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martes, 10 de diciembre de 2013

Carta Testimonio, de una persona como muchas que trabajan en los sectores populares

Habiendo ejercido hace ya 10 años mi trabajo de docente en La Legua, justamente en un colegio que era parte de la intervención del estado en esa población, me tocó conocer a los niños y las niñas que sobrevivían a diario a la violencia, no sólo de parte del microtráfico,  sino también  de  la policía, quienes en ambos casos, no medían las consecuencias de  la violencia de los enfrentamientos y allanamientos constantes que ahí se daban. 


Es así que en Abril de ese año  2003, nos encuentra  a los profesores, de las tres escuelas de La legua, y La Casa de la Cultura, con los niños en la calle en una marcha por la paz,   pacífica y alegre, con zancos, batucadas, títeres en la plaza, murales etc. en contra de la recién inciada guerra de Irak, y de pronto nos vemos en medio de un  violento allanamiento, con los niños tomados de nuestras manos y las balas pasando entre nosotros.


Además de eso, los niños y las niñas se enfrentaban a diario al conocimiento y observación directa de la corrupción policial que ocurría a vista y paciencia de la comunidad.

Esta violencia constante, la estigmatización social, la falta de oportunidades, la corrupción, influían como hasta ahora en muchos de quienes crecen ahí,  transformándolos inevitablemente en niños y niñas resentidos, cargados de momentos duros y de dolor, fácilmente violentos, y con escasas expectativas de cambiar sus vidas.

A pesar de todo eso, pocas veces en mi vida, he visto niños y niñas más dispuestos al aprendizaje, a hacer todo con pasión, con alegría y entusiasmo. Con una inocencia infantil hoy poco común. Esos niños y niñas me devolvieron las fuerzas para seguir trabajando en docencia.

Cómo los gobiernos no han sido capaces de darse cuenta de ello, de respetar a quienes  viven ahí, desde una mirada de verdadero respeto y empatía, como para proponerles, no una soberbia intervención que denigra, sino un cambio a partir del reconocimiento de una comunidad que pese a haber sido muy maltratada desde sus duros inicios, mantiene una historia de dignidad, de organización, de resistencia a la dictadura, de solidaridad vecinal, de unión familiar.

La Legua tiene una historia digna de conocer, sin embargo los gobiernos sólo piensan en eliminarla.

Los niños y las niñas de La Legua necesitan al igual que todos y todas los de este país, una ley integral de protección.

Siguen esperando, seguimos  esperando.

Mi reconocimiento a los compañeros y compañeras  de La Caleta quienes día a día realizan un trabajo gigante, basado en el  respeto, la   dignidad, y el amor hacia esos niños y niñas.

Un abrazo y todo el apoyo.

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