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miércoles, 30 de mayo de 2012

Cuando los respetables se vuelven extremistas, los extremistas se vuelven respetables (30/05/2012)

Cuando los respetables se vuelven extremistas, los extremistas se vuelven respetables

James Petras 

Introducción
Bajo cualquier parámetro histórico, ya se trate de la legislación internacional, las convenciones de los derechos humanos, los protocolos de Naciones Unidas o los indicadores socioeconómicos, las políticas y prácticas de los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea se pueden calificar de extremistas. Con esto queremos decir que sus políticas y prácticas se traducen en destrucción sistemática a gran escala y largo plazo de vidas humanas y hábitats y afectan probablemente a millones de personas mediante la aplicación directa de la fuerza y la violencia. Los gobiernos extremistas detestan la moderación que comporta rechazar las guerras declaradas y preferir las negociaciones pacíficas. La moderación busca la resolución de conflictos a través de la diplomacia, la negociación y el rechazo del terrorismo de Estado y paramilitar, la desposesión masiva, el desplazamiento de poblaciones civiles y el ataque sistemático contra los sectores populares de la sociedad civil.
La primera década del siglo XXI ha sido testigo del abrazo de Occidente al extremismo en todas sus manifestaciones, tanto de la política interior como exterior. El extremismo es una práctica habitual de los autodenominados conservadores, liberales y socialdemócratas. Antes, serconservador suponía preservar el statu quo y, como máximo, hacer pequeños ajustes en los márgenes. Los «conservadores» actuales exigen eldesmantelamiento completo de la totalidad de los sistemas de bienestar social y la supresión de las restricciones legales tradicionales que protegen de los abusos contra la mano de obra y el medio ambiente. Los liberales y socialdemócratas que antes, de vez en cuando, ponían en cuestión los regímenes coloniales han estado en la primera línea de guerras coloniales múltiples y prolongadas que han asesinado y desplazado a millones de personas en Iraq, Afganistán, Libia y Siria.
El extremismo, tanto en lo referente a los métodos, los medios y los objetivos, ha destruido las distinciones entre políticos de centro-izquierda, de centro y de derecha. A quienes se oponen moderadamente a las políticas de rescatar a una docena de bancos importantes y empobrecer a decenas de millones de trabajadores se les llama «izquierda dura», «extremistas» o «radicales».
Siguiendo la estela de las políticas extremistas de las autoridades públicas, los respetables y prestigiosos medios de comunicación impresos se han entregado a sus propias versiones del extremismo. (1) Las guerras coloniales que devastan la sociedad civil y empobrecen material y culturalmente a millones de personas en los países colonizados se justifican, adornan y presentan como legítimas, humanas y promotoras de valores democráticos seculares. Las guerras internas en nombre de las oligarquías y contra los trabajadores asalariados, que concentran la riqueza y ahondan en la desesperación de los desposeídos, se califican de racionales, virtuosas y necesarias. Las diferencias entre los medios prudentes, equilibrados, prestigiosos y rigurosos y la prensa amarilla sensacionalista han desaparecido. La invención pura y dura, las omisiones flagrantes y las distorsiones de los contextos se encuentran tanto en unos como en otros.
Para ilustrar el reinado del extremismo en los círculos oficiales y la prensa de prestigio analizaremos dos casos concretos: las políticas estadounidenses hacia Colombia y Honduras y la cobertura informativa que han dado de ellas The Financial Times y The New York Times.

Colombia: «La democracia más antigua de América Latina» contra «la capital mundial de los escuadrones de la muerte»
Siguiendo los pasos de las alabanzas eufóricas que de la emergencia de Colombia como imagen emblemática hacía en un número del mes de abril la revista Time, así como de The Wall Street Journal, The New York Times y The Washington Post, The Financial Times publicó una serie de artículos que incorporaban una sección especial sobre el «milagro» político y económico de Colombia: «Investing in Colombia» [«Invertir en Colombia»]. (2) Según el enviado especial a América Latina de The Financial Times, un tal John Paul Rathbone, Colombia es «la democracia más antigua del continente». (3) La fascinación de Rathbone por el presidente Santos de Colombia trasciende de deberse a su papel como «agente de poder emergente» para la Sudamérica continental hasta llegar a hacerlo responsable de dar garantías a los inversores extranjeros en Colombia y «despertar la envidia» de otros gobiernos menos exitosos de la región. Rathbone pone de relieve la historia de un dirigente empresarial del país que afirma que Medellín, la segunda ciudad más importante de Colombia, «vive sus mejores tiempos». (4) En sintonía con la opinión de la élite extranjera y empresarial, el respetable medio de comunicación impreso describe Colombia como un país próspero, pacífico, generoso con las empresas (porque recibe las tasas de regalías por las extracciones mineras más bajas de todo el continente) y un modelo de democracia estable que debe ser emulado por todos los líderes con amplitud de miras. Con el presidente Santos, Colombia ha firmado un tratado de libre comercio con el presidente Obama, su aliado más estrecho en el continente. (5) Con el presidente Bush, los sindicatos, los grupos de derechos humanos y religiosos y la mayoría demócrata del Congreso estadounidense consiguieron bloquear el acuerdo sobre las bases militares aduciendo las violaciones continuas de los derechos humanos en Colombia. Cuando Obama suscribió el tratado de libre comercio, la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industrailes (AFL-CIO, Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations) y la oposición demócrata se se vinieron abajo en el momento en que el presidente Obama reclamó una mejora significativa en la situación de los derechos humanos y el compromiso de Santos para poner fin a los asesinatos de dirigentes y activistas sindicales. (6)
La paz, la seguridad y la prosperidad alabadas por las élites petroleras, mineras, banqueras y del sector agrario se basan en el peor expediente de derechos humanos de América Latina. En lo referente al asesinato de sindicalistas, Colombia supera a la totalidad del resto del mundo junto. Entre los años 1986 y 2011, más del 60 por ciento de los sindicalistas asesinados en todo el mundo murieron en Colombia a manos de una fuerza militar-policial-paramilitar combinada, en gran medida a instancias de dirigentes empresariales nacionales y extranjeros. (7) La «paz» que Rathbone y su cohorte de The Financial Times elogian tiene un coste de más de 12.000 asesinatos, detenciones, heridas y desapariciones de sindicalistas entre el 1 de enero de 1986 y el 1 de octubre de 2010. (8) En ese periodo fueron asesinados casi 3.000 dirigentes y activistas sindicales y varios centenares fueron secuestrados o desaparecieron. El presidente Santos era Ministro de Defensa durante el mandato del anterior presidente Álvaro Uribe (2002-2010). En esos ocho años fueron asesinados 762 dirigentes y activistas sindicales, más del 95 por ciento a manos del Estado o de fuerzas paramilitares aliadas. (9)
Bajo los mandatos de los presidentes Uribe y Santos (2002-2012),fueron desplazados y despojados de sus hogares más de cuatro millones de campesinos y habitantes de zonas rurales, a quienes los terratenientes y narcotraficantes confiscaron las tierras. (10) Las tácticas terroristas utilizadas por la estrategia contrainsurgente de los gobiernos sirvió a la doble finalidad de reprimir a la disidencia y acumular riqueza. Los periodistas de The Financial Times ignoran este capítulo del «crecimiento renaciente» de Colombia. Sienten particular entusiasmo por la consiguiente «seguridad» porque en el año 2012 afluyó una gran inversión exterior a gran escala, más de 6.000 millones de dólares, a las regiones mineras y petroleras que anteriormente estaban «aquejadas» de disturbios. (11)
Los principales señores de la droga, que estaban estrechamente vinculados a los gobiernos de Uribe y Santos y posteriormente fueron encarcelados y extraditados a Estados Unidos, han declarado en sus testimonios que financiaron y eligieron a un tercio de los miembros del Congreso colombiano afiliados al partido de Uribe y Santos en esa «democracia más antigua» de América Latina a la que se refiere Rathbone. Según Salvatore Mancuso, ex jefe del escuadrón de la muerte paramilitar de 30.000 miembros de Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), él mismo se encontró con el entonces presidente Uribe en diferentes zonas del país y le entregó dinero y facilitó apoyo logístico en su campaña de reelección de 2006. También afirmó que muchas corporaciones nacionales y multinacionales financiaron el crecimiento y la expansión de los escuadrones de la muerte. Lo que Rathbone y sus colegas periodistas de The Financial Times celebran como la emergencia de Colombia como paraíso del inversor está cuajada de la sangre y la matanza de miles de campesinos, sindicalistas y activistas colombianos pro derechos humanos. La sangrienta historia del reinado de terror de Uribe y Santos ha sido omitida por completo de la narración actual de la «historia de éxito» de Colombia. Las descripciones detalladas de la brutalidad de las matanzas y las torturas de los escuadrones de la muerte patrocinados por Uribe y Santos, que refieren la utilización de sierras eléctricas para amputar extremidades de campesinos sospechosos de simpatías izquierdistas, están a disposición de todo aquel periodista que esté dispuesto a consultar a las principales organizaciones de derechos humanos de Colombia. (12)
Los escuadrones de la muerte y el ejército actúan de forma coordinada. El ejército recibe entrenamiento de más de un millar de asesores de las fuerzas especiales estadounidenses. Llegan a una aldea en una oleada de helicópteros suministrados por Estados Unidos, arrebatan la región a las guerrillas y, a continuación, permiten que los terroristas de AUC saqueen las aldeas matando, violando y destripando a hombres, mujeres y niños sospechosos de simpatizar con la guerrilla. Las tácticas terroristas han expulsado de las zonas rurales a millones de campesinos.

Permitir que los generales y los señores de la droga se apropien de sus tierras
Los defensores de los derechos humanos suelen ser blanco frecuente del ejército y los escuadrones de la muerte. Los presidentes Uribe y Santos los acusan primero de ser colaboradores activos de la guerrilla por dar a conocer los crímenes contra la humanidad cometidos por el gobierno. Una vez marcados, esos defensores se convierten en «blancos legítimos» para el ataque armado de los escuadrones de la muerte y el ejército, que actúan con absoluta impunidad. Entre los años 2002 y 2011 se perpetraron 1.470 actos de violencia contra defensores de los derechos humanos, cuya cifra récord se alcanzó en 2011 con 239, entre los cuales hubo 49 asesinatos durante la presidencia de Santos. (13) Más de la mitad de los defensores de los derechos humanos asesinados son indígenas y afro-colombianos.
El terrorismo de Estado fue y sigue siendo el principal instrumento de gobierno con los presidentes Uribe y Santos. Según la Fiscalía General, entre los años 2010 y 2014 se produjeron en los «campos de la muerte» colombianos decenas de miles de homicidios, 1.597 matanzas y millares de desapariciones. (14)
La práctica de «falsos positivos» revelada por la prensa colombiana, según la cual el ejército secuestra a jóvenes pobres, los disfraza de guerrilleros y los asesina, se encuentran en los respetables medios de comunicación impresos estadounidenses como prueba de los éxitos militares de Santos y Uribe en su lucha contra la guerrilla. Hay 2.472 casos documentados de asesinato de falsos positivos a manos del ejército. (15)

Honduras: The New York Times y el terrorismo de Estado
The New York Times publicó un artículo sobre Honduras en el que subrayaba la «cooperación» del gobierno en la lucha estadounidense contra la droga. (16) El periodista Thom Shanker habla de una «asociación» basada en la expansión de tres nuevas bases militares y el estacionamiento en el país de las fuerzas especiales estadounidenses. (17)
Shanker describe la victoriosa operación de las fuerzas de operaciones especiales de Honduras, orientadas y dirigidas por formadores de las fuerzas especiales estadounidenses. Shanker habla de la visita realizada por una delegación de miembros del Congreso estadounidense que evaluaó a las tropas locales en lo referente al respeto a los derechos humanos y cita que el embajador estadounidense en Honduras elogió al gobierno como «socio entusiasta y capacitado para este esfuerzo conjunto». (18)
Hay paralelismos insidiosos entre la forma de encubrir al gobierno extremista criminal de Honduras por parte de The New York Times y la cruda promoción que lleva a cabo The Financial Times de esta democracia de escuadrones de la muerte de Colombia.
El gobierno actual encabezado por el «presidente» Lobos, que invita al Pentágono a ampliar su control militar sobre grandes franjas de territorio hondureño, es fruto de un golpe militar respaldado por Estados Unidos que derrocó a un presidente liberal elegido el 28 de junio de 2009, un aspecto que Shanker olvida mencionar. Lobos, el presidente de rapiña, mantiene el control asesinando, encarcelando y torturando a críticos, periodistas, defensores de los derechos humanos y trabajadores rurales sin tierra que pretenden reclamar las tierras que les han arrebatado violentamente los terratenientes que respaldan a Lobos.
Tras el golpe militar, miles de manifestantes hondureños en favor de la democracia fueron asesinados, apaleados y detenidos. Según estimaciones conservadoras de Human Rights Watch, 20 disidentes pro democracia fueron asesinados por el ejército y la policía. (19) Entre enero de 2010 y noviembre de 2011, al menos 12 periodistas críticos con el gobierno de Lobos fueron asesinados.
En las zonas rurales, donde el reportero de The New York Times describe un idilio amoroso entre las fuerzas especiales estadounidenses y sus homólogas hondureñas, entre enero y agosto de 2011 fueron asesinados 30 campesinos en el valle de Bajo Aguan, al norte de Honduras, por escuadrones de la muerte a sueldo de los oligarcas que apoyan a Lobos. (20) Ni un solo asesino del ejército, la policía o los escuadrones de la muerte ha sido juzgado y encarcelado. Roberto Micheletti, líder golpista, y el presidente Lobos, su sucesor, han atacado reiteradamente las manifestaciones en favor de la democracia, en especial las encabezadas por maestros, estudiantes y sindicalistas, y han torturado a centenares de disidentes políticos encarcelados. Precisamente en el mismo periodo que The New York Times publica su artículo más entusiasta sobre las relaciones amistosas entre Estados Unidos y Honduras, el número de muertos entre los disidentes en favor de la democracia aumentó bruscamente: en los primeros cuatro meses de 2012 han sido asesinados ocho periodistas y un locutor de televisión. (21) A finales de marzo y principios de abril de 2012, nueve campesinos y empleados fueron asesinados por terratenientes favorables a Lobos. (22) Ninguna detención, ningún sospechoso... la impunidad reina en la tierra de las bases militares estadounidenses. The New York Times sigue el ejemplo de la complicidad y la ley del silencio propias de la mafia.

Siria: Cómo The Financial Times absuelve a los terroristas de Al Qaida
Mientras los terroristas respaldados por Occidente saquean Siria, la prensa occidental, especialmente The Financial Times, sigue absolviendo a los terroristas de colocar coches bomba, matar y mutilar a centenares de civiles. Con un cinismo descarnado, sus reporteros se encogen de hombres y dan crédito a las afirmaciones de los terroristas de Londres dedicados a sembrar propaganda, según la cual el gobierno de Assad se dedica a destruir sus propias ciudades y sus fuerzas de seguridad. (23)

Conclusión
Mientras el gobierno de Obama y sus adláteres europeos abrazan públicamente el extremismo, (incluido el terrorismo de Estado), los asesinatos selectivos y los coches bomba en ciudades abarrotadas, la prensa respetable le imita. El extremismo adopta muchas formas: desde la omisión de información sobre el uso de la fuerza y la violencia para derrocar a gobiernos adversarios hasta el encubrimiento de asesinatos generalizados de decenas de miles de civiles y la expropiación de millones de campesinos y agricultores. Las «clases cultas», los lectores acomodados, están siendo adoctrinados por los medios respetables para que crean que el presidente Santos sonriente y pragmático y el presidente electo Lobos han conseguido consolidar la paz y la prosperidad basada en el mercado y garantizar un acuerdo de libre comercio y unas concesiones de bases militares a Estados Unidos que benefician a ambas partes, aun cuando los dos gobiernos ocupen los primeros puestos de la lista de países del mundo donde se asesinan a más sindicalistas y periodistas. Incluso hoy, día 15 de mayo de 2012, mientras leo que la asamblea de congresistas hispános de Estados Unidos ha otorgado a Lobos el primer puesto en un galardón de defensa de la democracia, la prensa hondureña informa del asesinato del director de informativos de la emisora de radio HMT, Alfredo Villatoro, que hace el número 25 de los periodistas críticos asesinados entre el 27 de enero de 2010 y el 15 de mayo de 2012. (24)
El apoyo de la prensa respetable al extremismo y su utilización de una terminología demonizadora y un lenguaje virulento para describir a los adversarios del imperio van a la par de las alabanzas eufóricas y efusivas de los terroristas de Estado y los mercenarios pro occidentales. El encubrimiento sistemático ejercido por el periodismo extremista va mucho más allá de los casos de Colombia y Honduras. El reportaje de Michael Peel en The Financial Times sobre la devastación dirigida por la OTAN de Libia (el estado de bienestar más avanzado de África) y el ascenso al poder de bandas armadas de terroristas tribales e islámicos fanáticos se presenta como una victoria de la democracia sobre «una dictadura brutal». (25) La mendacidad y la hipocresía de Peel quedan patentes en sus vergonzosas afirmaciones de que la destrucción de la economía libia y la tortura masiva y los asesinatos raciales que siguieron a la guerra de la OTAN son una victoria del pueblo libio.
El giro totalitarista de la prensa respetable es consecuencia directa de su adulación de las medidas extremistas adoptadas por los gobiernos occidentales. Como, al igual que sucede con el uso de la fuerza, la violencia, el asesinato y la tortura, las medidas extremistas se han convertido en práctica habitual de los presidentes y primeros ministros actuales, a los periodistas no les queda otra opción que inventar mentiras para racionalizar los delitos y escupir un chorreo constante de adjetivos muy recargados con el fin de convertir a las víctimas en verdugos y a los verdugos, en víctimas. El extremismo en defensa de los gobiernos pro estadounidenses ha desembocado en los relatos más grotescos que se puedan imaginar: los presidentes de Colombia y México son los líderes de las economías más absolutamente narcotizadas del continente, pero se les elogia por la guerra que libran contra las drogas mientras que a Venezuela, el país productor más marginal, se le estigmatiza calificándolo de ser el principal «narcoducto». (26)
Los artículos sin ningún fundamento de hecho, indignos de ser fuente de información objetiva, nos orientan a buscar una explicación subyacente. Colombia ha firmado un tratado de libre comercio que beneficiará a las exportaciones estadounidenses frente a las colombianas en una proporción de dos a uno. (27) La política de libre comercio de México ha beneficiado en una proporción similar al sector agrario y los grandes minoristas estadounidenses.
El extremismo en todas sus modalidades se infiltra en los gobiernos occidentales y encuentra su justificación y racionalización en los medios respetables, cuya misión es adoctrinar a la sociedad civil y convertir a los ciudadanos en cómplices voluntarios del extremismo. Al prologar interminablemente los «reportajes» sobre Putin, de Rusia, presentándolo como un tirano autoritario de la era soviética, los medios respetables evitan todo debate sobre el hecho de que ha duplicado el nivel de vida y ha obtenido una victoria electoral con más del 60 por ciento de los votos. Al magnificar el pasado autoritario de Gadafi, sus mastodónticas obras públicas, sus programas de bienestar social y sus generosos programas de inmigración y ayuda exterior al África subsahariana quedan relegados al pozo sin fondo de la memoria. Las alabanzas que la prensa respetable vierte sobre los presidentes Santos y Lobos y sus escuadrones de la muerte forman parte de un desplazamiento sistemático a gran escala y largo plazo desde la pretensión hipócrita de promover las virtudes de una república democrática a la suscripción abierta de un imperio asesino y enfurecido. La nueva regla de los periodistas dice: «para la defensa del imperio, el extremismo no es ningún mal».


Tomado de: Rebelion
Radio Popular Enrique Torres

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