Plan de Lucha - Revista La Chispa
El escenario está dinámico. La
puesta en escena ha sido empujada primero por los secundarios, quienes
nuevamente se han abocado a una lucha de masas canalizada en tomas y
retomas de los liceos. ¿La idea? que este nuevo empuje y las marchas
venideras involucren de forma más cercana y concreta a sus compañeros,
dándole materialidad a demandas que puedan sumar desde lo cotidiano y no
sólo por medio de emplazamientos limitados a una estrategia defensiva.
Por nuestra parte, los universitarios se
suman lentamente a la pelea. En la casa de bello, las primeras
facultades comienzan a sumarse a la paralización y otras tantas inician
la discusión de los caminos a seguir.
Por consiguiente, las dirigencias
alojadas en el CONFECH asumen una dinámica de mayor discusión de las
tácticas y las formas a seguir. Por primera vez existe (aunque aún
limitado en sus desarrollo) un debate político real en torno a los
caminos y los métodos de presión que se deben tomar, luego de una
inercia en donde ninguna fuerza planteó sus líneas claras, manteniendo
una unidad formal y ficticia en base al “bienestar del movimiento”.
Ante la ineficacia de la vía
institucional (ir al parlamento, levantar espacios de discusión y lobby
con personeros de la oposición) votada por mayoría el semestre pasado a
nivel de CONFECH, se levantan las primeras voces críticas frente a esta
movida que era empujada por voceros como Noam Titelman, presidente de la
FEUC y el representante más visible de la Concertación, quien definió
el espacio del parlamento como el lugar donde el movimiento debe
desplegar su táctica, acompañada de acciones creativas que convoquen
artificialmente a la “ciudadanía”.
Detrás de estos se presenta el
autonomismo, quienes, de la mano de Gabriel Boric, plantean que el
parlamentarismo y las discusiones tras bambalinas pueden ser acompañadas
con acciones movilizadores, aunque estas últimas tienen que apostar por
“reencantar a la ciudadanía”. Frente a estas posiciones institucionales
se han venido generando críticas desde diferentes universidades y
fuerzas políticas que anteriormente habían mantenido un silencio
cómplice, y por tanto legitimando en los hechos la moderación
universitaria.
El plan trazado por la CONFECH nos habla
de una estrategia defensiva para evitar que el gobierno pase por el
parlamento los proyectos de superintendencia, de ajuste tributario y la
ley represiva de Hinzpeter. El discurso de radicalización ha venido a
soportar movidas que en lo concreto reducen al movimiento a acciones
pasivas, desplazando la pelea por cambios estructurales por formas del
clásico peticionismo reactivo, siguiendo los ritmos que plantean el
gobierno y la totalidad del sistema político.
Es claro que se pasa de un movimiento
que posicionó la demanda educativa y el cambio estructural de la
educación por uno que plantea la atenuación y regulación del mercado y
la iniciativa privada, lo que se ha argumentado como un paso táctico
necesario para re-impulsar la lucha. Pero esto pone en evidencia un
error fundamental: incluso si se decide no aprobar estos proyectos de
ley, el accionar para lograr esto no pasará por la iniciativa de los
estudiantes, sino que por las negociaciones por arriba de los
parlamentarios y de las maniobras de una oposición que pugna actualmente
entre la responsabilidad de votar iniciativas proclives a su proyecto
neoliberal o del mero oportunismo para hacerle zancadillas desesperadas
al gobierno, que a pesar de cualquier maniobra a asumido la ofensiva.
Puede que las leyes queden estancadas por un tiempo en el parlamento,
pero que luego se ejecuten aprovechando un nuevo momento de reflujo del
movimiento.
Es así como funciona el espacio natural
del enemigo, que algunas veces nos hace pasar como avances simples
maniobras para mantener su status quo y a su vez legitimarse con alguna
demanda que esté en boga en lo mediático. A su vez, esto exigiría que
los propios estudiantes asumieran un rol activo en las negociaciones de
la oposición, ya sea en su contacto directo con el bloque dominante, o
en la interpelación mediática de los dirigentes hacia los
parlamentarios, sumándonos en los hechos a las maniobras engañosas del
progresismo institucional. El movimiento nuevamente tomará la forma de
un grupo de presión o de interés, es decir, ocupándose en estrategias de
persuasión, lobby y de los sistemas de relaciones públicas (tal como
llego a ocurrir en el 2006 con la LOCE) con el objetivo de alcanzar
determinadas influencias sobre los que gobiernan o deliberan, en función
de los intereses y de las decisiones favorables a un grupo.
Se definen por tanto una política de la
inmediatez, alejada del protagonismo necesario de los estudiantes y del
necesario control colectivo de las dirigencias y de la línea política a
seguir. El movimiento estudiantil se convierte así en una herramienta
complementaria del sistema político.
Boric nos llama a ser realistas, a
entender que las leyes sí o sí pasan por el parlamento y que éste es un
espacio natural donde se desenvuelve la política (“la gran política”,
dirán con avidez). Aunque creamos que en el fondo tiene razón, también
planteamos que la organización política actual, el régimen y el sistema
político tienen la forma que mejor se ajusta a los requerimientos de la
clase social que comanda la sociedad actual y que por eso mismo nuestra
acción hacia la institucionalidad no puede reducirse a una adaptación de
lo posible (como lo hacen además una serie de organizaciones
izquierdistas y progresistas que se han lanzado a la conquista de lo que
ingenuamente llaman “poder comunal”, como si se tratara de una esfera
autónoma). A lo que estamos llamados es a un combate de estas formas
políticas naturalizadas por medio del ejercicio propio de una política
antagónica, popular y realmente democrática; ya que el campo de fuerzas
no se reduce a estos espacios, también involucra otras instituciones
políticas y otros escenarios de disputa determinados actualmente por las
tareas de re-organizar al pueblo y los estudiantes
Creemos necesario que los estudiantes
que hoy se suman a la lucha organizada, por medio de asambleas, paros e
incluso tomas, generen una presión efectiva para que se defina un Plan
de Lucha distinto a los llamados erráticos y contingentes que cada
cierto tiempo llaman las dirigencias. Este proceso de discusión no
debería pasar a llevar los procesos ya efectuados, sino que a definir
campos de lucha y objetivos acordes al devenir dinámico de la coyuntura.
La demanda del año 2011 de educación
gratuita, el fin al negocio educativo y de una reforma por cambios
estructurales deber ser el eje que guíe cualquier pliego reivindicativo o
plataforma de lucha. Es así, y no de otra forma, como nuestras demandas
dejarán de ser meras exigencias gremialistas para evitar que nuestros
privilegios se vean pasados a llevar, ya que el contenido popular de las
demandas no pasarán por la agitación a articulaciones intersectoriales
por arriba, ni por el discurseo politiquero, sino que por la
materialidad de lo que exigimos: una educación calidad igual para todos,
gratuita para evitar que el financiamiento sea un problema, generando
además las condiciones materiales para poder estudiar (becas de
mantenimiento universales, pasaje de locomoción gratis, horarios más
flexibles, etc.) y cuya dirección esté asegurada por el Estado, incluso
en el control y dirección de la oferta educativa.
La estrategia defensiva debe ser
superada por una ofensiva de las bases estudiantiles y la iniciativa de
las dirigencias para dar un giro táctico, romper con el parlamento,
concentrar las fuerzas de los estudiantes de forma independiente,
multiplicando la acción movilizadora, la discusión política y la
organización permanente en otras facultades, universidades y liceos. La
tarea es crear una agenda de lucha propia y no sólo un calendario de
actividades, no depender de las maniobras del enemigo de clase ni de su
ejército de políticos a sueldo. Debemos cambiar nuestras
reivindicaciones por demandas para ganar y no sólo para resistir,
definir demandas concretas que pongan como centro estratégico la
eliminación del mercado (limitación de la oferta privada, eliminación de
lógicas competitivas, prohibición de negociar con el conocimiento,
etc.) y que fortalezcan el Estado (plan de infraestructura, aumento de
matrículas y absorción de los estudiantes que van o que están en
privadas, aumento del PIB en educación, Ciencia y tecnología para
financiar educación gratuita, mantenimiento y planes de infraestructura,
y regulación y control de la oferta educativa, con cierre y creación de
carreras y nuevas instituciones, de preferencia técnicas).
La política no es sólo el ajuste de las
fuerzas a lo posible. Es, antes que nada, un arte cuya regla principal
(parafraseando una clásica sentencia) es la ofensiva encarnizadamente
audaz, minuciosa, e implacablemente decidida.
Tomado de: La Chispa
Radio Popular Enrique Torres
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