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miércoles, 12 de agosto de 2015

La conciencia, el fetiche y la historia - Parte I


El marxismo es una verdad científica y no teme a la crítica. Si la temiese, si pudiera ser derribado con críticas, no tendría valor alguno. ¿Acaso, de hecho, los idealistas no critican el marxismo a diario y por todos los medios? ¿Acaso no critican el marxismo también y por todos los medios aquellos que se aferran a las ideas burguesas y pequeñoburguesas y rehúsan transformarse? Los marxistas no deben temer a la crítica, venga ésta de donde viniere. Por el contrario, tienen que templarse, desarrollarse y ampliar sus posiciones precisamente en medio del fuego de la crítica y en la tormenta de la lucha.”1

Mao Tsetung

Parte I - La conciencia social y el fetiche burgués

1 Sobre la Conciencia de la Sociedad

Como bien señalaran Marx y Engels la conciencia de la sociedad es, en general, la conciencia de la clase dominante: Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante.”2Esta no es una premisa de la sociedad burguesa o de la época del capitalismo en particular, sino que es una premisa de carácter universal, para el periodo histórico enmarcado en la existencia de la sociedad dividida en clases sociales, cualquiera estas sean. “En efecto, cada nueva clase que pasa a ocupar el puesto de la que dominó antes que ella se ve obligada, para poder sacar adelante los fines que persigue, a presentar su propio interés como el interés común de todos los miembros de la sociedad...”3De esta forma, en las sociedades de clases en general, y en la sociedad burguesa y capitalista en particular, el “interés común de todos los miembros de la sociedad”, no es más que la expresión naturalizada del “propio interés” de la clase dominante, ergo de la burguesía en la actualidad.

De igual manera, expresiones que adquieren “la forma de la universalidad”4, que en apariencia son las “únicas racionales y dotadas de vigencia absoluta.”5; tales como: “el bien común, “las leyes del mercado”, “los derechos humanos”, “cambiar las cosas desde adentro”; no son más que expresiones válidas dentro de los márgenes de dominación del capitalismo, y por tanto, de la dominación de la clase burguesa. Es por esto que la pequeñoburguesía, saturada de ideología burguesa, repite incansablemente estas “ilusiones, ensueños e ideas tergiversadas6. La profunda creencia pequeñoburguesa, en términos de “«ley eterna»7se refleja con una fuerza y profundidad singular en su apreciación de la democracia en general, como sistema político de vigencia absoluta e inmutable, como la máxima expresión del desarrollo humano, social y espiritual; expresión ritual de la bondad de los hombres8. Y que a su vez omite e ignora deliberadamente el origen ilegítimo de la acumulación capitalista, esto es, el robo, la apropiación forzosa de plusvalía.

Evidentemente que la pequeñoburguesía, en tanto segmento de la clase burguesa, es dócil por naturaleza a las concepciones dominantes. Sin embargo, los dominados, o la clase dominada por excelencia en la época del capitalismo; el proletariado, también padece de las “ilusiones, ensueños e ideas tergiversadas” que le impone la sociedad, es decir la opresión de clase ejercida a través de las instituciones del Estado y sus medios ideológicos o los “medios para la producción espiritual9. Esto sucederá en la medida y el tiempo en que el proletariado no se transforme desde una clase en si; es decir una clase sin conciencia de si misma, que no asume el proyecto histórico de transformación social, a una clase para si; esto es una clase con conciencia de su rol histórico, que desarrolla en la práctica su proyecto histórico de transformación social, una clase conscientemente revolucionaria.

En este punto es necesario detenernos, puesto que consideramos fundamental reflexionar sobre algunos aspectos de la conciencia de la clase proletaria, sobre el tránsito de la conciencia en si a la conciencia para si, sobre las contradicciones en que se desenvuelve, y las premisas teóricas e históricas que gobiernan dicho proceso.

Si la conciencia de cada época no es más que la conciencia de la clase dominante representada como conciencia universal, absoluta y ahistórica; pero que sin embargo, la pretendida universalidad de dicha conciencia, en lo concreto, es trastocada profundamente por los procesos de cambio de época, es decir, por las revoluciones o mejor dicho, los procesos históricos que revolucionan los modos de producción y subvierten en su desarrollo a la clase dominante previa para ubicar en la nueva época una nueva clase dominante; de modo que, transforman la conciencia de una época, en una nueva conciencia, la de la clase dominante de turno y de paso la dotan de un carácter universal. Entonces, lo único realmente universal, mientras existan las sociedades divididas en clases, es el proceso que permite la transformación y el avance de los modos de producción y por tanto, de la historia misma de la humanidad, el proceso de enfrentamiento continuo de clases, de dominados versus dominadores, de oprimidos versusopresores; la lucha de clases, el motor de la historia. La lucha de clases concluye por tanto, en el momento mismo en que las clases dejan de existir. La concepción materialista de la historia identifica a este momento como el advenimiento o la conquista, si se quiere, del comunismo globalizado, mundial, hegemónico e irreversible. Esta vez si, en términos absolutos. Es decir, el comunismo no puede ni podrá realizarse jamás desde una perspectiva local.Necesariamente se tornará con un carácter histórico-universal, del mismo modo en que el capitalismo ha ido abarcando todos los aspectos de la humanidad y rincones del planeta.

En la época del capitalismo, la evolución de la conciencia de clase del proletariado está signada por los procesos de flujo y reflujo, por los procesos de acumulación de fuerza social revolucionaria, por el desenvolvimiento del conflicto de clases a escala local, nacional, regional y mundial. El desenvolvimiento del proceso histórico, de la lucha de clases y por tanto también, del desarrollo de la conciencia de clase del proletariado están marcadas a fuego por las leyes de desarrollo desigual y combinado10. Aquí hay que distinguir dos procesos que corren en apariencia separados y contradictoriamente; la creación y acumulación de teoría por un lado, o sea la expresión de la conciencia que sintetizay sistematiza la práctica revolucionaria del proletariado, pero que sin embargo, es sostenida en el tiempo, particularmente en los tiempos de reacción, por la intelectualidad revolucionaria, por segmentos pequeñoburgueses o burgueses derechamente. Que en las épocas de reflujo, prácticamente desaparece de la esfera pública, diluye su influencia, es ignorada; e incluso la teoría, el marxismo, es decir nuestro principal instrumento del conocimiento como clase; como muy bien sabemos quienes nacimos a la conciencia, a la organización y a la lucha durante los '90; es despreciada largamente en periodos de derrota11. En el otro polo del desarrollo de la conciencia, está la conciencia práctica de las masas, que se adquiere en el desenvolvimiento concreto de existencia en contradicción con la acumulación capitalista, en la acumulación de la explotación, la miseria, las desigualdades y la discriminación que alimenta la explosión social y dota instintivamente a los proletarios de una conciencia concreta de su existencia, esta consciencia si bien comprende las condiciones de explotación puesto que las vive, en general no es capaz de convertirse por si misma en conciencia política revolucionaria, y tiende siempre, en su espontaneidad, a asumir la consciencia de la clase dominante. Esta consciencia concreta, práctica, sólo se convierte en revolucionaria cuando se desarrolla en una síntesis con el marxismo, con la teoría proletaria, en su expresión de práctica política revolucionaria concreta. También es menester destacar, para claridad de quienes ostentan “el esquematismo pedantesco”, que ni el abandono de la teoría acumulada, ni tampoco la acumulación de conciencia de lucha práctica revolucionaria desaparecen o aparecen en términos absolutos, estas cesan su influencia, aparecen y desaparecen como un huracán en función de la capacidad de síntesis de teoría y práctica que en un momento determinado, en un proceso de ascenso de la lucha de clases puedan desarrollar los sectores más avanzados del proletariado. El partido revolucionario del proletariado es, en efecto, la síntesis de la teoría revolucionaria, con la práctica política y revolucionaria de los sectores del proletariado más avanzado. El partido revolucionario del proletariado encarna, en último término, la expresión más prístina de la conciencia de clase para si, mas sin embargo, jamás estará exento de las contradicciones de la sociedad en la que existe y de la lucha contra la ideología y la influencia burguesa.

Como señalábamos, la conciencia proletaria surge, erupciona terriblemente en los periodos de ascenso de la lucha de clases, pero retrocede abruptamente también, como tragada por un abismo en los periodos de reflujo, retroceso o derrota; inclusive al interior mismo del proceso revolucionario12Por lo tanto, la expresión más avanzada del proletariado y de su conciencia, como hemos dicho, la síntesis de teoría y práctica, es decir, el partido revolucionario del proletariado, sufre también los efectos de la derrota, de la reacción o del reflujo. Por cierto, el nivel de desarrollo de conciencia de los cuadros revolucionarios, el nivel de su capacidad práctica y teórica de lucha, los dotarán de mejores y más efectivas herramientas para “no dejarse arrastrar por él, sostenerse en tanto no desaparece la ola de la reacción y preparar, al mismo tiempo, puntos de apoyo para la nueva ofensiva”. En el caso concreto de Chile, podríamos decir que la conciencia de la clase dominante se reinstaló amplia y profundamente, a partir de 1973 y particularmente de 1989, y que los cuadros proletarios que lograron resistir, quedaron aislados y dispersos, que la derrota fue profunda y duradera. Con esto queremos señalar que los revolucionarios no están exentos, de por si y ante si, a la influencia ideológica de la burguesía, máxime, en periodos de reflujo o derrota.

¿Qué significa esta última afirmación? Si la lucha de clases es el fenómeno histórico más general, es la causa del proceso de cambio y evolución histórica, es el motor de la historia e impulsor de revoluciones. Esto quiere decir que mientras existan las clases, habrá lucha de clases. Y mientras exista pugna entre la conciencia de la clase dominante, como expresión de la lucha concreta, y la conciencia de la clase revolucionaria del momento, persistirá aquella lucha de clases. Es más, en la lucha del proletariado por su liberación en contra de la burguesía, la lucha por el poder, por establecer la dominación material de clase del proletariado, a través de la dictadura del proletariado o el socialismo, no elimina en modo alguno el proceso de lucha de clases. Más aún, es cuando más encarnizada se torna la lucha, como lo demuestra la experiencia histórica de las revoluciones socialistas triunfantes, y es cuando más necesario se hace el triunfo material de la revolución proletaria a nivel regional y mundial, y por lo mismo también, la imposición de la cultura de dominación proletaria, consecuencia de la dominación material. Esto será así, mientras haya necesidad de dictadura proletaria sobre la burguesía, mientras la burguesía siga existiendo, será necesaria la dictadura y persistirá la lucha de clases en la sociedad completa y también al interior del proletariado. También como lo hemos señalado, al interior del partido revolucionario. Del mismo modo, mientras la burguesía se muestre hegemónica a nivel mundial, mientras existan procesos de revoluciones socialistas nacionales o regionales triunfantes, la lucha abierta, material e ideológica seguirá vigente tanto en general, en la sociedad completa a nivel mundial, como al interior de las sociedades transformadas revolucionariamente en socialistas, al interior de sus destacamentos más avanzados y al interior, por su puesto, de sus respectivos partidos revolucionarios. La lucha de clases no cesará, insistimos, hasta que las clases no desaparezcan. No existe ni existirá ningún ser humano ajeno a las consecuencias de esta lucha, mientras no hayamos alcanzado el comunismo.

En conclusión, si la lucha de clases es el motor de la historia, la historia concreta de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Por lo tanto, la historia de las revoluciones socialistas, de sus intentos fracasados, de las triunfantes y de las aún existentes; fue, es y seguirá siendo la historia de la lucha de clases. Es esta lucha, y sus desenvolvimientos particulares la que explica sus éxitos, y también la que explica sus fracasos. Es el desarrollo de las contradicciones de la sociedad capitalista, de la sociedad socialista que surge por todos lados al interior de la anterior; contradicciones que, por supuesto, son dinámicas y dialécticas, mas no estáticas y definitivas; el que explica en profundidad los éxitos y los fracasos de los proletariados de distintos países que ora han triunfado, ora han sido derrotados en sus intentos por avanzar en la epopeya socialista. No son, en ninguna medida ni en modo alguno, las personalidades individuales las que han llevado al fracaso dichas revoluciones; de la misma forma en que no han sido los individuos quienes las han llevado al éxito. Los personajes relevantes encarnan, son una expresión, una síntesis histórica de su época y de su clase. De este modo, aquellos personifican las contradicciones más profundas del periodo histórico que protagonizan.

2.- Sobre el fetiche burgués y su hegemonía ideológica en los revolucionarios actuales.

El modo de producción capitalista, y por tanto la sociedad construida sobre esta, es una sociedad fetichista que construye mitos y fantasías dignos de adoración para el conjunto de sus miembros. El significado de la palabra fetiche es: “Ídolo u objeto de culto al que se atribuye poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos13. El capitalismo es la sociedad más avanzada en la historia de la humanidad, sin embargo, su modo de producción genera una paradoja; terrible por cuanto la consecuencia de su propio desarrollo constituye, en la superestructura ideológica que parte de su fenómeno más general, una característica propia de las sociedades más primitivas: el fetiche. ¡Vaya contradicción! En el proceso de producción de mercancías, que es “la forma más general y menos desarrollada de la producción burguesa14, se le incorporan características fantásticas provenientes de las relaciones sociales que involucran su elaboración, pero que son interpretaciones de la mente humana, que la hacen ver como “una cosa endiablada, llena de sutilezas metafísicas y de reticencias teológicas.15.

La razón por la cual el ser humano entiende a la mercancía como un fetiche dotado de poderes sobrenaturales, es el hecho de que aquella “refleja ante el hombre los caracteres sociales de su propio trabajo, como caracteres objetivos de los productos mismos del trabajo, como propiedades sociales naturales de estas cosas, y así también la relación social de los productores con el trabajo total como una relación social de objetos independientes de los productores16. Un ejemplo de esto son las características de los metales preciosos, y la interpretación ilusa que han hecho de aquellos los economistas burgueses, que no han visto que “el oro y la plata... como moneda, representan una relación social de producción, sino objetos naturales con peculiares propiedades sociales17, referidas a su supuesto valor intrínseco, y no a su forma de representación objetiva de trabajo humano en una relación social de intercambio, dentro de los marcos de la sociedad capitalista.

La mercancía en general se constituye en un fetiche, por tanto, una mercancía en particular, como la fuerza de trabajo también lo es. Es decir, a ojos del hombre, tanto la fuerza de trabajo como el capital, los dos polos fundamentales de la contradicción de la sociedad capitalista; son mercancías18 y por extensión y consecuencia, contienen propiedades sobrenaturales y aparentan vida propia en su lógica fetichista. Sin embargo, encierran ambas una naturaleza común en tanto formas o productos concretos de las relaciones sociales de producción de la formación social capitalista. Por un lado, el capital es el producto del trabajo social expropiado y acumulado, por vía de la coerción que las relaciones sociales del sistema capitalista le impone al proletario; y por el otro, la fuerza de trabajo, la mercancía en manos de este último, que tiene la particularidad de ser la única capaz de reproducir y acrecentar el capital, a través de la extracción de plusvalía apropiada por el capitalista. Esta relación social de producción, derivada de la disociación permanente, continua y en ascenso de los medios de producción respecto de los propietarios de la fuerza de trabajo disponible, se presenta fetichizada bajo miles de expresiones de la ideología burguesa naturalizada en las mentes de los proletarios y en los burgueses mismos, y que a su vez desnaturaliza la forma objetiva que tiene la relación social; esto es la dominación de clase impuesta por la burguesía a través de la coerción y la violencia, respecto de la expropiación forzosa de plusvalía a los poseedores de la fuerza de trabajo, el proletariado.

Es así como tenemos que, el fetiche es a la mercancía, lo que la democracia burguesa y el liberalismo son al proletariado, en tanto propietario de la fuerza de trabajo y reproductor del capital. Esto es, la dominación oprobiosa de un puñado de capitalistas, la explotación del hombre por el hombre o el robo sistematizado de plusvalor, se ocultan sobre todo un complejo velo de relaciones sociales aparentes naturalizadas en la sociedad en general y en la clase proletaria en particular, que constituyen la cara ideológica de la dominación hegemónica19. Por ejemplo, revisemos en nuestras vidas cotidianas, todas aquellas expresiones naturalizadas que ocultan y mistifican en formas diversas el carácter arbitrario e histórico de la dominación capitalista:

1. Gobierne quien gobierne, hay que seguir trabajando”.
2. Todos los ciudadanos somos iguales ante la ley”.
3. Debemos respetar las leyes y la institucionalidad, es el deber de todos los ciudadanos”
4. “Los cambios se realizan desde dentro de las instituciones, en el parlamento se deben dar todas las discusiones”.
5. Los encapuchados son infiltrados que le hacen el juego a la derecha”.

Es más, un ejemplo particular del fetiche de la mercancía, o de la mercancía transformada en fetiche, ya no solo como consecuencia histórica de su desarrollo sino que como expresión consciente y política del capitalismo conducida por los doctorados en mercadotecnia y publicidad, son la existencia actual de las “marcas” que otorgan características “sociales”, como lo describiera Marx, a las personas que las utilizan, las comen o las visten. Veamos un ejemplo icónico: Para convertirnos en innovadores, tecnológicos y sofisticados debemos utilizar teléfonos celulares, relojes y computadores marca Apple20; eso nos dota inmediatamente de un aura que se eleva por encima del común delpopulacho. De la misma forma las estrellas de cine, televisión y deportes utilizan diversas marcas, tales como Armani,RolexPorscheJaguarAudi, etc. Imponiendo mediante el uso, las características sociales propias de dichos personajes a las prendas, aparatos o máquinas utilizadas. Esta es una forma más avanzada y compleja del fetiche, pero finalmente encierra el fenómeno básico de su existencia sobre la mercancía; pero utilizado en un nivel superior, en forma sistemática y dirigida conscientemente al sometimiento de la voluntad de las masas. Consecuencia de este mismo fenómeno, y de la persecución del ideal social entronizado en la posesión de las cosas fetiche, tenemos al aspiracionismo social. Resulta entonces, de la fetichización de las cosas, el establecimiento de una suerte de cárcel dorada para las mentes de las personas atrapadas en esta espiral de consumo, competencia y búsqueda de una satisfacción y posición, que en última instancia resultan inalcanzables. Basta con que una marca u objeto de deseofetichizado se masifique, para que sucedan dos fenómenos: a) disminuya o pierda su carácter de objeto del deseo y b) aparezca una nueva mercancía fetiche superior a la anterior. Entonces, la persona o grupo de personas con suficiente poder adquisitivo para estar a la vanguardia, pueden consumar la orgásmica y efímera sensación de alcanzar la cúspide del consumo, de la satisfacción y el logro personal. Inmediatamente o poco tiempo después, cuando muchos de sus pares ya tienen aquel objeto, comienza la angustia y el sin sabor que prepara la aparición del siguiente modelo o versión del tan amado producto, de modo que las endorfinas ebullen en los cuerpos de dichos personajes ante la sensación de lograr un nuevo escalón en la infinita vía de la ascensión humana al nirvana consumista y del ascenso social. Es, verdaderamente, “la pasta” de la gente, tanto o más angustiante que la horrorosa droga que inunda las poblaciones a mil pesos la papelina. Droga para los pobres, fetiche consumista para los que lo pueden pagar. No está demás poner en este nivel la actual moda de la marihuana, que más allá de los beneficios medicinales que pueda tener, está representando más bien un poderoso fetiche que adormecerá y llenará de sonrisas tontas a la juventud bobalicona que caiga en sus garras.

En resumen, tenemos entonces que, en primer lugar la mercancía se constituye en fetiche en la medida que representa en apariencia, las relaciones sociales del proceso que la produce, y se devela dicha apariencia únicamente en el momento en que esta se convierte en mercancía como tal, es decir, que se realiza como valor de cambio. En segundo lugar, este fenómeno ampliado a gran escala por el desarrollo propio del capitalismo constituye un aspecto fundamental de sus concepciones ideológicas de dominación, su carácter universal, mitológico yfantasmagórico, dado que involucra a todas las mercancías del sistema, incluyendo a los dos polos de la contradicción capitalista, la fuerza de trabajo en manos del proletariado y al capital en manos de la burguesía. Por último, la clase dominante, la burguesía escala un nivel más, y reproduce sistemática y conscientemente el fenómeno del fetiche de la mercancía, ya no solo como producto característico propio de su desarrollo, sino que como una de las armas de la dominación ideológica en su sentido hegemónico, al someter a la población mundial a la idea de que el consumo de determinadas mercancías (o drogas), constituyen la incorporación de determinadas características sociales promovidas como el ideal a alcanzar en un espiral infinito de decadencia.

Es tal el primitivismo que ha alcanzado el capitalismo, y su sociedad del fetiche, que empata con el primitivo fetichismo de las sociedades que practicaron el canibalismo, veamos: “Según P.E. Joset, la marmita de los hombres-pantera se llamaba maghena (pantera) y era un poderoso fetiche: «...encierra las hojas trituradas que quedan pegadas al fondo cuando se han secado. En estas marmitas, los antecesores han hecho correr la sangre y han cocido la carne de sus ofrendas humanas, han bebido la sangre y han comido la carne de sus víctimas. El fetiche o poder que reside en ellas les viene, en cierta manera, del valor de vidas humanas que encierra bajo la forma de hojas trituradas, que se han humedecido con la sangre de sus víctimas.» Algunas sociedades practicaron el canibalismo al creer que la fuerza y las capacidades de un hombre estaban vinculadas a determinados órganos. El corazón albergaba el valor; el cerebro, la inteligencia, y en los pies residía la velocidad. Así, devoraban partes de los enemigos más valerosos con la creencia de que este macabro alimento les serviría para adquirir el coraje y la fuerza de su adversario.”21

Esta tremenda y paradójica contradicción, es decir, el resultado del más inmenso desarrollo de las fuerzas productivas jamás visto, con un desarrollo tecnológico sin igual. El más desarrollado de toda la historia de la humanidad, contrastado con unas relaciones de producción tensionadas por la dominación de un puñado de capitalistas, por sobre la inmensísima mayoría de proletarios en el mundo. Mientras por un lado, como señalábamos, el desarrollo de las fuerzas productivas está impulsado por un enorme desarrollo científico tecnológico, por el cada vez más acabado conocimiento y dominio del hombre sobre la naturaleza, se contrapone en términos absolutos, con un sistema social, político, religioso y cultural cada día más decadente y, como hemos señalado previamente, primitivo hasta la saciedad. Mientras las fuerzas productivas se desarrollaron como nunca antes, las relaciones de producción y especialmente la superestructura de dominación han comenzado a involucionar. Esta tensión insostenible solo puede concluir con un proceso revolucionario que vencedor, instaurará el socialismo, o vencido, renovará las relaciones sociales de producción —o de dominación, que es lo mismo— en un marco adecuado para un nuevo impulso de crecimiento de las fuerzas productivas bajo una nueva forma hegemónica de dominación capitalista, pero, que en su superestructura político ideológica, retrocederá aún más transformado la vida de los proletarios en un infierno sobre la tierra22.

En este contexto, las fuerzas revolucionarias juegan un rol esencial y tienen tareas de enorme trascendencia. En primer lugar, lograr comprender su lugar en la historia, y a partir de ahí, sacudirse la enorme carga cultural burguesa, de ideología de dominación que cargan en sus vidas, en su mente y en sus prácticas. Este proceso de liberación no puede sino desenvolverse en el proceso mismo de lucha, y si bien, la preparación teórica es una parte importante de ella, ésta por si sola es, a lo menos insuficiente. No es posible desembarazarse de la ideología burguesa sino hasta el triunfo del socialismo a nivel mundial, y es más aún, hasta el advenimiento mismo de la sociedad sin clases, el comunismo. Es por esto que la historia de las revoluciones triunfantes, y particularmente de los personajes que las encabezaron, para centrarnos en aspectos específicos, no pueden ser analizados sino dentro del marco de la lucha de clases, y por lo mismo, las derrotas, triunfos y retrocesos no pueden ser analizados sino dentro del marco de la lucha de clases y el posicionamiento de sus líderes, de sus partidos y de sus pueblos en dicho marco, y entenderlos también, en el contexto de una disputa de carácter mundial.

Volviendo al concepto del fetiche, consideramos que cuando se realiza una evaluación histórica de los procesos revolucionarios anteriores, o los que se encuentran en curso; estos deben ser, en primer lugar analizados desde una óptica de la lucha de clases. En segundo lugar, debe ser abandonado, para que el análisis sea el correcto; cualquier concepción fetichista, de cualquier tipo. El análisis debe vaciarse de todo prejuicio burgués y de todo idealismo. Ya sea este concerniente a la valoración mística que se pueda tener de un personaje en particular, como a la valoración de, por ejemplo una organización. En este sentido, debemos declarar que nuestra visión histórica sobre los procesos revolucionarios anteriores, pretende liberarse de todo fetiche, y señalamos que “pretende”, puesto que no porque lo digamos estaremos eximidos de éste, sino que más bien el éxito que tengamos en la práctica de nuestro proceso revolucionario dará cuenta de si fuimos o no capaces de liberarnos con la suficiente eficacia de la dominación ideológica burguesa y de sus fetiches.

Siguiendo con esta línea de análisis, queremos señalar al menos algunos ejemplos del fetiche burgués, que creemos siguen siendo utilizados como supuestos ejemplos de lucha, pero que en definitiva más alimentan la justificación de la existencia de personas y grupos que, plenos de ideología burguesa, no avanzan ni pretenden avanzar ni un paso en una verdadera revolución socialista, sino que más bien, como buenos burgueses, buscan la destrucción de los sectores que luchan y disputan honestamente la política revolucionaria, reduciendo la labor revolucionaria a la disputa entre los rockstar23 del marxismo leninismo, a la disputa entre el fetiche bueno y el malo, cual calcetineras24 de los años '60, o peor aún, a quinceañeros de fan club25 en la actualidad.

Veamos, nos referimos específicamente a la utilización como fetiche de personajes históricos de los procesos revolucionarios como Trotsky, Stalin y Mao entre otros. Veamos la dualidad Trotsky-Stalin. Ambos personajes fueron relevantes para el proceso revolucionario de la Rusia de principios del siglo pasado, ambos cometieron errores y aciertos en el marco de la lucha de clases. Finalmente, Trotsky fue expulsado del partido y de Rusia, y no pudo evitarla burocratización del partido comunista y de la propia sociedad soviética, no pudo o bien no quiso, para conservar la unidad del partido en un momento crítico. Digámoslo con todas sus letras, rechazó el enfrentamiento, y prefirió el exilio. Su razonamiento fue, preservar la unidad del partido y del país, que ya había sufrido enormes pérdidas en la guerra civil contra los blancos. Esta decisión le permitió a Stalin hacerse con todo el poder, en la medida en que fue purgando a supuestos contrarrevolucionarios. Seamos claros, es evidente que Stalin representaba al interior del partido comunista el ala derecha del partido. Stalin, es cierto, gracias a un gran sacrificio de tropas, supo vencer a la Alemania Nazi en la segunda guerra mundial, instauró el bloque soviético a través del pacto de Varsovia, en donde sometió a muchas naciones a lo que después se conocería como el social imperialismo. Es decir, importaba materias primas, exportando manufactura. Aún así, la vida colectiva de los países del pacto tuvo siempre garantizados los derechos sociales básicos para la vida y el desarrollo de sus habitantes. Salud gratuita, educación gratuita de la mejor calidad, acceso a cultura, espectáculos y entretenimiento. Es tan así, que hasta los medios occidentales reconocen que las generaciones que crecieron bajo el alero de la URSS, son una de las generaciones, sino las más cultas en el mundo, con un alto grado de desarrollo científico, técnico y cultural. Pero como la lucha de clases es implacable, y la mentalidad pequeñoburguesa siempre, siempre en la historia es débil e indecisa, a pesar de todo el poder acumulado en torno al pacto de Varsovia, este no impulsó mayormente el desarrollo revolucionario a nivel mundial, sino que donde pudo, en forma oportunista sumó aliados en la medida en que estos se liberaban por si mismos, como Cuba por ejemplo, en arreglo a sus intereses geopolíticos, y para ganar posiciones de negociación frente a los EE.UU. Este juego de gato y ratón geopolítico no logró desgastar a los EE.UU, ni a Europa Occidental que desarrolló en sus fronteras lo que se conoció como Estado de Bienestar, para contener socialmente a la revolución socialista, valga la paradoja, recuperando rápidamente la industria de las potencias europeas, logrando altos estándares de vida, para contrarrestar la amenaza del enemigo soviético. La burocratización y corrupción de la URSS, proveniente del liberalismo burgués que la impregnaba y de la cual no supo deshacerse, terminó por pasarle la cuenta, y sus enemigos internos, que añoraban al capitalismo, la hicieron implosionar a fines de los años '80. La restauración capitalista se hizo realidad y se profundiza hasta el día de hoy.
 
¿Que responsabilidades les correspondió tanto a Trotsky como a Stalin en la burocratización de la URSS y en su posterior derrota? Ciertamente Trotsky fue incapaz de imponer su posición al interior de su partido y de su pueblo, y entendemos de nuestros estudios, que además no quiso dar la pelea frontalmente, por tanto es responsable de, a pesar de haber detectado antes, según el mismo señala junto a Lenin, de los peligros que encerraba la conducción de Stalin, de no haber hecho lo suficiente para detenerlo, y finalmente de ser derrotado. ¿Debemos por esto satanizar a Trotsky o acusarlo como hacen algunos de quinta columnista del imperialismo norteamericano? No, por supuesto que no. Trotsky ha sido uno de los más grandes revolucionarios de la historia, el creó y en gran parte, derrotó (junto a obreros y campesinos del ejército rojo), a los ejércitos blancos durante la guerra civil, y merece un sitial junto a los grandes, junto a los más grandes; sus aportes son invaluables, vaste mencionar uno: la “Historia de la Revolución Rusa”. ¿Es por esto perfecto y digno del cartel de fetiche? Tampoco, cometió errores y es perfectamente criticable como cualquiera. Respecto de Stalin, su gran responsabilidad, si le cabe como persona, como individuo, es haber iniciado un camino de burocratización del partido y de la sociedad soviética, a las teorías de socialismo en un solo país, a la convivencia pacífica con el enemigo, al anquilosamiento de la teoría económica marxista, de esto los manuales de economía política marxista de la URRS son un fiel reflejo. Es decir, Stalin y su grupo de conducción, muchos de los cuales terminaron purgados, como es habitual en los caudillos, fueron responsables de la derrota histórica de la URRS. ¿Es por esto que debemos satanizar a Stalin como un enemigo de la clase trabajadora? ¿Es mejor entonces George W. Bush, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet, Sebastián Piñera, y muchos otros que Stalin?.¿Cual es la responsabilidad que le cabe al proletariado revolucionario de la URRS, que fue incapaz de desembarazarse de esta conducción? ¿No es acaso la mentalidad burguesa y las concepciones burguesas las que tienden a establecer todo el peso de la historia en los “grandes personajes”, y omitir el papel y la responsabilida de las masas, y este caso del proletariado? Los falsos comunistas, los falsos marxistas, siempre preferirán a un capitalista que a un socialista. Y si bien Stalin tiene una gran responsabilidad en la derrota de la URRS, no es menos cierto que era un socialista y que cientos de millones de proletarios que vivieron bajo dicho régimen, hoy día al enfrentar la bestialidad capitalista, extrañan la figura del viejo líder.

Ese es el problema del fetiche. En tanto expresión de la ideología burguesa, otorga todo tipo de cualidades a los objetos o personas que captura bajo sus garras. A algunas las endiosa, mientras que a otras las sataniza. Quien adopte la visión fetiche no será capaz de valorarlas en su papel concreto dentro de la lucha de clases, y en el caso específico de la disputa Trotsky-Stalin, utiliza estas diferencias para declarar solapadamente su amor por el capitalismo. Nosotros intentamos abandonar toda referencia fetichista, y preferimos ver las cosas desde la óptica de la lucha de clases, y por polémico que les parezca a las mentes fetichizadas por el pensamiento pequeño burgués,preferiremos siempre al "peor" de los socialismos por sobre el "mejor" de los capitalismos.


Sergio

Agosto, 2015

Notas:


“Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo”, Obras Escogidas de Mao Tsetung, Tomo V, pág. 447.
2 “Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialistas e idealistas”. Carlos Marx y Federico Engels. Obras Escogidas, Tomo I, Ed. Progreso, 1973. Pág. 45.
3 Ídem. Pág. 46.
4 Ídem.
5 Ídem.
6 Ídem. Pág. 48
7 Ídem. Pág. 45
Para arrepentirse de esta visión tergiversada, basta tan solo apreciar los innumerables y horrorrosos hechos de violencia alrededor del mundo, promovidos por las “democracias” más insignes de nuestro tiempo.
9 “Feuerbach. Oposición entre las concepciones materialistas e idealistas”. Carlos Marx y Federico Engels. Obras Escogidas, Tomo I, Ed. Progreso, 1973. Pág. 45.
10 Las leyes de la historia no tienen nada de común con el esquematismo pedantesco. El desarrollo desigual, que es la ley más general del proceso histórico, no se nos revela, en parte alguna, con la evidencia y la complejidad con que la patentiza el destino de los países atrasados. Azotados por el látigo de las necesidades materiales, los países atrasados vense obligados a avanzar a saltos. De esta ley universal del desarrollo desigual de la cultura se deriva otra que, a falta de nombre más adecuado, calificaremos de ley del desarrollo combinado, aludiendo a la aproximación de las distinta etapas del camino y a la confusión de distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas. Sin acudir a esta ley, enfocada, naturalmente, en la integridad de su contenido material, sería imposible comprender la historia de Rusia ni la de ningún otro país de avance cultural rezagado, cualquiera que sea su grado.” León Trotsky, “Historia de la Revolución Rusa”, Tomo I, “Las características del desarrollo en Rusia”.
11 Nos referimos concretamente al periodo de profundización de la contrarrevolución burguesa que inicia con la salida pactada de la dictadura, a través del plebiscito del “Si y el No”, que se realizó el 5 de Octubre de 1989. La constatación de estos hechos históricos, confirma, de la manera más sencilla, que la conciencia de la sociedad siempre es y tiende hacia la conciencia de la clase dominante. Esto es un fenómeno permanente de la sociedad de clases, y que se agudiza y se profundiza cuando las crisis sistémicas se resuelven en términos reaccionarios, es decir, cuando triunfa la contrarrevolución esta ley se manifiesta de la forma más brutal y concreta.
12 “Esta crisis interna de la conciencia colectiva, combinada con la represión y la calumnia, produjo la confusión y la retirada, que, en algunos casos tuvo caracteres de pánico. Los adversarios cobraron ánimos. En la masa misma afloró a la superficie todo lo que en ella había de atrasado, de estático, de descontento por las sacudidas y privaciones. En el torrente de la revolución, ese reflujo manifiesta una fuerza irresistible: dijérase que está sometido a las leyes de la hidrodinámica social. Detenerlo oponiéndole el pecho, es imposible; lo único que se puede hacer es no dejarse arrastrar por él, sostenerse en tanto no desaparece la ola de la reacción y preparar, al mismo tiempo, puntos de apoyo para la nueva ofensiva”. León Trotsky, “Historia de la Revolución Rusa”, Tomo II, “El ataque contra las masas”, p. 290-291, Ed. Quimantú. 1972.
14 Carlos Marx, El Capital, Tomo I, Capítulo I, IV. “El Carácter Fetichista de La Mercancía y su Secreto”, Ed. Biblioteca Nueva 1949, pág. 58.
15 Ídem, pág. 50.
16 Ídem, pág. 51.
17 Ídem.
18 El valor pasa constantemente de una forma a otra, sin perderse en ese movimiento, y se transforma así en un sujeto automático. Fijando las formas particulares de aparición que al valorizarse toma alternativamente el valor en el círculo de su vida, se obtienen estas interpretaciones: el capital es dinero, el capital es mercancía.”, Carlos Marx, El Capital, Tomo I, Capítulo IV, I. “Fórmula General Del Capital”, Ed. Biblioteca Nueva 1949, pág. 108, 109.
19 Recordemos siempre que la otra cara de la moneda “dominación hegemónica” o hegemonía a secas, es la coerción violenta de los dominados.
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21 Manuel Moros Peña, “Historia natural del canibalismo: Un sorprendente recorrido por la antropofagia desde la Antigüedad hasta nuestros días”, Mayo 2008, pág. 139, 140.
22 Estas reflexiones no tienen nada de alharacas. Únicamente baste recordar la barbarie de los nazis en la mitad del siglo pasado, que solo pudo ser contenida por la gloriosa pero extinta Unión Soviética. Y en la actualidad, vean lo que sucede en medio oriente con el ultra reaccionario ISIS, en Europa con los neo nazis ucranianos, y en USA con el abuso policial; por nombrar algunos casos.
23 Estrella del rock.
24 Adolescentes de los años '60 que seguían a sus ídolos de la nueva ola.
25 Club de fanáticos

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