Buenos días compañeras y compañeros.
Quiero
agradecer la invitación a esta actividad y vuestra presencia,
felicitando a los organizadores por esta iniciativa, aun cuando el tema
que nos proponen abordar, “Pueblo organizado, historia y perspectiva” es
muy amplio para el escaso tiempo asignado, por lo que trataremos de
instalar algunas ideas centrales para desarrollarlas posteriormente en
el debate.
El primer
concepto a instalar es que los fenómenos que se presentan en la lucha
de clases no devienen exclusivamente del mundo de las ideas, ni se puede
pretender un análisis de coyuntura, exclusivamente basado en los
movimientos y corrientes ideológicas y políticas existentes en la
sociedad. Hace demasiado tiempo ya que está descrito que son las
condiciones materiales y las relaciones sociales de producción que
establecen los seres humanos, la lucha de clases en su más cruda
expresión, la lucha por los intereses concretos de cada clase, los que
mueven la humanidad. Es en la defensa de sus intereses concretos en que
se articulan propuestas, ideas, corrientes políticas, acciones, que no
nacen de la nada ni exclusivamente del cerebro de los seres humanos,
sino que, corresponden como ya ha sido señalado, a la expresión en la
esfera de la superestructura política e ideológica de la sociedad de
los fenómenos que ocurren en su actividad principal como comunidad: la
económica.
En segundo
lugar, señalar, también como crítica a la liviandad y carencia de rigor
que encontramos en algunos análisis, que las categorías de análisis, los
conceptos que solemos usar, no son la “realidad”. Son abstracciones
construidas en el plano de las ideas a partir de la realidad, del
proceso de establecer fenómenos y leyes que rigen, condicionan o
determinan fenómenos en las relaciones que establecen los seres humanos,
por tanto, al ser estos partes de un movimiento constante y continuo,
que se corresponden a momentos de la historia, dichas categorías no son
ni verdades eternas, ni inmutables, ni menos “objetos reales”. Son
categorías de análisis que requieren de ser estudiados y entendidos en
su contexto, en su especificidad, como diría Marx, análisis concreto, de
lo particular a lo general. Categorías de análisis por tanto que tienen
un significado concreto y no el que arbitrariamente se le ocurre al
analista respecto a los significantes por ejemplo de relaciones de
producción, clases sociales, proletariado, etc.
Lo
señalo porque que también la contrarrevolución burguesa que hemos
vivido en Chile, ha llegado al punto de influir ideológicamente de tal
manera, que muchos que se dicen marxistas o comunistas, negando todo el
avance en las ciencias sociales, contrabandean ideas, categorías de
análisis, conceptos de modo tal que se instalan visiones de un marxismo
vulgar, del post modernismo y otras yerbas, que nos retrotraen a las
luchas ideológicas sostenidas hace ya un par de siglos ante corrientes
ideológicas que en su época fueron derrotadas.
En
tercer lugar, quisiera señalar que al igual que en otras sociedades
capitalistas, Chile con sus de 40 años de contrarrevolución triunfante,
tiene una economía capitalista madura respecto a otras del continente,
economía inserta en una economía mundo como proveedora de materias
primas principalmente; siendo su principal contradicción la que
establece la burguesía propietaria de los medios de producción y
detentora del poder en todo sus aspectos, aliada de sus similares en el
terreno internacional, versus el proletariado, entendido este como los
que no poseen medios de producción y se ven obligados a vender su fuerza
de trabajo para subsistir. Vale decir, la contradicción principal de la
sociedad es capital versus trabajo y no las pócimas que se venden en el
mercado electoral, del populismo o del reformismo.
Sin
embargo, al señalar esto de la contradicción principal, asumimos
también que existen númerosas otras contradicciones, así como otros
procesos productivos integrados y subordinados al principal ya señalado.
Contradicciones generadas por las propias leyes
que rigen el desarrollo de las economías capitalistas como la tendencia
a la concentración y monopolización del capital que deviene en la lucha
constante entre los grupos y conglomerados económicos a escala mundial,
regional y local, las contradicciones entre el capital monopólico y
financiero respecto a otros capitales de carácter productivo, así como
las contradicciones que existen en el propio seno de las clases y capas
sociales dominadas como por ejemplo entre un obrero de la gran minería
del cobre que tiene un ingreso y condiciones de vida muy superiores a un
obrero agrícola temporero, o las contradicciones especificas respecto
al dominio patriarcal sobre las mujeres, sobre los pueblos originarios,
el campesinado u otros.
El
Estado construido por las clases dominantes, tiene por misión principal
preservar y reproducir el dominio que tiene la burguesía sobre el resto
de las clases, generando un conjunto de instrumentos para establecer
este dominio por el consenso a partir de la instalación, hegemonía y
reproducción de su ideología para presentar y establecer como normal y
únicas posibles las relaciones de producción y formas de vida que
propone, contando con multitud de aparatos para tal efecto, entre otros
los medios de comunicación, radio, tv, instrumentos para reproducir su
cultura, su arte, su música, sus escuelas, universidades, etc.
Estado
que tiene al mismo tiempo los instrumentos para contener, controlar y
reprimir a quienes pretendan subvertir o revolucionar el orden
establecido por ellos, instrumento de dominación que instala la
violencia y el uso de las armas como patrimonio exclusivo de ellos
desarrollando en la actualidad un verdadero Estado Contrainsurgente con
distintos tipos de fuerzas de inteligencia, fuerzas armadas, cárceles,
sistemas jurídicos y judiciales, operaciones sobre los territorios y
espacios sociales como la ocupación del territorio mapuche, el
soplonaje, los montajes judiciales, la criminalización de los
movimientos sociales, la represión directa sobre las movilizaciones de
masas, todo ello, tendiente en último término, a mantener su dominación.
Pero no solo ese rol cumple el Estado.
También
el Estado es el espacio donde la burguesía dirime sus contradicciones.
El ejercicio, pretendidamente democrático de elecciones, de la
existencia de un Parlamento, de senadores y diputados (ahora incluido los
Cores), son el espacio donde ellos dirimen sus contradicciones,
establecen acuerdos, se constituyen como parte del bloque en el poder,
en el que se incluyen por cierto las asociaciones patronales, los
espacios más privados donde negocian y que en algún momento han sido
reconocidos como los verdaderos poderes fácticos de este país.
Dicho
de otro modo, es en la vida cotidiana, en el conjunto de acciones que
diariamente realizamos en cada momento, en que se verifica la
explotación y dominación de las clases dominantes: al pagar un arriendo
de casa o un subsidio alimentamos al que vive de las rentas, al comprar
en el supermercado o en el almacén a las cadenas de lo que hoy se
denomina retail, al trabajar en cualquier lugar nos extraen la
plusvalía, al transportarnos en un vehículo de cualquier tipo a los
grupos que controlan la energía, al consumir energía eléctrica, al
mandar a nuestros hijos a la escuela para que aprendan las ideas y
visión de mundo de la burguesía, en fin, en todas las actividades de la
vida misma está presente la dominación, incluido por supuesto la cultura
hedonista e individualista, y los grandes logros ideológicos de los
poderosos: el individualismo, el sálvate solo y la insolidaridad.
Los
dominados, el conjunto de clases y capas sociales, al contrario de la
burguesía, no solo no tienen conciencia de esta dominación y la amplitud
y profundidad de esta. Es condición esencial para la dominación
mantenerlos dominados ideológicamente y que no tengan conciencia de la
dominación a que son sometidos. Por ello los enormes esfuerzos de la
burguesía para mantener el sueño embrutecedor a que son sometidos, las
estériles esperanzas de que pueden ascender en la escala social de
manera individual y sobre todo el trabajo de dividirlos, fragmentarlos,
convertirlos en sujetos individuales que no se reconozcan y una
verdadera subdivisión de funciones en el trabajo y en los oficios: yo
soy empleado, no obrero, yo soy obrero de planta no subcontratado, yo soy
profesional no técnico, yo soy de planta, tu eres Cuma, eres
“sopaipilla”, eres temporero, eres flaite, y en el paroxismo de la
fragmentación, eres “madre de la U”, “monja de la UC” o “indio
colocolino”. Dividir para reinar, fragmentar. Atomizar.
La
historia de Chile es también la historia del desarrollo de los
explotados y dominados en cuanto a su conciencia, al desarrollo de sus
organizaciones, al desarrollo de sus formas de lucha y de su maduración
política. De las mutuales para comprar un ataúd para un entierro digno,
la caja y paquete de comida para las huelgas, a las mancomunales para
luchar por mejoras salariales, del sindicato a las confederaciones, de
la lucha reivindicativa a la magnífica CUT de Clotario Blest que define
que no se trata de pelear por chauchas más o menos sino por derribar al
capitalismo. Maduración que tiene que ver con el paso de las peticiones,
reclamos a la huelga legal, a la huelga ilegal hasta llegar en
innumerables veces al Paro Nacional, y en el periodo pre revolucionario
de fines de los 60 y principio de los 70 a las tomas de terreno,
fábricas, fundos, escuelas, universidades, comunas completas y al
surgimiento de un programa político revolucionario para las masas de
control obrero, de Poder Popular.
Es también la
historia de las ideas políticas en el seno de los explotados: el
asistencialismo inicia las luchas reivindicativas buscando reformas
dentro del Estado, la existencia y desarrollo de corrientes
socialdemócratas que políticamente pensaban que era posible luchar por
transformaciones revolucionarias en el marco de la legalidad burguesa
pretendiendo que en Chile existía una burguesía progresista y unas FFAA
atípicas que no defenderían el estado burgués. Y por cierto el
desarrollo del marxismo revolucionario que plateara claramente la lucha
por el poder político y la necesidad de acumular fuerzas sociales,
políticas y militares para derribar el sistema.
La
historia de la clase obrera, de las organizaciones populares, no es la
epopeya lineal, siempre ascendente que se quiere mostrar. Está llena de
contradicciones, de avances y de retrocesos, de lucha ideológica
permanente en su seno de diversas concepciones: gremialistas, social
cristiana, asistencialistas, socialistas utópicas, anarquistas,
comunistas de diversas vertientes.
Claramente
las propuestas políticas de las diversas organizaciones que actúan en su
seno han desarrollado concepciones organizativas y formas luchas
concordantes con sus objetivos políticos. Por ello, las organizaciones
sociales, en general, o movimiento de masas en general es una
abstracción que abarca todo tipo de organizaciones y formas de lucha,
desde las naturales o legales, aceptadas por el sistema político
imperante, pasando por las organizaciones de facto, que no son
reconocidas por la institucionalidad, hasta llegar a las organizaciones
ilegales de masas, las que se generan para luchar contra la
institucionalidad o al margen de ella, como lo han sido las numerosas
organizaciones germinadas para dirigir luchas de masa y acciones
directas, tales como paros, comandos, tomas de terrenos, de fundo, de
fábricas, coordinadoras comunales, cordones industriales y otras formas
de expresión de poder popular.
A
propósito de los 40 años de contrarrevolución en Chile, desde las
clases dominantes, la socialdemocracia y el reformismo, se trató
majaderamente de instalar la “historia oficial” de la violación de un
Estado democrático y republicano de parte de “militares traidores” que
reaccionaban ante los excesos de los ultraizquierdistas que sobrepasaban
a Allende, lectura que no solo niega la historia chilena llena de
masacres, de alzamientos y revueltas insurgentes desde el campo
popular, sino que esconde el verdadero carácter de la lucha de clases,
bajo un proceso de alza del movimiento de masas que venía ya madurando
su determinación de luchar por transformaciones revolucionarias de la
sociedad en momentos de aguda crisis económica, social y política.
Bajo
esa lectura se niega el rol de una importante franja de obreros,
campesinos y pobladores, de sectores políticos de la propia Unidad
Popular que fueron capaces de levantar una línea política y de
construcción de organizaciones para luchar por el Poder.
Recién
ahora es vox populi y ampliamente reconocido que Allende iba a llamar a
plebiscito y a someterse a sus resultados el día 14 de septiembre,
información que tenían todo los dirigentes políticos de la época,
incluido los militares y por supuesto las organizaciones patronales.
Ahora se entiende entonces el sentido global del golpe de Estado:
reconvertir absolutamente el sistema económico y político del país y
sobretodo, castigar y aterrorizar a las masas para que nunca más
volvieran a plantearse la lucha por el poder.
La
contrarrevolución chilena, los años de la concertación posterior,
transformaron aspectos importantes del modelo económico y en su labor
represiva y criminal, lograron derrotar varias veces los intentos
revolucionarios de construir una alternativa revolucionaria de lucha por
el poder. A la par, profundizaron su dominio ideológico, atomizaron al
movimiento popular desarticulándolo y principalmente lograron recuperar
un amplio dominio ideológico de las masas, haciéndolas retroceder a los
grados más profundos de individualismo, temor e incapacidad de levantar
un proyecto propio. Durante los últimos dos decenios se vienen
recuperando lentamente grados de organización, de articulación, de
formas de lucha, de conciencia política tras haber pasado periodos
completos de claudicación en lo ideológico, negación del marxismo, de la
necesidad de organización, de partido revolucionario instalándose
concepciones espontaneistas, y sobre todo la idea central de la
imposibilidad de luchar revolucionariamente por transformar la sociedad
aceptando el marco y la institucionalidad de los poderosos como único
camino para organizarse, acumular fuerzas y luchar por un proyecto
propio.
No han sido en
vano los esfuerzos por mantener y levantar las concepciones
revolucionarias. Volvamos al inicio donde señalábamos que los procesos
de lucha de clases, tienen como telón de fondo las condiciones
materiales y las relaciones de producción. Lo que ha venido ocurriendo
en Chile en los últimos años es el agotamiento del modelo económico
impulsado por la contrarrevolución y particularmente en desfase cada vez
más claro entre la imagen de sociedad de oportunidades que se presenta y
la realidad concreta lo que termina por provocar lentamente el
cuestionamiento a pilares esenciales del Estado.
De
una parte está la propia lucha inter burguesa (de concentración de
capitales, mantención de las tasas de ganancia y derrota a los
competidores) que ha llevado a la propia burguesía a vulnerar “su
legalidad” y sus mecanismos impuestos. Son centenares los ejemplos donde
los “consumidores” son vulnerados en sus derechos (usando sus propios
conceptos) desde los cobros abusivos, las “colusiones”, las estafas en
las ofertas educativas, los altos niveles de endeudamiento vía crédito y
dinero plástico. De otra parte el debilitamiento progresivo de las
“inmaculadas” instituciones socavadas por decenas de escándalos como los
de la iglesia, universidades y carreras fantasmas, los perdonazos a
gigantescas deudas desde el Estado, el Transantiago, las ventas de
inmuebles inhabitables, el descrédito de las instituciones políticas
como municipio, parlamento, el rol de las instancias del Estado en el
robo de aguas, en los permisos de construcción, etc.; han ido
debilitando la confianza de las masas, sobretodo pequeñoburguesas en el
sistema. Desde allí entonces surge una fuerza social que lucha por sus
derechos ciudadanos, no por la transformación revolucionaria de la
sociedad, sino por mejorar sus condiciones de inserción en el modelo,
así por ejemplo se explica el surgimiento de corrientes en el mundo
estudiantil que luchan limitadamente por crédito, por mayor control, por
mejorar en definitiva el sistema.
De
otra parte está la burguesía que presionada también por la competencia
nacional e internacional, requiere de incrementar sus ganancias e
incrementar sus operaciones. Este sector enfrenta los problemas de
energía, de incrementar su capacidad de extracción (sobre todo los mega
proyectos mineros), o de racionalizar y concentrar sus procesos
productivos. Este sector es el que choca frontalmente en sus intentos
con los intereses inmediatos de comunidades completas que son empujadas a
luchar simplemente porque sus condiciones de sobrevida son gravemente
afectadas: son esto sectores sociales que combinan lucha de acciones
directas en algunos casos con recursos legales y hasta entradas
puntuales a los escenarios electorales, en pos de sus intereses
inmediatos. Freirina, Aysen, Calama, Chiloe, entre otras expresan luchas
radicales igual que las comunidades que pelean contra la usurpación de
las aguas, o las organizaciones de estudiantes que no luchan por el tema
del crédito, sino que cuestionan de fondo la educación de mercado, el
tipo de educación entregada, particularmente estudiantes secundarios de
las periferias de las ciudades que ven muy poco probable o casi
inexistente sus posibilidades de estudios superiores.
Y
es precisamente en estos sectores que se verifica la recuperación de un
tipo de organización transversal, de carácter territorial, que da
cuenta de un proceso ya vivido en la etapa pre revolucionaria: la
superación del individuo asumido como parte de una sola contradicción.
Me explico: el habitante de un territorio no solo se asume como
“trabajador” como explotado en el proceso productivo, se asume también
como poblador del territorio que requiere de agua, de transporte, de
vivienda, de energía, es decir, potencialmente comienza a develarse la
totalidad del sistema frente a sus ojos, y al mismo tiempo se devela el
carácter de las instituciones del Estado frente a él: el rol del
parlamento, de Justicia, de Contraloría, de la Prensa, etc. Por
ello es que la Asamblea Territorial, la línea de Construcción de órganos
de Poder Popular es una línea coherente con cualquiera estrategia que
se platee la lucha por el poder y no solo por las reformas dentro del
Estado Burgués.
No solo porque por su carácter de
Asamblea impide el control burocrático y manipulación desde los
aparatos políticos que pretenden montarse sobre sus luchas en post de
sus afanes de inclusión en el sistema político, sino porque por esencia
estas organizaciones surgen para luchar, para enfrentar al poder so pena
de burocratizarse, perder fuerzas y finalmente diluirse como
organización.
Hablamos en definitiva de
organizaciones territoriales que tengan realmente “ropa social” que no
sean solo dirigentes y activistas de los colectivos u orgánicas que se
asumen como revolucionarias. No se trata de
organizaciones, asambleas o coordinadoras paridas a la fuerza, que
logran articulan espacios culturales, artísticos, talleres, colectivos o
similares. Hablamos de espacios más transversales que ya comienzan a
generarse donde se verifica la unidad social y no solo la unidad
política de los convencidos.
Durante
los últimos años se ha venido dando un alza de la lucha de las masas en
un movimiento general heterogéneo, donde han ido confluyendo los
distintos sectores descritos anteriormente, proceso acompañado por una
creciente deslegitimación del sistema político. La clase obrera y los
trabajadores han estado presentes puntualmente con un perfil de lucha
estrictamente reivindicativa, siendo destacada la paralización nacional
realizada por portuarios donde la solidaridad con un sector fue
sorprendente y esperanzadora. En los últimos meses hemos asistido a
numerosos conflictos y huelgas parciales, entre otros correos,
servicios, siendo evidente el compromiso de la mayoría de dirigentes con
el sistema político actual, lo que no niega el esfuerzo de diversos
compañeros por levantar una política clasista y de carácter más autónomo
que aun no rinde sus frutos, principalmente por la precariedad del
trabajo, las leyes laborales, la subcontratación y otros mecanismos que
han debilitado profundamente a esta fuerza llamada a tener mayor
protagonismo en el escenario de la lucha de clases nacional.
En
esta misma perspectiva, debemos destacar la lucha del pueblo mapuche,
la agudización del conflicto, la verdadera ocupación militar que se vive
en la zona, los grados de altísima represión y la capacidad que aun
existe de mantener organizaciones, de continuar la lucha, a pesar de las
condiciones y de las divergencias internas y disputas existentes, que
al igual que el proceso general de dispersión de la izquierda
revolucionaria, requiere de ser superado para poder elevar sus
capacidades.
La
perspectiva general que enfrentaran las organizaciones sociales y
territoriales, a corto plazo estará marcada por una relativa estabilidad
y relegitimación del sistema político, producto del esfuerzo de las
clases dominantes y del bloque político en el poder para desviar las
diversas luchas hacia las canaletas de la institucionalidad. Relativa
estabilidad porque a pesar de todos sus esfuerzos, aun en pleno periodo
de campañas electorales, han seguido verificando diversas
movilizaciones, lo que augura un amplio despliegue post electoral para
frenar, contener y desviar el ascenso de las luchas.
Sin
embargo, la dispersión de la izquierda revolucionaria será un factor
trascendente a corto y mediano plazo. Sin lograr reivindicaciones
concretas, las fuerzas se desgastan a menos que tengan una táctica
y una línea estratégica clara.
La lucha
callejera y las acciones directas de masas no se sostendrán sino a
condición que se articule una visión de táctica común para el periodo,
que vaya más allá de las meras consignas generales de lucha, poder
popular, o similares.
La matriz de agitadores,
de propagandistas, de muchas declaraciones y actos rituales ya ha
llegado a un techo que requiere de militantes comprometidos con los
procesos de construcción de fuerza social y política. No sirve mucho el
militante “facebook” que solo informa y cliquea.
Las
fuerzas que se estancan, que no luchan, tienden a descomponerse y a
entrar en contradicciones internas. Por ello es que muchas trabajos
asistencialistas, de solidaridad, de mucha dispersión en actos,
talleres, y similares tienden a burocratizarse, a convertirse en forma
de vida cultural más que destacamento social en lucha.
Nadie hará las tareas que solo nosotros tenemos que hacer.
Es
la hora de comenzar a templar los instrumentos que lograrán el cambio
cualitativo en la lucha de clases: el Partido y los militantes
revolucionarios que reinstalen a la izquierda revolucionaria con un
proyecto claro ante las masas.
Finalmente,
recordando que el mes de Octubre suele vestirse de luto pero tiene
alma de combate, señalar que continuará la lucha, es nuestro única
elección y mejor homenaje a Miguel Enríquez, a Ernesto Guevara, a Raul
Pellegrin, a Cecilia Magni, a Victor Zuñiga, José Miguel Martinez “Palito”
por señalar algunos de nuestros verdaderos faros.
Construyendo fuerzas para derribar el régimen de los patrones, la lucha continua.
Gracias compañeras y compañeros.
Guillermo Rodríguez M.
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