el consumo financiado por el endeudamiento y el basado en la
riqueza formal. El auge en los precios inmobiliarios y en la bolsa
aumentaron la riqueza (contable) y por tanto las garantías para el
crédito de consumo y el financiamiento hipotecario. Además, las
cambiantes normas financieras, los nuevos instrumentos financieros
(endeudamiento por tarjeta de crédito, préstamos por capital
inmobiliario) y el deterioro de los estándares de solvencia crediticia,
gatillados por la securitización de deuda inmobiliaria, permitió que
sumas crecientes de dinero estuvieran al alcance de sectores sociales de
bajos ingresos. Así, el endeudamiento de los llamados "hogares" se
convirtió en un sustituto de los salarios más altos como fuente de
demanda y consumo.
Ténganse a la vista las siguientes fuentes referenciales, documentales e informes sobre los que se ha construido este artículo:
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style="text-decoration: underline; margin: 0px; padding: 0px;
background-color: rgba(0, 0, 0, 0); color: rgb(25, 106, 212); outline:
none; background-position: initial initial; background-repeat: initial
initial;">http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/@dgreports/@dcomm/@publ/documents/publication/wcms_10489 5.pdf http://www.20minutos.es/noticia/389253/0/jornada/65/horas/
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European Foundation for the Improvement of Living and Working Conditions, disponible en 2011http://w110.bcn.cat/portal/site/UsosDelTemps/menuitem.b4d797923997277cf740f740a2ef8a0c/?vgnextoid=e80b98414d922310VgnVCM10000074fea8c0RCRD&vgnextfmt=formatDetall&lang=es_ES
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Organización Internacional del Trabajo e Instituto Internacional de
Estudios Laborales “Informe sobre el trabajo en el mundo 2012. “Mejores
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“Informe Anual 2011, Buscando un crecimiento equitativo y Equilibrado”, (FMI 2011a)
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Tendencias mundiales del empleo 2012: Prevenir una crisis mayor del
empleo. Organización Internacional del Trabajo primera edición, 2012.
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ElMercurio,http://www.emol.com/especiales/2012/tecnologia/ces2012/detallenoticias.asp?idnoticia=637664, Jueves 2 de Enero de 2014
- ElMercurio,http://www.emol.com/especiales/2012/tecnologia/ces2012/detallenoticias.asp?idnoticia=635773, Jueves 19 de Diciembre de 2013
Fuente: kaosenlared
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