Para Su Excelencia el Presidente de la República de Chile, Señor Sebastián Piñena Echeñique:
Usted ha hecho un anuncio apocalíptico: Hay que aumentar la tasa de natalidad en Chile si no queremos enfrentarnos al desastre económico de un “Crecimiento Negativo” a futuro. Por lo tanto, a su equipo de creativos publicitarios se les ocurrió diseñar la siguiente política pública para evitar la debacle del Establishment: Van a pagar un bono de 100 mil pesos al nacimiento del tercer hijo, que llegará a 200 mil con el nacimiento del quinto hijo.
Me pongo a reflexionar a partir de su anuncio. Lo primero que se me viene a la mente es la época de la dictadura, usted debe recordar muy bien cuando existía el CEMA Chile, que eran grupos de señoras que patrocinadas por la Primera Dama de la Nación Sra. Lucía Hiriart de Pinochet, se dedicaban a tejer ajuares de bebé y a bordar manteles y baberos que regalaban a familias de escasos recursos cuyos retoños tenían la suerte de ser apadrinados por el dictador con uniforme color rata, AKA Pinochet.
En ese tiempo me preguntaba qué ganaban esos recién nacidos colorados y llorones que reventaban en chillidos frente a las cámaras del noticiero cuando Pinochet los tomaba en sus brazos anunciando a los cuatro vientos su regocijo por la llegada de un nuevo ciudadano.
Se lo menciono porque su anuncio sigue la linea de toda tendencia conservadora y fascistoide, que concibe a los niñ@s como una inversión a futuro para el Estado: ya sea para engrosar las filas de la legión romana, debatir en la polis griega, militantes nuevos para el partido nazi, soldaditos para Pinochet o trabajadores de bajo costo para los mall de Horst Paulmann. Las políticas de natalidad de todo gobierno facho se diseñan en base al concepto de la persona como un instrumento útil a fines superiores.
Parece que, después de todo, las mujeres no hemos hecho lo suficiente por Chile ya que nuestro único deber es parir hasta la muerte; si no lo hacemos, el futuro del país se pone en riesgo. No quiero suponer qué piensa de mí, ya que yo tengo una sola hija. Si a mi flojera reproductiva le suma que soy de izquierda y totalmente anti-imperialista, anti-fascista, anti-capitalista, anti-patriarcal, tal vez califique para uno de los delirios paranoicos de Hinzpeter sobre seguridad nacional.
De nuevo, somos las mujeres las culpables de que este país enfrente un potencial desastre de proporciones, en el mediano y largo plazo. Las mujeres, siempre las mujeres, que retardamos la maternidad por estudiar y trabajar; las mujeres, que trabajamos más por menos dinero; las mujeres, que tenemos doble jornada… en fin.
Usted, señor presidente, sugiere que las mujeres y nuestra resistencia a tener hijos impactarán el “crecimiento negativo” del país a futuro ¿ESTÁ SEGURO?
Seamos serios, usted dice que hay que aumentar la tasa de natalidad en Chile si no queremos enfrentarnos al desastre económico… que afectaría a los que siempre se han beneficiado de las ventajas del capitalismo, entre ellos usted mismo: Se están quedando sin trabajadores para explotar, por eso les interesa fomentar la natalidad. Para asegurar las ganancias de sus empresas. A usted no le interesa el desarrollo de las mujeres como madres, sino asegurarse que los grandes capitales tengan suficiente mano de obra barata, que alimente el sistema que los enriquece y mantenga en el punto justo la brecha de desigualdad, en la cual todo abuso se vuelve relativo.
Nos está pidiendo que pongamos nuestros úteros al servicio de su cuenta bancaria, para evitar el “crecimiento negativo”.
“Crecimiento negativo” dice usted. Usted hasta la maternidad la piensa en términos económicos. Lo único negativo, señor Piñera, es la dificultad que encontramos las mujeres para crecer en este país, por ejemplo:
- Crecimiento negativo es carecer de derechos reproductivos y pagar con la cárcel o la muerte un aborto mal hecho.
- Crecimiento negativo es que miles de mujeres en Chile tengan que peregrinar entre abogados de la Corporación de Asistencia Judicial y los tribunales porque los padres de sus hijos nunca han pagado una pensión de alimentos. Sin embargo, para los bancos y las multitiendas todos esos padres son personas dignas de confianza y responsables.
- Crecimiento negativo es lo que sienten las miles de mujeres inteligentes y capacitadas que no pueden encontrar un trabajo en condiciones dignas en su propio país porque son mayores de 35 años.
-Crecimiento negativo es que se anuncie un bono, como el de $40.000 y yo tenga que pelearme con la funcionaria del INP porque ella considera que no debe dármelo, a pesar de que la ley lo ordena.
- Crecimiento negativo es que a iguales capacidades –e incluso a mayor capacidad– la paga de las mujeres sea menor, a lo que se suma la doble jornada y los contratos tercerizados que nos convierten en herramientas desechables sin derechos.
- Crecimiento negativo es la dificultad que tenemos las mujeres solas de conseguir un crédito para comenzar un negocio.
- Crecimiento negativo es que el apellido, el barrio donde se vive, la apariencia y la clase social sean más importantes en la evaluación de una profesional que su experiencia y preparación.
- Crecimiento negativo es la suma entre mujer, madre, contratos basura y horario de mall.
- Crecimiento negativo es que las mujeres en edad fértil somos rechazadas de los planes de cobertura de la medicina privada porque generamos gastos [Y si nos aceptan nos cobran el triple: Nota Kryac].
- Crecimiento negativo es que podamos enviar a nuestros hijos e hijas gratis al jardín infantil y luego no poderles pagar la universidad.
Para usted y su gente, me refiero a Lavín, Golborne, Longueira y demás privilegiados, es fácil decir que la sustentabilidad de la economía depende del útero de las mujeres. Ni ustedes ni sus mujeres crían a sus hijos e hijas. Para eso tienen nanas.
Es fácil para una mujer como las suyas “prestar el cuerpo” para tener tres hij@s o más, cuando se tiene un esposo millonario que puede ahorrarles las molestias de tener que trabajar y hacerse cargo de varios hijos al mismo tiempo, de los desvelos y el sarampión, sin tener que pensar en pagar dividendos ni hipotecas, ni vivir con el miedo a enfermarse o a quedar embarazada y que, a la larga, perdamos el trabajo y el sustento por ello.
Es fácil planificar familia cuando no se es parte de ese grupo de ciudadanas y ciudadanos sobre cuyas espaldas y a costa de sus pulmones ustedes y sus esposas construyen la seguridad económica y familiar que les permite tener familias numerosas.
Por más bonito que parezca este anuncio, lo que esconde es el horror de la ideología fascista, barnizada con brillos de progreso que usted representa.
El BonOpusDei que usted ha anunciado, es para mujeres casadas como “Dios manda”. Concubinas y madres solteras quedan fuera de este beneficio. A pesar de que somos, al menos, un tercio de las madres chilenas. Tampoco beneficia a las mujeres trabajadoras que ya tienen uno o dos hijos, sino a las que tengan más de tres.
¿Por qué esperar a que se llenen de hijos y no apoyar la maternidad sin importar el número de hijos? ¿Por qué no apoyar a las mujeres, tengan hijos o no?
Porque no les interesa que las mujeres trabajen ni hagan carrera, no les interesa que las mujeres puedan decidir sobre la maternidad de manera libre y voluntaria, no les interesa apoyar a las madres trabajadoras, a las jefas de hogar ni a las profesionales.
Y, déjeme decirle, el bono en la práctica no sirve para nada: ¿Va a pagar 200 mil pesos, una vez en la vida, para la crianza de un niño o niña que cuesta, en promedio, 10 millones de pesos? ¿Cuál es el beneficio?
Yo creo saber cuál es el beneficio. El bono de maternidad que usted ha anunciado asegura la disponibilidad de esclavos por generaciones.
A usted le interesa que las mujeres volvamos al espacio privado y les dejemos a los hombres el dominio del espacio público, para que sigan decidiendo por nosotras como hasta ahora, pero sin marchas para el día de la mujer. Una mujer con 5 hijos no tiene tiempo de ir a protestar.
El bono de maternidad propuesto en su discurso, atenta contra las posibilidades de desarrollo de las mujeres: Usted nos quiere como madres y esposas, encerradas en casa y sin tiempo para pensar en otra cosa más que en criar y “prestar el cuerpo” a los maridos, para producir vida en nombre de la patria.
Si las mujeres vuelven a sus casas, hay que pagar menos leyes sociales y menos subsidios a trabajadoras por maternidad o licencias por enfermedad de los hij@s; no hay necesidad de tener salas cunas ni jardines infantiles en las empresas y los sindicatos se pueden desentender de incluir los temas relativos a la maternidad en la negociación colectiva.
Si las mujeres se llenan de hijos no tienen tiempo para ir a la universidad, ni para trabajar. Si tienen que hacerlo, aceptarán cualquier cosa, porque no estarán debidamente calificadas, con tal de tener dinero a fin de mes para alimentar a su prole. No preguntarán por contratos ni pagos de horas extras; tampoco se arriesgarán a pedir licencia; trabajarán hasta un día antes de parir y volverán el día después. Se aguantarán el dolor de los pechos que les anuncia que es hora de amamantar por miedo a que les descuenten del tiempo usado en ello, el equivalente del pago diario.
Una mujer con muchos hijos y poca educación formal es más vulnerable a todo tipo de opresión y está más disponible para convertirse en una herramienta desechable del sistema que enriquece a sus amigos, señor Piñera.
Si las familias tienen muchos hijos no podrán pagarle la universidad a todos ellos: la matrícula universitaria más barata es igual o superior al sueldo que gana un trabajador promedio. Con lo cual se enfrentarán a los siguientes escenarios: no enviar a ninguno a la universidad, endeudarse para enviarlos a todos o enviar a algunos.
En todos los casos, serán esclavos del capitalismo que usted y muchos que gobiernan con usted contribuyeron a levantar en este país desde sus bases. Serán esclavos mal pagados o profesionales endeudados o familias cargando con la frustración de haber tenido que elegir a quién de sus hijos e hijas dar oportunidades.
Las mujeres que usted menciona en sus discursos no somos nosotras. No soy yo, ni mi hermana, ni mi madre, ni mi hija… no son mis amigas, ni mis colegas de trabajo… usted habla de mujeres y no conoce a las mujeres que gobierna.
Como dice un amigo, “esta medida es populista y contradictoria. Bono a maternidad, mientras las isapres expulsan a las mujeres fértiles porque son caras. Los mismos que proponen bonos para que las mujeres tengan más hijos son dueños o socios de las empresas que contratan mujeres en condiciones de precariedad laboral o no las contratan si tienen hijos. ¿Cómo explican eso los Opus Dei? Es fácil decir que tener hijos es lo más maravilloso del mundo, pero los obstáculos que enfrentan las mujeres reales en la vida diaria, están lejos del mundo de algodones que viven algunas señoras privilegiadas.” (sic)
Ustedes, desde el gobierno, hacen Gatopardismo: Cambian todo, para que todo siga igual.
Señor Presidente, si quiere que tengamos más hij@s, cambie las condiciones en que las mujeres vivimos, somos madres y trabajamos en nuestro país. Actualmente, los hij@s son una bendición para quien puede pagarlos.
Si quiere fomentar la maternidad, dígale a sus amigos dueños de los mega mall que respeten los horarios de trabajo y paguen las horas extras. Bloquee el acceso al crédito a los padres que no pagan a tiempo las pensiones de alimentos; exija que se respete el prenatal, independiente de las condiciones del contrato de trabajo. Apoye a las mujeres y nuestras capacidades, sin importar el estado civil ni el número de hijos.
Porque como en los tiempos de Pinochet, la canasta con el ajuar envuelta en papel celofán, no significaba ninguna diferencia en la vida de esos niñ@s, tampoco el bono hará ninguna diferencia en las condiciones en que miles de mujeres chilenas vivimos nuestra maternidad.
El desarrollo del país no se logra regalando plata. Se alcanza creando capacidades y dignidad.
Ya no nos dé bonos. Reconozca nuestros derechos. Porque en Chile las mujeres no somos mendigas. Somos ciudadanas.
Atentamente,
Vanessa Rivera de la Fuente
Comunicadora Social y Feminista. Ciudadana Insumisa
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