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miércoles, 29 de enero de 2014

Situación actual de la clase proletaria a nivel planetario

por Marcelo D. Cornejo Vilches


Primeros elementos para un análisis estratégico. Juventud y desempleo; caída del salario y crisis capitalista.

Aún resuenan aquellas palabras que en una mañana de 1930 John Maynard Keynes pronunciara en la ciudad de Madrid como conferencia titulada “Las posibilidades económicas de nuestros nietos”. En ella sostuvo que progresivamente se iría produciendo un “desempleo tecnológico”, es decir, “el desempleo debido al descubrimiento de medios para economizar el uso de mano de obra a un ritmo que supera el esfuerzo con el cual podemos encontrar nuevos usos para dicha mano de obra”. Este tipo de desempleo fue situado por Keynes en una jornada laboral máxima de 15 horas a la semana, meta que terminaría por cumplirse hacia la tercera década del siglo XXI. En términos interpretativos podemos sostener que tan brillante mente (siempre fue un antimarxista convencido) se atreve a hacer suya la visión meta-histórica de Marx en la transición hacia el comunismo. Sin embargo, dado que Keynes nunca pudo superar las estrechas barreras de la economía política burguesa, comete el error de suponer que su postulado se cumpliría dentro de los márgenes del sistema capitalista.

Contrasta esta alegre interpretación con algunas propuestas instaladas de lleno a menos de 20 años que se cumpla el plazo dado por Keynes para que se haga realidad la jornada laboral de 15 horas semanal. Tal acontecimiento ocurrió con la propuesta de los Ministros del Trabajo de Europa denominada “Directiva de las 65 horas”, aprobado por mayoría cualificada de los ministros de Trabajo del Consejo Europeo el 10 de junio de 2008 mediante el cual se pretendía modificar la Directiva de Tiempo de Trabajo de la Unión Europea y ampliar la jornada laboral de 48 horas semanales, hasta 65. Si bien es cierto, el Parlamento Europeo rechazo la iniciativa, sí se aceptó confirmar la disposición legal de dejar al libre arbitrio entre trabajadores y empresarios el aumento de la jornada de trabajo por sobre las 48 horas semanales establecidas como máximo legal. Así, la semana de trabajo en la Unión Europea debía seguir teniendo 48 horas como tope legal, pero en virtud de acuerdos individuales se permitiría que empresario y trabajador pudieran alargar la jornada hasta 60 horas semanales, calculadas como media durante un periodo de tres meses, e incluso hasta 65 horas en algunos colectivos especiales. Esta medida, consagraría en toda la Unión el opt-out británico, asimilado en los círculos europeos y económicos a una presunta libertad de elección del trabajador. Por consiguiente si hace 138 años la jornada laboral europea se situaba entre las 65 y las 70 horas semanales, en la posmoderna Europa del año 2008 se pasó a las 65 horas de trabajo “libremente pactada” entre empresario y trabajador, todo esto en el contexto caracterizado por fuertes crecimientos en los resultados empresariales y de la economía cuyos salarios reales apenas crecieron en 1,5%. Los datos anuales sobre la evolución del tiempo de trabajo publicados por Eurofound destacan que el aumento de la jornada laboral en la UE supera en 1,7 horas semanales la media acordada en los convenios colectivos. El informe también recoge datos sobre los días de vacaciones y festivos en 25 países de la unión evidenciando las desigualdades que se producen entre ellos: Finlandia es el país con un promedio de horas de trabajo semanal más bajo 37.8, frente a Rumania con 41,3. La jornada laboral de los hombres es también más larga que la de las mujeres en todos los países. En lo referente a España la jornada laboral ha aumentado en 9 horas anuales pasando de 1753 a 1762; los días de vacaciones están con 22 entre la franja más baja. Estos son datos que precedieron a la crisis. Hoy la realidad es muchísimo peor y deprimente para la clase proletaria europea.
Similar tendencia se observó en Chile. De acuerdo con la ENCLA 2008 en las empresas chilenas se trabajo en promedio entre 5 y 6 días a la semana (5,4) y un poco menos de 45 horas (44,8) semanales como jornada ordinaria. En el día, un poco más de 8 horas (8.3), con un descanso de alrededor de una hora para tomar la colación y un tiempo reducido para hacer otras pausas durante la jornada (6,8 minutos). En cifras también promedio, los trabajadores asalariados trabajaron 4,2 horas extras a la semana, medida ligeramente superior a la del año 2006.

En este marco cabe destacar las principales observaciones contenidas en el informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) -“Going for Growth 2013” (Apuesta por el Crecimiento 2013)- para las 34 economías que integran la entidad. De acuerdo con este informe los países han aumentado la brecha entre ricos y pobres en el primer mundo; mientras que Chile, se sitúa como el país con mayor desigualdad en la distribución del ingreso, donde el decil más rico gana 27 veces más que el decil más pobre. Con respecto a los 27 países más desarrollados que componen la OCDE, la brecha ha aumentado considerablemente, siendo el Reino Unido el país que más acrecentó su diferencia en la distribución de ingresos. La diferencia promedio entre el decil más rico y el decil más pobre de dichos países es de nueve a uno, mientras que en la década de los ochenta la diferencia era de siete a uno.

A contrapelo de lo sostenido por los marxistas de academia, las leyes de desarrollo capitalistas no sean han moderado, ni se han transmutado para adoptar una tendencia de progresiva transfiguración del capitalismo hacia una era post moderna caracterizada por una supuesta negación de las contradicciones fundamentales del sistema capitalista. Muy por el contrario, la lucha de clases se ha intensificado, la burguesía se ha radicalizado en sus posiciones y, las leyes de desarrollo capitalista, se han desplegado con ferocidad inaudita. De aquí que nuestra atención sea colocada en la juventud proletaria desplegada en las cabezas de playa de los principales sectores estratégicos de la cadena mundial de producción-distribución de valor y valorización de capital. A escala planetaria, la juventud proletaria tiene una tasa de desempleo que, desde hace tiempo, es superior a la de los otros grupos de edad, teniendo su mayor incremento anual en el año 2009 con un 12, 7% correspondiente a 75,8 millones de jóvenes desempleados marcando el mayor aumento anual en los 20 años de estadísticas disponibles a nivel global, dato que debe correlacionarse con el hecho de que en la (OCDE), el 12.6 por ciento de la población joven - que representa 22,3 millones de personas - estaban inactivos. Este antecedente debe leerse ligando en forma directa un dato estructural del capitalismo actual, y es que los jóvenes representaron el 23,5 por ciento del total de trabajadores pobres, en comparación con el 18,6 por ciento de los trabajadores no pobres. Las tasas de desempleo juvenil son significativamente mayores que las correspondientes a los adultos del mundo toda vez que si esta era de 12,6% para los jóvenes, para los adultos se cifró en 4,8% (ambas cifras para el año 2010).

Desagregando por regiones, la tasa de desempleo juvenil total el año 2010 fue de 23,8 y 25,5 por ciento en África del Norte y el Oriente Medio respectivamente. Cabe subrayar que el desempleo de los jóvenes de sexo femenino en estas dos regiones fue particularmente notable con 39,4 por ciento en el Oriente Medio y el 34,1 por ciento en África del Norte. A nivel mundial, las tasas de participación de los jóvenes en la fuerza laboral han declinado. Debe ponderarse lo anterior con el hecho constatado para el período 1998 a 2008, en que la tasa de actividad laboral juvenil pasó de 54,7 al 50,8 por ciento.

Empero, la juventud de los países de economías desarrolladas no ven condiciones cualitativamente distinta a la de sus pares del tercer mundo. De esta manera, las tasas del desempleo juvenil siguieron empeorando desde la cota más alta alcanzada el año 2009, más que cualquier otro momento desde el comienzo de la medición el año 1991. Varios países de la Unión Europea vieron récord de las tasas de los jóvenes sin empleo. Así, durante el año 2011 el 48,9 por ciento de los jóvenes de España se encontraban desempleado y el 45,1 por ciento de los jóvenes griegos se encontraron cesantes, mientras que en noviembre de 2011 el número de jóvenes desempleados en el Reino Unido alcanzó un récord de 1 millón de jóvenes. La región no sólo mostró el incremento más grande, de lejos, en las tasas de desempleo juvenil entre 2008 y 2010 (4,6 puntos porcentuales), sino también es una de sólo tres regiones donde la tasa de desempleo juvenil siguió creciendo durante el período 2009-10 (0,6 puntos de aumento porcentual en las Economías Desarrolladas y la Unión Europea, 1,1 de aumento porcentual en Asia Meridional y 0,2 de aumento porcentual en Oriente Medio). Los hombres jóvenes se han visto más afectados que las mujeres jóvenes durante el período de crisis en la región: la tasa de desempleo juvenil masculina aumentó en 4,9 puntos porcentuales entre 1998 y 2008, en comparación con 1,0 punto en las mujeres jóvenes.

A nivel mundial, la tasa de participación de la fuerza laboral juvenil disminuyó de 49,4 por ciento en 2009 a 48,8 por ciento, habiéndose producido las disminuciones regionales más grandes en las Economías Desarrolladas, la Unión Europea y en Asia Meridional. Esta cifra implica que la creciente frustración por el desempleo y el subempleo ha impulsado una gran cohorte de jóvenes desalentados a abandonar por completo el mercado de trabajo. Para muchos jóvenes que sí lograron encontrar trabajo, el empleo encontrado es menos que ideal. Aumentaron las tasas de empleo a tiempo parcial para los jóvenes en todas las economías desarrolladas excepto Alemania y Polonia entre 2007 y 2010. El aumento en el empleo a tiempo parcial entre los jóvenes en países europeos desde el comienzo de la crisis —entre 2007 y 2010, la tasa de empleo a tiempo parcial de los jóvenes aumentó en 9,2 puntos en Islandia, 17,0 puntos en Irlanda, 10,5 puntos en Luxemburgo, 10,1 puntos en Eslovenia, 8,8 puntos en España y 5,2 en el Reino Unido— es un indicio suficiente para constatar que el empleo a tiempo parcial de un mismo trabajador para múltiples empresarios está siendo asumido como la única opción disponible para muchos hombres y mujeres jóvenes. A finales de 2010, hasta la mitad de los trabajadores jóvenes estaban en empleo a tiempo parcial en Canadá, Dinamarca, Países Bajos y Noruega, mientras que en Australia, Islandia, Irlanda, Eslovenia, Suecia y el Reino Unido, la proporción era de 1 de cada 3. Esta naturaleza involuntaria del empleo a tiempo parcial se ve confirmada aún más por el aumento de la tasa de subempleo por insuficiencia de horas en muchos países a lo largo de la crisis económica. Esta es una situación en la que una persona quisiera trabajar más horas de las que actualmente está trabajando (por ejemplo, una persona que está trabajando a tiempo parcial porque no pudo encontrar trabajo a tiempo completo). En 2009, la tasa de subempleo juvenil fue mayor que la tasa de adultos en todos los países de la Unión Europea excepto Austria y Alemania. De hecho, si el desempleo juvenil se examinara por sí solo, se podría erróneamente suponer que los jóvenes de Asia Meridional y África Subsahariana, con tasas de desempleo juvenil de "sólo" 9,9 y 12,5 por ciento en 2010, respectivamente, están mejor que sus homólogos de las Economías Desarrolladas y la Unión Europea, donde la tasa de desempleo juvenil fue de 17,9 por ciento.

En consecuencia, la alta relación empleo-población entre los jóvenes de las regiones más pobres refleja el hecho de que los pobres deben trabajar más para comer lo mismo. Pero trabajar no significa tener un trabajo realizable como ser humano. Por el contrario, la mayoría de los jóvenes de Asia Meridional y África Subsahariana y otras regiones de bajos ingresos tratan de ganarse la vida en cualquier trabajo que puedan encontrar, muy a menudo trabajando muchas horas en condiciones precarias en la economía informal. Hay mucho más jóvenes en todo el mundo que están atrapados en una situación de trabajadores pobres que jóvenes que están sin trabajo y en busca de trabajo. En las TME Juvenil 2010, la cifra mundial de trabajadores jóvenes pobres, aquellos que trabajan pero viven en hogares donde el nivel de gasto es inferior a US$1.25 al día, se sitúa en 152 millones. Esta cifra representa el 28 por ciento de los trabajadores jóvenes del mundo y algo más del doble del número mundial de jóvenes desempleados.

Al año 2012 el mundo proletario se encuentra ante una dura realidad: uno de cada tres miembros de la fuerza de trabajo está desempleado o es pobre. Es decir, de una fuerza de trabajo de 3.300 millones de integrantes a nivel mundial, 200 millones están desempleados, y otros 900 millones viven con su familia con ingresos inferiores al umbral de pobreza de 2 dólares de los Estados Unidos por día. De hecho, dado que estas estimaciones sobre la pobreza no incluyen a los pobres de las economías desarrolladas, las cifras no reflejan la verdadera magnitud del déficit de empleo. Por cuarto año consecutivo, los niveles de desempleo en el mundo continuaron siendo elevados en 2011 hubo más de 197 millones de desempleados en el mundo, cifra que significo un aumento respecto del año precedente, e incluso es superior en casi 27 millones a la de 2007. La cantidad de desempleados en el mundo creció en 5,8 millones en 2008, para luego trepar meteóricamente en más de 21 millones en 2009, un aumento de la tasa que varió del 5,5 por ciento al 6,2 por ciento. El desempleo en el mundo permanece sin cambios a una tasa de alrededor del 6 por ciento, a pesar del rápido crecimiento económico del 5,1 por ciento en 2010 y del 4 por ciento en 2011. La proyección en la tasa de desempleo en el mundo, añade otros 3 millones de desempleados en el mundo, hasta alcanzar un total de 200 millones en 2012. En este marco el desempleo en el mundo aumentaría a 204 millones en 2012, y a 209 millones en 2013. La máxima repercusión es constatable en la región de las economías desarrolladas y la Unión Europea, que tendría unos 3 millones más de desempleados en 2012 y unos 4 millones adicionales en 2013. La tasa de desempleo de esta región aumentó al 9 por ciento en 2012 y al 9,1 por ciento en 2013, respecto de las proyecciones precedentes del 8,5 por ciento para 2012 y del 8,4 por ciento para 2013. A su vez, las tres regiones asiáticas acumularon 1,4 millones (casi el 2 por ciento) más de desempleados en 2013 que en la proyección de referencia. El desempleo mundial aumentó en otros 2 millones en 2012 (5 millones más que lo previsto), y en otros 3 millones en 2013 (9 millones más que lo proyectado). El desempleo mundial aumentó a 212 millones para 2014 y se mantendría elevado al menos hasta 2016. En octubre de 2011, la OIT publicó nuevas estimaciones de las cifras de trabajadores pobres, sobre la base de 60 encuestas nacionales por hogares y un modelo de estimaciones econométricas actualizado y mejorado.

Es menester en este punto destacar que en el marco conceptual y metodológico la fuerza de trabajo de un país equivale a la suma de personas con empleo y sin empleo. Para encontrarse en el grupo de los desempleados, la persona no debe haber trabajado (incluso por una hora) durante el período de referencia y debe haber buscado empleo activamente y haber estado dispuesta a aceptarlo. Se considera económicamente inactiva (es decir, fuera de la fuerza de trabajo) a toda persona que ha decidido dejar de buscar trabajo porque cree que no tiene posibilidades de encontrar uno, y por lo tanto, no está incluida en el grupo de los desempleados. Esto también se aplica a los jóvenes que optan por permanecer en el sistema de escolarización más de lo que deseaban y esperan para buscar empleo debido a la falta de oportunidades laborales. Si bien las tasas de participación han disminuido en muchos países a medida que ha ido aumentando el desaliento, es importante tener en cuenta que se prevé que la fuerza de trabajo en el mundo crecerá en 400 millones durante la década que comienza en 2012. Se calcula que las regiones de Oriente Medio, África del Norte y África Subsahariana experimentarán el crecimiento más rápido en la fuerza de trabajo. La cantidad de trabajadores en el mundo no cesa de aumentar, aunque el ritmo del aumento se ha ralentizado en los últimos años en la medida que importantes masas de trabajadores dejan de buscar trabajo. Tras un crecimiento anual promedio en el empleo mundial de 52 millones de trabajadores entre 2004 y 2007, el aumento del empleo disminuyó abruptamente a una media de sólo 33 millones durante los años de la crisis de 2008 a 2011. En 2008, se alcanzó una cifra récord de sólo 14,2 millones, el nivel más bajo de crecimiento del empleo mundial hasta ahora observado (considerando las estimaciones disponibles desde 1991). A la cantidad existente de trabajadores en el mundo se le añadieron 38,1 millones en 2009, el año en el que la economía se contrajo un 0,7 por ciento. A pesar de la repentina recuperación del crecimiento económico mundial en 2010, a una tasa del 5,1 por ciento, la cantidad de personas empleadas en el mundo aumentó en sólo 37,5 millones, aún muy por debajo de las proyecciones.

Sin embargo, el mundo en desarrollo no es homogéneo: se observan grandes diferencias en los niveles de productividad y las tasas de crecimiento entre las regiones en desarrollo. El nivel de producción por trabajador en la región de Oriente Medio fue del 53 por ciento del nivel correspondiente en la región de las economías desarrolladas en 2011; no obstante, en Oriente Medio se ha registrado un crecimiento de la productividad más lento que en la región de las economías desarrolladas y, en consecuencia, la relación ha disminuido con respecto al 64 por ciento de 1991. Las tres regiones que presentan los siguientes niveles más altos de productividad de la mano de obra: Europa Central y Sudoriental (no UE) y la CEI (con una producción por trabajador equivalente al 35 por ciento del nivel registrado en la región desarrollada en 2011), América Latina y el Caribe (32 por ciento del nivel de productividad registrado en la región desarrollada en 2011) y África del Norte (25 por ciento del nivel de productividad registrado en la región desarrollada en 2011) han vivenciando caídas en los niveles de productividad respecto de la región de las economías desarrolladas y la Unión Europea durante el período comprendido entre 1991 y 2011. Este es también el caso del África Subsahariana, donde la producción por trabajador se mantuvo en sólo el 8 por ciento del nivel de las economías desarrolladas. Entre estas regiones, en el período comprendido entre 2011 y 2016, la región de Europa Central y Sudoriental (no UE) y la CEI es la única región en la que se calcula una reducción en la brecha de productividad respecto de la región de las economías desarrolladas y la Unión Europea, con un aumento proyectado del 35 por ciento al 39 por ciento de los niveles de productividad en las economías desarrolladas. Por otro lado, en las tres regiones de Asia se observó un enorme crecimiento de la productividad y se encuentran en un firme camino de convergencia con las economías desarrolladas, a pesar de los muy bajos niveles iniciales de productividad. Por lo tanto, en las regiones de Asia se registró toda la equiparación lograda en los niveles de productividad entre las regiones desarrolladas y en desarrollo entre 1991 y 2011. Ello se debió en gran medida al crecimiento de la productividad en Asia Oriental, donde la producción por trabajador se ubicó al 20 por ciento del nivel de las economías desarrolladas en 2011, respecto de sólo el 6 por ciento en 1991. Se calcula que esta cifra subirá al 26 por ciento en 2016. La cifra de Asia Meridional aumentó del 6 por ciento del nivel en las economías desarrolladas en 1991 al 11 por ciento en 2011, y se prevé que alcance el 13 por ciento en 2016. En Asia Sudoriental y el Pacífico, la producción por trabajador fue del 14 por ciento del nivel de las economías desarrolladas, lo que indica un aumento respecto del 10 por ciento en 1991. Se calcula que el nivel aumentará levemente al 15 por ciento en 2016.

Contrástese el antecedente previo con la cantidad de fortunas individuales que se han acumulado durante el período de crisis no puede ser descrito de forma más elocuente que la divulgada por los medios especializados de la plaza. Por ejemplo, según The Wall Street Journal el empresario Warren Buffett habría ganado US$ 37 millones diarios durante 2013. De esta forma, el inversor, también conocido como "el oráculo de Omaha”, a sus 73 años, tiene un patrimonio de US$ 59.100 millones, lo que supone un aumento de US$ 12.700 millones respecto al comienzo del año y, pese a estas cifras, quedó en el segundo puesto en la lista de multimillonarios con mayor fortuna. Por su parte, El Mercurio de Santiago en base a los datos de la agencia analista Bloomberg, informa que Bill Gates, co-fundador de Microsoft, incrementó su fortuna en US$ 15.800 millones durante 2013 hasta totalizar 78.500 millones gracias al fuerte aumento de las acciones de Microsoft (un 40%) durante el año pasado. El mismo medio, comenta que los 300 hombres más ricos del mundo sumaron US$ 524.000 millones extras a sus fortunas en 2013, que ahora totalizan 3,7 billones de dólares, según datos compilados por Bloomberg. Carlos Slim, se ha beneficiado también de fuertes aumentos en bolsa de sus inversiones en compañías, como Ecolab, casinos Sheldon Adelson o Canadian National Railway Company, incrementando su fortuna en US$ 14.400 millones sólo durante el año 2013. Slim, segundo hombre más rico del mundo, fue de los pocos de la lista que registró un descenso de su riqueza (-1.400 millones de dólares), lo que no debe suponerle un gran problema, ya que su fortuna se calcula en 73.800 millones. El español Amancio Ortega, número tres de la lista y fundador del imperio textil Inditex, vio cómo su fortuna aumentaba en 8.900 millones de dólares hasta totalizar 66.400 millones. Su hija, Sandra Ortega, aparece en el lugar 180, con una fortuna valorada en 7.300 millones de dólares que se incrementó en 6.200 millones (un aumento del 550 %) tras el fallecimiento de su madre, Rosario Mera, en agosto del año pasado. Después de Slim, el segundo hombre más rico de Latinoamérica es el brasileño Jorge Paulo Lemann, que ocupa el puesto 33 de la lista global y cuya riqueza aumentó un 21,6 % (4.100 millones de dólares) durante el año pasado para alcanzar los 22.800 millones. Durante 2013, a través del fondo 3G y en asociación con el famoso inversor Warren Buffet, Lemann se hizo con el fabricante de salsas Heinz, después de que ya participa en Burger King e InBev, el mayor productor mundial de cerveza. A continuación está el colombiano Carlos Sarmiento (puesto 51), cuya fortuna se redujo en 1.300 millones de dólares en el transcurso de 2013 para situarse en 16.700 millones. El multimillonario que sufrió más pérdidas fue un latinoamericano: el brasileño Eike Batista, quien perdió más de 12.000 millones de dólares durante el año después de que OGX, la compañía petrolera que le llevó a ser el hombre más rico de Brasil, se declaró en bancarrota en octubre. Batista, que en marco de 2012 era la octava persona más rica del mundo, tiene ahora un patrimonio negativo, según los cálculos de Bloomberg. A su vez, el magnate chino Li Ka-Shing continúa siendo el hombre más rico de Asia, con una fortuna calculada en 30.200 millones de dólares la que aumentó en 1.600 millones durante el año pasado. 

Los procesos de valorización de capital se nutren del trabajo humano abstracto, no importando nacionalidad o profesión. Téngase a la vista a muchos de los trabajadores del mundo que se encuentran cesantes y sin protección social. De este modo, el número de desempleados a nivel mundial alcanzo a aproximadamente 205 millones de personas el año 2010 equivalente a 6,2% de la Fuerza de Trabajo terrícola, cifra prácticamente invariable respecto del año anterior 2009 con 6,3% y 27,6 millones superior a la cifra registrada del año 2007, cuando el desempleo alcanzo al 5,6 % de la Fuerza de Trabajo Mundial. El nivel de desempleo mundial contrasta marcadamente con la recuperación observada en varios indicadores macroeconómicos clave: PIB real mundial, inversión bruta en capital fijo y comercio mundial, que en 2010 se habían recuperado por encima de los valores previos a la crisis. No obstante, el crecimiento de la productividad mundial de la mano de obra pasó de ser negativo el año 2009, con una disminución del 1,4 por ciento frente al crecimiento del 3,3 por ciento registrado en 2007 a 3,1 por ciento alcanzado el año 2010. En consecuencia, el año 2012 el mundo se encontró ante un grave problema de desempleo y déficits generalizados del llamado por la OIT como "trabajo decente". Tras tres años de una situación de crisis continua en los mercados de trabajo del mundo –afirma OIT- , y ante la perspectiva de un mayor deterioro de la actividad económica, hay un retraso en el empleo mundial equivalente a 200 millones de puestos de trabajo; un incremento de 27 millones desde el inicio de la crisis. Además, se necesitarán más de 400 millones de nuevos puestos para evitar otro aumento del desempleo. Por lo tanto, para generar un crecimiento sostenible y al mismo tiempo mantener la cohesión social –según OIT-, el mundo debe asumir la creación de 600 millones de puestos de trabajo productivos en el próximo decenio. Aún así, quedarán 900 millones de trabajadores que viven con sus familias con unos ingresos inferiores al umbral de pobreza de los 2 dólares de los Estados Unidos por día, sobre todo en los países en desarrollo.

A escala mundial, los salarios medios han crecido, aunque a un ritmo menor que antes de la crisis. En las economías desarrolladas, la crisis ha llevado a una «doble caída» de los salarios: los salarios medios reales disminuyeron en 2008 y de nuevo en 2011, y el panorama actual indica que, en muchos de estos países, al año 2012 registra un crecimiento nulo o muy escaso de los salarios. En las regiones emergentes, el crecimiento salarial ha sido, por lo general, más firme, con un crecimiento fuerte en Asia, y más modesto en África, América Latina y el Caribe. En Europa Oriental y Asia Central la crisis condujo el año 2009 a una caída de los salarios. Se estima que, entre los años 2000 y 2011, el promedio de los salarios mensuales reales prácticamente se duplicó en Asia, aumentando un 18 por ciento en África, un 15 por ciento en América Latina y el Caribe y un 5 por ciento en las economías desarrolladas. En Europa Oriental y Asia Central los salarios casi se multiplicaron por tres, pero partiendo de una base muy baja tras el hundimiento de la economía registrado en el decenio de 1990. La caída de la participación de los salarios en el producto en China, sugiere que el crecimiento de los salarios fue menor que el aumento de la productividad laboral en China. En principio, el crecimiento del producto subestima el crecimiento de la productividad laboral de los empleados asalariados en los sectores industriales más productivos y dinámicos. Entre los países del Este Asiático se registró relativamente poco crecimiento económico, por ejemplo, en Tailandia. También en el Sur de Asia, los salarios promedio reales se estancaron en la década anterior a la crisis. En India, las tendencias de los salarios resultan poco claras. Las fuentes oficiales de datos sobre el crecimiento salarial en India son la Encuesta Anual de Industrias de la Oficina Central de Estadística y el índice del salario real publicado por la Oficina de Trabajo. Ambas fuentes indican que los salarios reales declinaron en la mayoría de los años recientes, comprimiendo el poder adquisitivo de los asalariados. Esto explicaría muchas de las preocupaciones expresadas por los trabajadores en India acerca de rápidas alzas de precios, particularmente en el precio de los alimentos. Por su parte, las estimaciones sobre la participación de trabajadores asalariados que viven por debajo de las líneas de pobreza internacionales de 1,25 dólares de los Estados Unidos y 2 dólares de los Estados Unidos para 32 países en desarrollo indican que de un número total de aproximadamente 209 millones de asalariados que trabajaron en estos países en desarrollo en diferentes momentos del período 1997 a 2006, cerca de 23 millones ganaban menos de 1,25 dólares de los Estados Unidos por día y 64 millones ganaban menos de 2 dólares de los Estados Unidos por día. Por ejemplo, la OCDE ha observado que durante el período de 1990 al 2009 la participación de la compensación laboral en el ingreso nacional declinó en 26 de 30 economías avanzadas para los cuales existen datos disponibles, calculando que la mediana de la participación del trabajo en el ingreso nacional de estos países disminuyó considerablemente de 66,1 por ciento a 61,7 por ciento. Es la profundización de una tendencia general expresada en el promedio simple de la participación del trabajo de 16 países desarrollados para los cuales existen datos disponibles declinando desde alrededor de 75 por ciento del ingreso nacional a mediados de la década de 1970 hasta alrededor de 65 por ciento en los años inmediatamente anteriores a la crisis económica y financiera. Además, el promedio de la participación del trabajo también declinó en un grupo de 16 economías en desarrollo y emergentes, desde alrededor de 62 por ciento del PIB a inicios de los años 1990 hasta 58 por ciento inmediatamente antes de la crisis. Incluso en China, donde los salarios a groso modo se triplicaron en la última década, el PIB aumentó a una tasa más acelerada que la masa salarial total y, por lo tanto, se redujo la participación de los salarios en la producción mundial de valor. Los datos disponibles para China, Kenia, República de Corea, México y Turquía indican que la declinación salarial en este grupo de países comenzó antes de la década de 1980. El Instituto Internacional de Estudios Laborales calculó, por ejemplo, que en las diez economías desarrolladas para las cuales existen datos disponibles, la participación de los salarios se redujo en 12 puntos porcentuales para los trabajadores poco calificados entre inicios de la década de 1980 y 2005, mientras que aumentó en 7 puntos porcentuales para los trabajadores altamente calificados. Similarmente, el FMI encontró que entre 1980 y 2005 la participación de los salarios en el PIB por parte de los trabajadores no calificados disminuyó en Estados Unidos, Japón y Europa (en 15 por ciento, 15 por ciento y 10 por ciento respectivamente), pero aumentó para los trabajadores calificados con educación hasta terciaria y superior (en 7 por ciento, 2 por ciento y 8 por ciento respectivamente). Más recientemente, la OCDE encontró que en los 13 países, para los cuales existen datos disponibles, se redujo la participación de los salarios promedio de trabajadores con bajos niveles de educación. La participación del capital en el PIB, en forma de utilidades, mide la participación del excedente bruto de explotación de las corporaciones como porcentaje del PIB. De acuerdo con la OIT/IIEL cuando la participación total del capital se desagrega por tipo de corporación, el crecimiento de la participación del capital ha sido más rápido en el sector financiero que para las corporaciones no-financieras. Además, en las economías avanzadas, las utilidades de las corporaciones no-financieras se han asignado crecientemente para pagar dividendos, lo cual representó 35 por ciento de las utilidades en 2007 y aumentó la presión sobre las empresas para reducir la participación del valor agregado asignado a la retribución de los trabajadores. Al examinar un conjunto de cuatro economías desarrolladas (Francia, Alemania, Reino Unido y Estados Unidos), Husson encontró que durante el período 1987-2008 una gran parte del mayor excedente de las corporaciones se utilizó para aumentar los dividendos pagados a los accionistas. Husson calculó que en Francia los dividendos totales aumentaron de 4 por ciento del costo total de los salarios a inicios de los años ’80 hasta 13 por ciento en 2008. Por su parte, en el Reino Unido aumentaron ambas participaciones, el pago de dividendos y la compensación laboral, de manera que los dividendos más elevados se realizaron a costas de reducir las ganancias retenidas. En Estados Unidos, tres cuartos del aumento en excedentes brutos de explotación se asignó al pago de dividendos. Dada la mayor concentración de ingresos mediante el capital más que el trabajo, los altos dividendos han contribuido a una mayor desigualdad general en la llamada distribución de los ingreso. En definitiva, aun cuando una expansión del empleo de baja calificación en principio aumentara los salarios de los trabajadores poco calificados, resulta que tales trabajadores han sido crecientemente desplazados por trabajadores sobre-calificados con niveles de educación intermedia.

Pero también se observa una particularidad especialmente en los países de habla inglesa, donde los salarios y las remuneraciones (incluyendo bonificaciones y opciones de compra de acciones) de altos ejecutivos, cohabitan con los propietarios del capital en la cima de la jerarquía de los ingresos. Entre los 900 millones de trabajadores pobres, en el mundo hay unos 456 millones de trabajadores que viven en situación de pobreza extrema en el año 2011, con unos ingresos inferiores al umbral de 1,25 dólares de los Estados Unidos por día; una reducción de 233 millones desde el año 2000, y una caída de 38 millones desde 2007. Sin embargo, este total mundial está sumamente influido por la drástica reducción del número de trabajadores en situación de pobreza extrema en la región de Asia Oriental. En esta zona, debido al rápido crecimiento económico y la reducción de la pobreza en China, el número de trabajadores pobres se redujo en 158 millones desde 2000, y en 24 millones desde 2007. Una proyección de las tendencias anteriores a la crisis (2002 a 2007), afirma OIT, revela 50 millones más de trabajadores pobres en 2011 con respecto a lo que predecían las tendencias anteriores a la crisis. Del mismo modo, se estima que en 2011 hay 55 millones más de trabajadores que viven con su familia con unos ingresos diarios inferiores al umbral de 2 dólares de los Estados Unidos al día, en comparación con lo previsto. A juicio de OIT, dados estos problemas en el mercado de trabajo, el panorama de creación de empleo en el mundo ha ido empeorando. La proyección de referencia no presenta cambios en la tasa de desempleo mundial entre el presente y el año 2016, situándose en el 6 por ciento de la fuerza de trabajo mundial. Ello añadiría otros 3 millones de desempleados en el mundo en el año 2012, o un total de 200 millones, hasta alcanzar los 206 millones en 2016. Si el riesgo de desaceleración se materializa y el crecimiento mundial cae por debajo del 2 por ciento, el total mundial de desempleados aumentaría más velozmente hasta superar los 204 millones el año 2012, hasta llegar a los 209 millones el año 2013. Lo anterior no cambiaría mucho si existiese un escenario más benigno, con una rápida solución a la crisis de la deuda en la eurozona, pues, al total de desempleados habría que restar sólo 1 millón de personas el año 2012, y otros 1,7 millones en 2013. Aún así, ello no bastaría para alterar significativamente la trayectoria de la tasa de desempleo mundial, que se prevé seguirá oscilando entre un 6 y 10 por ciento. Ahora bien, si todos los trabajadores potenciales estuvieran disponibles para trabajar y buscaran empleo, el número de desempleados superaría los 225 millones de personas, alcanzando la tasa del 6,9 por ciento, en comparación con la tasa actual del 6 por ciento. Al déficit de fuentes de trabajo calculado en aproximadamente 50 millones de empleos cabe agregar los 80 millones de personas que se calcula entraron en el mercado laboral durante el período 2009-2012. Este antecedente recalca el carácter informal del empleo generado que se sitúa en más del 40 por ciento en dos tercios de los países emergentes y en desarrollo para los cuales se dispone de datos. De aquí que en 57 de los 106 países, el Índice de Descontento Social, construido por la OIT aumentó en el año 2011 en comparación con el año 2010. En Europa, Oriente Medio, África del Norte y África Subsahariana se registraron los índices más altos de riesgo de descontento social. En muchos países de la región de las economías desarrolladas y la Unión Europea, las tasas de participación han bajado; a ello se debe que haya 6 millones menos de personas en la fuerza de trabajo, en comparación las tendencias anteriores a la crisis. Si se añade esta cohorte a los desempleados, la tasa de desempleados de la región pasaría del 8,5 por ciento al 9,6 por ciento. A escala mundial, la relación empleo-población cayó en picado durante la crisis, pasando del 61,2 por ciento en 2007 al 60,2 por ciento en 2010. Los mayores niveles de desempleo están vinculados con un mayor número de trabajadores en situación de empleo vulnerable. De esta manera, el año 2009 había 1.530 millones de trabajadores con empleos precarios, cifra que corresponde a una tasa mundial de empleo vulnerable del 50,1 por ciento. Esto mismo, hace que la incidencia del empleo vulnerable se mantenga más o menos estable entre los años 2008 y 2009. Como consecuencia, la tasa de trabajadores pobres en el nivel extremo de 1,25 dólares de los Estados Unidos estimada para 2009 era del 20,7 por ciento, 1,6 puntos porcentuales por encima de la tasa prevista sobre la base de la tendencia anterior a la crisis. Esta estimación equivale a alrededor de 40 millones de trabajadores pobres adicionales que viven diariamente con 1,25 dólares de los Estados Unidos. Se calcula que la proporción de trabajadores que viven con sus familias por debajo de la línea de pobreza cifrada en 2 dólares de los Estados Unidos al día está en torno al 39 por ciento de la Fuerza de Trabajo Mundial, es decir, 1.200 millones de trabajadores. Tras la contracción sufrida en 2009, en el año 2010 la economía mundial creció a un ritmo acelerado de un 4,8 por ciento prosiguiendo su tendencia el año 2011, aunque a un ritmo más moderado (4,2 por ciento). El año 2011 se calculó una tasa de desempleo mundial del 6,1 por ciento, a saber, 203.3 millones de personas desempleadas en el mundo entero. El 55 por ciento del aumento total del desempleo mundial entre 2007 y 2010 se produjo en la región de las economías desarrolladas y la Unión Europea, que sólo representa el 15 por ciento de la fuerza de trabajo del mundo. En estas zonas se observó además que el empleo en la industria disminuyó en alrededor de 9,5 millones de personas entre 2007 y 2009, sumando 15 millones de desempleados más que en 2007. Y nuevamente reiteramos que a nivel mundial, se estima en 1.520 millones el número de trabajadores en situación de vulnerabilidad en el empleo en 2011, un incremento de 136 millones desde 2000, y de casi 23 millones desde 2009. En la región de Asia Oriental el número de trabajadores en situación de empleo vulnerable se ha reducido en 40 millones desde 2007, en comparación con los incrementos de 22 millones en el África Subsahariana, 12 millones en Asia Meridional, casi 6 millones en Asia Sudoriental y el Pacífico, 5 millones en América Latina y el Caribe, y más de 1 millón en Oriente Medio. La proporción de mujeres en situación de vulnerabilidad laboral es del 50,5 por ciento, y excede a la de los hombres (48,2 por ciento). Las mujeres tienen muchísimas más probabilidades de encontrarse en esa situación que los hombres en África del Norte (55 por ciento y 32 por ciento, respectivamente), Oriente Medio (42 por ciento y 27 por ciento, respectivamente) y el África Subsahariana (casi el 85 por ciento y el 70 por ciento, respectivamente) todo esto mientras transcurre apaciblemente una tendencia universal: hasta el 90 por ciento del gasto público adicional mundial se ha destinado al rescate de bancos y su industria financiera. En tal sentido, la OIT estima que es preciso robustecer los incentivos para que la recuperación de la inversión sea más rápida – aumentándola en otros 2 puntos porcentuales del PIB mundial, o en 1.200 millardos de dólares de los Estados Unidos en todo el mundo – a fin de colmar por completo la brecha de empleo abierta por la crisis. En el mundo, casi 27 millones de personas empezaron a buscar trabajo, sumándose al ya elevado número de 171 millones de desempleados que había antes de la crisis; está previsto que esta brecha vaya ensanchándose a medida que más gente se sume a la búsqueda de un empleo productivo. El crecimiento económico mundial se ha desacelerado drásticamente: en comparación con el 5,1 por ciento del año 2010, el año 2011 cayó al 4 por ciento, y se prevé que a mediano plazo haya una desaceleración mayor. En parte, ello guarda relación con el todavía mediocre crecimiento en las economías avanzadas. Habida cuenta de la necesidad de que la economía mundial absorba un promedio de 40 millones de nuevos integrantes del mercado de trabajo al año, incluso una desaceleración leve de la actividad económica mundial de 0,2 puntos porcentuales equivaldría, por lo tanto, a un aumento de 1,7 millones de desempleados para 2013.
Si se correlaciona Composición Orgánica del Capital como aumento de productividad con un PIB en crecimiento acelerado por sobre el empleo constatamos que la mayoría de los países registraron tasas de crecimiento económico que promediaron 5 por ciento o más en los años 1999-2007, acompañado en el sub-período de 2002 a 2007 por un crecimiento promedio anual del empleo de 1,2 por ciento en Asia del Este, 1,8 por ciento al año en el Sudeste Asiático y el Pacífico y 2,2 por ciento en el Sur de Asia. Desde el decenio de 1980, la mayoría de los países han experimentado una tendencia a la baja de la participación de salarios en el PIB, lo que, para la economía política burguesa significa que se ha destinado una proporción menor de la renta anual a la remuneración de la mano de obra y una proporción mayor a las rentas procedentes del capital. Esta situación se ha dado sobre todo en los países que han registrado un estancamiento de los salarios, pero también en aquellos en que los salarios reales han sufrido un fuerte aumento. A nivel mundial, el crecimiento de los salarios promedio reales se ha mantenido muy por debajo de los niveles anteriores a la crisis, con especial énfasis en las economías desarrolladas, aun cuando continúa significativo en las economías emergentes. Los salarios promedio mensuales ajustados por inflación, conocidos como salarios promedio reales, crecieron 1,2 por ciento a nivel mundial el año 2011, por debajo del 2,1 por ciento alcanzado el año 2010 y 3 por ciento el año 2007. En este marco, China ejerce un gran peso en el cálculo mundial, debido al fuerte desempeño económico. Al omitir China, los salarios promedio reales a nivel mundial crecieron solo 0,2 por ciento el año 2011, menos del 1,3 por ciento alcanzado el año 2010 y 2,3 por ciento el año 2007. En Filipinas, un trabajador en el sector manufacturero llevaba a su casa alrededor de 1,40 dólares de los Estados Unidos por cada hora trabajada. En cambio, en Brasil, la remuneración directa por hora en ese mismo sector era de 5,40 dólares de los Estados Unidos mientras que en Grecia era de 13,00 dólares de los Estados Unidos, 23,30 dólares de los Estados Unidos en Estados Unidos y 34,80 dólares de los Estados Unidos en Dinamarca (tasas de cambio de 2010). Sin perjuicio de lo anterior, entre 1999 y 2011 la productividad laboral promedio en las economías desarrolladas aumentó el doble que los salarios promedio. En Estados Unidos la productividad laboral real por hora en el sector empresarial no agrícola aumentó 85 por ciento desde 1980, mientras que la remuneración real por hora aumentó solo 35 por ciento. En Alemania la productividad laboral se expandió en cerca de un cuarto durante las dos últimas décadas, mientras que los salarios reales mensuales se mantuvieron sin cambio. Cabe destacar que en las economías grandes, inclusive Estados Unidos, Alemania y Japón, han visto rezagado el crecimiento de los salarios en relación al aumento en la productividad de modo que en las economías desarrolladas en su conjunto la productividad laboral promedio ha sobrepasado el crecimiento de los salarios promedio reales. Sobre la base de los datos de 36 países, desde 1999 la productividad laboral promedio aumentó en más de dos veces los salarios promedio en las economías desarrolladas. Se trata de la mayor caída registrada desde 1991. Pero cabe destacar una tendencia sumamente relevante que viene a reafirmar la tesis sobre el ensamblamiento completo y total de la cadena mundial de valorización y de la homogenización de la ley del valor a nivel planetario, y es que en los dos últimos decenios, la disparidad de la productividad de la mano de obra entre el mundo desarrollado y el mundo en desarrollo se ha reducido considerando para ello que, en la situación precedente, la producción por trabajador en la región de las economías desarrolladas y la Unión Europea el año 2011 fue de 72.900 dólares de los Estados Unidos, en comparación con la media de 13.600 dólares de los Estados Unidos en las regiones en desarrollo. Ello significa que, ajustado en función de las diferencias de los precios entre países, el trabajador medio de un país en desarrollo produce menos de una quinta parte de lo que produce un trabajador medio en un país desarrollado. A este respecto es necesario destacar que en el período previo a la crisis eran tan abismante las diferencias de productividad que ni siquiera era posible comparar las productividades de los trabajadores de los países desarrollados y de los países en desarrollo. No obstante, toda la recuperación de los niveles de productividad de la mano de obra entre el mundo en desarrollo y el mundo desarrollado entre 1991 y 2011 correspondió a las tres regiones de Asia, mientras que otras regiones se quedaron a la zaga. El crecimiento de la productividad es relativamente débil en gran parte del mundo en desarrollo fuera de Asia. Pese a observarse un cambio de rumbo cíclico en la productividad durante la recuperación de 2010, las tasas de inversión continúan estando por debajo de los niveles anteriores a la crisis en la mayoría de los países desarrollados y Europa, a excepción de Alemania, Canadá, Italia y Suecia, donde la proporción de inversiones excedió la registrada un año antes. Esto puede explicarse en parte por las condiciones financieras de las empresas, toda vez que las grandes firmas han acumulado suficiente flujo de caja libre para permitirse poner en marcha sus programas de inversión con rapidez. Esto hizo que entre 2008 y 2011, el empleo industrial descendiera 0,8 puntos porcentuales, y durante el período siguiente a 2000 la proporción de empleo en la industria apenas registrara un pequeño aumento de 0,7 puntos porcentuales.

Por otro lado, la mayoría de los nuevos puestos de trabajo en América Latina y el Caribe siguieron creándose en el sector de los servicios, sector en que se han acumulado grandes masas de dinero que no se han convertido en capital y que conlleva a un estancamiento de la COC. Entre 2000 y 2011, la proporción de empleos en este sector con respecto al empleo total aumentó en 3,6 puntos porcentuales, alcanzando el 62 por ciento en 2011. Se trata de la proporción más alta de todas las regiones, a excepción de las economías desarrolladas y la Unión Europea. Pese a que en América Latina y el Caribe la proporción de empleo industrial es similar a la de las economías desarrolladas y la Unión Europea, la producción por trabajador no llega siquiera a la tercera parte de la de las economías desarrolladas. Ello no sólo se debe a una proporción mucho mayor de empleo en la agricultura, sino también a niveles de productividad promedio inferiores en el sector de los servicios. También se observan importantes diferencias en los niveles de productividad y en las tasas de crecimiento dentro de la región; así pues, el nivel de productividad del Brasil es bastante menor que el de otras grandes economías, como la Argentina y Venezuela, mientras que en algunos países del Caribe los niveles son sustancialmente bajos.

Son estas las disparidades a que apunta la estandarización e igualación mundial de la ley del valor. Son estas condiciones políticas, culturales, institucionales y materiales las que son objeto de transformaciones históricas a nivel mundial (mediante guerras, convulsiones, crisis, enfrentamientos, insurrecciones, revoluciones, rebeliones, estallidos sociales, etc). La tendencia mundial ha resultado en un cambio en la distribución del ingreso nacional, con una menor participación de los trabajadores, mientras que la participación del capital en la renta aumenta en una mayoría de países. Incluso en China, un país donde los salarios a grosso modo se triplicaron durante la última década, el PIB aumentó a una tasa mayor que la masa salarial total; por tanto, la participación de los salarios disminuyó en el PIB pese a que se registró un mayor crecimiento económico. La caída en la participación de los salarios es atribuida al mayor avance tecnológico, la globalización del comercio, la expansión de los mercados financieros y la declinación en densidad sindical, lo cual ha erosionado el poder de negociación de los trabajadores. Según la economía política burguesa la globalización financiera, con la existencia de grandes excedentes en cuenta corriente sugiere la existencia de espacio para vincular más directamente los aumentos de la productividad y los salarios como medio para estimular la demanda nacional. No obstante, nosotros sabemos que el desarrollo de los procesos de valorización de capital necesariamente conlleva a un menor valor de los salarios conforme aumenta el trabajo muerto acumulado en la tecnología, siendo perfectamente coherente una tendencia hacia la disminución de la demanda efectiva, vía precarización del empleo y aumento del desempleo con un aumento en los niveles de crecimiento del valor del capital.

La economía política burguesa nos enseña que dado que el excedente de un país es el déficit de otro, no todos los países pueden seguir el camino de China y Alemania. El crecimiento impulsado por la exportación requiere de altos excedentes en cuenta corriente en algunos países y por tanto déficit en otros. En algunos de los principales «motores de la demanda» en el mundo, el auge en el consumo desde el cambio de siglo se basó en un crecimiento vertiginoso del endeudamiento de los hogares más que en el alza de los salarios. En Estados Unidos en particular, el fuerte crecimiento en el consumo de cara al estancamiento de la mediana salarial fue posible solamente mediante el consumo financiado por el endeudamiento y el basado en la riqueza formal. El auge en los precios inmobiliarios y en la bolsa aumentaron la riqueza (contable) y por tanto las garantías para el crédito de consumo y el financiamiento hipotecario. Además, las cambiantes normas financieras, los nuevos instrumentos financieros (endeudamiento por tarjeta de crédito, préstamos por capital inmobiliario) y el deterioro de los estándares de solvencia crediticia, gatillados por la securitización de deuda inmobiliaria, permitió que sumas crecientes de dinero estuvieran al alcance de sectores sociales de bajos ingresos. Así, el endeudamiento de los llamados "hogares" se convirtió en un sustituto de los salarios más altos como fuente de demanda y consumo.

Ténganse a la vista las siguientes fuentes referenciales, documentales e informes sobre los que se ha construido este artículo:

Fuente: kaosenlared

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