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viernes, 20 de diciembre de 2013

EL TRIUNFO ELECTORAL DE BACHELET Y LAS TAREAS DE LOS REVOLUCIONARIOS

El triunfo de Bachelet, con un 62% en la segunda vuelta, si bien es cierto no fue en términos generales un resultado especialmente arrollador, en la práctica, por su contexto político, ha devenido en aplastante tanto a para la derecha, como para la izquierda. Una correcta concepción de la naturaleza del gobierno de Bachelet, así como de la tareas políticas que éste plantea, resultan fundamentales para la articulación de la vanguardia revolucionaria en la perspectiva de dar la lucha al interior del movimiento obrero y de masas, por su dirección.

Lo que es claro es que los resultados de las elecciones siguen la suerte del proceso político. Su interpretación, por lo mismo, es rehén de los intereses y concepciones políticas, como ocurre con cualquier hecho relevante de la lucha de clases. En efecto, la burguesía y sus adláteres del reformismo electoralista de izquierda, se empeñan en estimar los resultados electorales como la última razón y una genuina e inconmovible expresión de la voluntad soberana.

Esta deformación llega al extremo de estimar la legitimidad o representatividad del proceso democrático burgués, en función de la masa de votos o de la abstención en el proceso. En esa línea de razonamiento, hay quienes, penosa e irracionalmente, atribuyen el 58% de abstención al resultado de las campañas de rechazo al proceso electoral, a los llamados a la abstención, voto nulo o blanco. Plantean además, consecuencia de lo expresado, que el 25% de apoyo de Bachelet –sobre el absoluto del electorado- daría cuenta de su debilidad y carencia de credenciales “democráticas”. Todas estas concepciones contribuyen a la impotencia política, señera, de la izquierda chilena.

Nuestra organización, Revolución Proletaria (RP), se jugó por el rechazo al Circo Electoral y convocó a la vanguardia a expresar este rechazo, por todas las vías, en el propio proceso electoral. Intervenimos en las elecciones con la precisa voluntad política de contribuir y ayudar a los explotados a superar sus ilusiones en la democracia patronal. No les dimos la espalda, porque los trabajadores siguen teniendo ilusiones y hasta expectativas en la democracia burguesa. Es un hecho que hubo una abstención de un 58%, pero esto nada tiene que ver con las campañas de rechazo al proceso. La incidencia de éstas, porcentualmente hablando, es irrelevante y quienes así razonen están renunciando a una concepción científica del proceso electoral y de su naturaleza de clase.

En efecto, el gobierno de Bachelet, más allá de cualquier porcentaje que se tire sobre la mesa, es un gobierno burgués cuyo proyecto político es servil a los intereses de la gran burguesía y el imperialismo. Los sonoros respaldos de Luksic y hasta Paulmann a la Nueva Mayoría, dan cuenta de la ligazón orgánica que tendrá el nuevo gobierno con la gran propiedad privada de los medios de producción y los proyectos de superexplotación de la fuerza de trabajo. No se trata, qué duda cabe, que gorilas como Paulmann o Luksic se hayan transformado en “burguesía progresista”, esto es enteramente risible. Se trata de que los grandes capitalistas, la banca y las multinacionales, ven al gobierno de Bachelet como su propio gobierno, quizá como el único gobierno burgués posible en la actual coyuntura en nuestro país.

La burguesía chilena necesita de Bachelet y de la Nueva Mayoría, para garantizar la gobernabilidad y la estabilidad del régimen. El triunfo de Bachelet en modo alguno modifica la correlación de los grupos hegemónicos de las clases patronales, muy por el contrario, los afirma. Todo, absolutamente todo el discurso bacheletiano persigue cooptar, atrapar y disciplinar al movimiento de masas, al libreto imperialista. La especie, difundida por el Partido Comunista, de que el programa de la Nueva Mayoría ha de defenderse con movilización habla de este mismo proceso de domesticación social es una falacia vergonzante.

El programa de Bachelet precisa los límites de clase del mismo, en su página 11 se lee: “Concretar los propósitos y las soluciones que propone este programa requiere que los cambios los hagamos con responsabilidad y cuidando la gobernabilidad del crecimiento”. La llamada “gobernabilidad del crecimiento” es la médula de esta política, los “propósitos y soluciones” están en función de la gobernabilidad, esto es de la propia estabilidad del régimen.

Las “reformas de fondo” de Bachelet son básicamente tres: educación, nueva Constitución y reforma tributaria. La reforma educacional se propone “avanzar” en el sentido de la gratuidad universal, que en la educación superior debería referirse al 70% más vulnerable, lo interesante en este punto es que el plazo para esta tarea es de 6 años, vale decir, no será cumplida en este gobierno. El resto de las medidas en este orden, como el fin al lucro, sólo persiguen que se cumpla la legislación vigente en la educación superior, cuestión que en modo alguno supone acabar con la propiedad privada de los establecimientos educacionales, sino que mira a su estructura jurídica. La “reforma de fondo” en materia educacional, sólo persigue ordenar, para preservar, el actual orden institucional en materia de Educación.

Las otras dos reformas la constitucional y la tributaria, hace rato ya que han ido precisándose en la línea de los simples ajustes. La nueva Constitución, que no es otra cosa que una ley para organizar el Estado burgués, tiene su camino condicionado por la formación de mayorías parlamentarias junto a la Derecha. La reforma tributaria irá en el mismo sentido, sin alterar la naturaleza regresiva de la estructura impositiva vigente, una estructura hecha a la medida de los inversionistas extranjeros y los grandes grupos económicos.

Detrás de este “programa” se ha conformado la Nueva Mayoría. En su interior, el papel del Partido Comunista resulta fundamental para garantizar la disciplina social y la capacidad de “dialogar” con los movimientos sociales. Cuando los comunistas afirman incondicionalidad con el programa de Bachelet, pretendiendo una diferenciación inocua con su persona, lo que en realidad están expresando a gritos es su incondicionalidad con el proyecto de ajustes que garanticen la estabilidad del régimen y la sumisión de éste al imperialismo.

Creemos que esta es la conclusión fundamental, la caracterización de fondo, de clase, que ha de realizarse respecto del gobierno de Bachelet. Pero el problema no termina en la definición del carácter patronal de Bachelet, en realidad el problema comienza ahí y esto es algo que buena parte de los grupos que se encuentran a la izquierda PC no logran comprender. Es por eso que esta izquierda se encuentra severamente amenazada de ser borrada del mapa por la marea bacheletista.

Cuando hablamos de la “izquierda” nos referimos a muchas agrupaciones y tendencias que no podemos revisar en esta nota, tanto por su número, como por su incidencia en la lucha de clases. Nosotros mismos, Revolución Proletaria (RP), formamos parte objetivamente de esta izquierda fragmentada y fragmentaria, que busca constituirse como eje de la rearticulación del movimiento obrero y de masas en esta fase histórica.

Para esta izquierda la amenaza de Bachelet es mortal. Bachelet logró cooptar al PC y con ello borró de un plumazo toda expresión extraparlamentaria que alimentara la ilusión de la recomposición de un bloque reformista alternativo a la Concertación. Los subsecuentes proyectos del PAIS, Izquierda Unida, el MIDA y el PODEMOS, que dieron vida al activismo izquierdista durante más de veinte años, han quedado sepultados para siempre. Hoy no existe ninguna posibilidad de reflotar esas experiencias porque su eje, el Partido Comunista, hoy está en el Gobierno orgánica y funcionalmente hablando.

Sin ir más lejos y sólo a vía ejemplar, la UNE una corriente estudiantil de cierta relevancia y de clara filiación bolivariana que apoyó a Claude en su pasada experiencia presidencial, ha recibido del chavismo una clara notificación en boca de Nicolás Maduro: para el chavismo Bachelet es la encarnación chilena del proyecto bolivariano y saludó su elección como un triunfo del pueblo chileno. Esta es la dinámica que enfrentarán todos los grupos de izquierda, autónomos, libertarios, morenistas, miristas, rodriguistas, pc-ap, etc.: su propia perspectiva de consolidar referentes electorales ha devenido en una vía muerta. Esto inclusive afecta a otros sectores como al mismo Claude y MEO, cuya existencia y fundamentación política, con Bachelet en el gobierno, tiende a cero.

El único caso que podría formalmente cuestionar este análisis es el triunfo electoral de Boric en Pta. Arenas, pero esto hay que tomarlo con pinzas. Es cierto que Boric se impuso a la Derecha y la Nueva Mayoría, pero no es menos cierto que ese mismo electorado, en la senatorial, eligió a Bianchi, un conocido derechista. Pareciera que lo de Boric está más ligado al fenómeno regionalista que a un emergente electorado de izquierda.

Finalmente, compañeros, hay que ser claros, la reconstrucción de la izquierda no pasará por la formación de rejuntes electorales ni del papel que ocasionalmente puedan jugar las rémoras del bacheletismo. Nuestra tarea, la de Revolución Proletaria (RP), a la que convocamos al conjunto del activismo de izquierda es a la construcción del Partido de Revolución Proletaria. Nada más, nada menos. Es necesario acometer la tarea de construir ese estado mayor de los explotados en lucha, una organización de militantes profesionales, cuadros de la revolución que sometan su vida a las exigencia de la lucha revolucionaria y que se plantee estructurarse en el seno de los explotados, en sus luchas. Un partido que en ese proceso estructure su programa, como teoría de la revolución en Chile, en torno a la estrategia de la revolución y dictadura proletarias, entendiendo que la liberación de los trabajadores del yugo capitalista sólo será el resultado de la lucha y la movilización, en una clara perspectiva insurreccional.

Compañeros, la burguesía y su régimen, con Bachelet como abanderada, se disponen a sojuzgar al movimiento de masas y a disciplinarlo a sus intereses y programa. Sabemos en qué terminará esto: miseria, hambre y represión crecientes, lo único que nos puede ofrecer el podrido orden capitalista en Chile. Es el momento de ponerse de pie, de unirse y alzar las banderas de la causa del proletariado. La bandera sin manchas de la causa de los explotados, con la memoria de nuestros caídos, de los ejecutados, de los detenidos desaparecidos. Con la memoria de la clase obrera, de los explotados del campo y la ciudad, que son el futuro, el único futuro posible para nuestro pueblo.

La lucha recién empieza compañeros. Adelante


Revolución Proletaria (RP), 19 de diciembre de 2013.

1 comentarios:

"Cuando la prensa liberal, enternecida, comparaba el gesto de los industriales rusos del 10 de marzo de 1917 con el de la nobleza francesa el 4 de agosto de 1789, se hallaba mucho más cerca de la verdad histórica de lo que ella misma se imaginaba: al igual que los señores feudales de fines del siglo xviii, los capitalistas rusos obraban impulsados por la necesidad y confiando en asegurarse para lo futuro, con esta concesión temporal, la restitución de lo perdido."


León Trotsky, "Historia de la Revolución Rusa", Tomo I, “El Comité Ejecutivo”, p.287, Editorial Quimantú, 1972

Acerca de las concesiones de la burguesía frente a escenarios adversos de la lucha de clases, este párrafo hace referencia a la lucha que dan los trabajadores peterburgueses por la jornada de 8 horas, que arrancan primero a los propios burgueses, antes de que el gobierno provisional o el soviet (controlado por los mencheviques), ordenase o legalizase tal demanda de los trabajadores. En este sentido, Trotsky esboza con claridad la visión estratégica de la burguesía, que da el paso de otorgar el beneficio con mayor celeridad que la pequeño burguesía en el poder; que vacila permanentemente. Y son los mismos medios burgueses quienes dan cuenta de, como dice Trotsky "la verdad histórica", al comparar la cesión de la jornada de 8 horas de parte de la burguesía, con la cesión de beneficios de la nobleza francesa en 1789 en el marco de la revolución francesa. Siempre las clases dominantes y en particular la burguesía conceden y otorgan derechos con el solo objetivo de morigerar la radicalidad de la lucha de los oprimidos, y con la esperanza de que en un futuro temprano, recuperarán lo que “legítimamente” les pertenece.