Aunque tal vez no era el propósito directo de sus protagonistas, el 27
de febrero de 1989 pasará a la historia como el primer evento mundial
de resistencia masiva y popular a las políticas económicas
neoliberales que, desde finales de los 70, se venían aplicando en
América Latina.
El segundo evento de esta significación fue en Buenos Aires, Argentina
en el año 2002.
Aunque hay que dejar claro que, los pocos meses del Caracazo, se daban
explosiones populares en Brasil, donde con la misma modalidad de
expropiación directa a los comercios la gente salió a las calles de
Rio de Janeiro y otras ciudades. De esta forma, en ambos lugares de
América Latina, la gente descubría, intuitivamente y en la práctica,
que la propiedad privada es privadora de la vida de las mayorías. Pero
la réplica brasilera no se dio con tal magnitud al epicentro de
Caracas. A pesar de esta manifestación de resistencia, durante los
años noventa el neoliberalismo, portando una soberbia criminal, se
envalentonó y continuó su avance tanto en Venezuela como en América
Latina.
En Argentina se impuso un esquema monetario ultraliberal, avalado en
gran parte con la llamada la Ley de Convertibilidad, que terminaba
eliminando a la moneda nacional al sujetarse al dólar, y desaparecía
de facto al Banco Central de la República Argentina. Fueron los
tiempos de los ministros estrellas del pensamiento económico de la
derecha. Esta hegemonía dio paso al segundo acto de resistencia masivo
al neoliberalismo, (a su modelo político y a su modelo económico)
cuando, muchos años después, una gran proporción de los habitantes de
Buenos Aires, azotados y empobrecidos por una devastadora crisis
financiera y económica que acompañó la caída del modelo de
convertibilidad (conocido como la Caja de Conversión), hicieron y una
revuelta que permitió a los bonaerenses observar cómo el Presidente
Fernando de la Rúa, luego de presentar su renuncia, abandonaba por
"los aires" la Casa Rosada,.
En el caso de Venezuela, es importante aclarar que para esa época se
distinguen dos tipos de protagonistas, uno es el pueblo y por el otro,
los representantes de los intereses dominantes que intentaban llevar a
cabo una propuesta de relevo del modelo capitalista dependiente y
petrolero colapsado. Mientras en las calles de Caracas las multitudes
protagonizaban una revuelta, en Washington, el mismo 27 de Febrero de
1989, los principales diseñadores nacionales del Programa de Ajustes
Estructural, altos funcionarios del Gobierno de Carlos Andrés Pérez
con el Ministro de Planificación (Cordiplan) Miguel Rodríguez a la
cabeza, estaban negociando con el Fondo Monetario Internacional una
Carta de Intensión y un Programa de Ajuste Estructural.
Todavía no se sabe si, los acontecimientos que , en ese mismo momento,
explotaron en Caracas, tomaron por sorpresa a los que estaban en la
negociación y motivaron una evaluación de la viabilidad política del
ajuste. Lo cierto es que la soberbia que caracterizó a esta
tecnocracia neoliberal (iesa boys), que acudía al auxilio de los
socios que suscribieron el Pacto de Punto Fijo, no sólo llevó a
subestimar los efectos socio-políticos de la política económica, sino
que se aventuraron, a sangre y fuego, en darle continuidad a su
estrategia de instalar el neoliberalismo durante una década.
Estos economistas -que representaron los intereses de los sectores
dominantes en ese momento, especialmente a facción la burguesía
comercial, de telecomunicaciones y financiera organizada en el Grupo
Roraima- dieron una especie de golpe institucional, al pasar por
encima de Congreso Nacional, del directorio de la CTV y del Comité
Ejecutivo Nacional del partido gobernante Acción Democrática, quienes
luego de reclamar la ausencia de consulta, de la Carta de Intención,
se convirtieron en cómplices activos de estos representantes de los
verdaderos gobernantes de Venezuela.
El programa de ajustes estructural resumía una opción, que tuvo su
tiempo de maduración que va desde finales de los 70 a principios de
los 80. Años en los cuales se manifiesta y desarrolla el punto de
quiebre del agotamiento del modelo de crecimiento basado en la
distribución de la renta petrolera en una economía capitalista
dependiente y petrolera. Algunos autores consideran que 1978 es el año
donde se manifiesta un declive, cuyo despliegue en el tiempo que
devino no termina por concluir. Otros consideran que la
"nacionalización" petrolera contribuyó con este tendencia declinante,
en tanto las empresas trasnacionales y la burguesía nacional
(altamente dependiente del gasto público) empezaron a limitar sus
inversiones y priorizaron por actividades que facilitaran la captura
de la renta petrolera para luego exportarla.
En 1983, explotan las contradicciones económicas acumuladas,
especialmente porque se acopia silenciosamente una deuda externa
producto de la descentralización del crédito público que lleva a que
los organismos y empresas públicos se endeudaron en dólares sin ningún
control. La crisis de la balanza de pagos conduce al fin del régimen
de cambio libre basado en una tasa fija (4,30 bolívares por dólar).
Todo cambia bruscamente, especialmente para los sectores laborales
pobres y sectores medios de ingresos que empiezan a recorrer por un
tobogán de deterioro progresivo e intenso de los niveles de acceso y
de bienestar que el auge rentista les había asegurado, parcialmente,
desde los años sesenta a una porción importante de dichos estratos de
ingreso.
Los que se encontraban en la extrema pobreza y la miseria
profundizaron su condición, mientras que los sectores medios de
ingresos, como los profesionales (incluyendo a los docentes y
trabajadores de la salud), los militares y los empleados públicos se
incorporaron a un proceso violento de depauperación. Ya la "Gran
Venezuela" y el "ascenso social" ofrecido por la democracia
representativa del puntofijismo eran tierras prometidas que se
alejaban velozmente del alcance de los sectores laborales. Ya
Venezuela dejaba de ser el ejemplo en América Latina como "la
democracia y la economía más estable". Por supuesto, que para aquellos
que mantienen el poder económico, la crisis era sólo una turbulencia
pasajera que no le impedía seguir viajando a Nueva York o a otras
partes del mundo donde disponen de importantes activos inmobiliarios y
financieros. Por lo contrario, los sectores capitalistas saben que
estas crisis se convierten en una oportunidad para seguir aumentando
su riqueza sobre la base de la apropiación de la renta petrolera y de
la expropiación del plusvalor creado por el trabajo de la mayoría de
los venezolanos.
Izquierda tradicional y transformismo
Algo poco reseñado con respecto al contexto histórico y sociopolítico
del 27 de febrero de 1989, ha sido el papel que estaban cumpliendo
sectores que migraron de la izquierda tradicional y de la izquierda
reformadora para ponerse a la disposición del reordenamiento del
patrón de acumulación capitalista en crisis. Es importante resaltar el
papel durante los tiempos que anteceden y siguen al hito histórico del
27 de Febrero, de algunos representantes de los que fue la izquierda
de los años 60 y que luego cayeron en las manos del transformismo.
Para desconcierto y tristeza de los que confiaron en algunos líderes
renombrados de la izquierda en Venezuela, algunos de sus principales
líderes se habían incorporado a los equipos del gobierno de Jaime
Lusinchi.
La Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE) fue
albergue de muchos autodenominados intelectuales de izquierda que en
ese momento dijeron que ya no había otra alternativa que la de sumarse
al enemigo, igual pasó con algunos ministerios claves y puestos
gubernamentales donde estos antiguos izquierdistas terminaban su
metamorfosis hacia socialdemocracia. Algunos de estos conversos son
los principales asesores económicos de los sectores más reaccionarios
(fascistas) de la derecha que actualmente pretende derrocar el
gobierno legítimo y popular del presidente Maduro.
Los autoproclamados "marxistas" de ayer, eran bentancourtristas ahora.
Pareciera que esa fue la consigna para aquellos dirigentes que
terminaban "transformados". El los inicios de los noventa, la caída
del Muro de Berlín los envalentona y les refuerza su convicción que la
única forma de salvar al país era salvar al capitalismo. Que el
capitalismo clientelar, rentista, populista y estatista tenía que ser
reemplazado por un "capitalismo productivo", donde el libre mercado y
el liderazgo de la empresa privada constituyeran la base de la
sociedad neoliberal que planteaba el Grupo Roraima, el Grupo Santa
Lucia y la mayoría de la cuerpo académico del IESA. Es así como, el
momento que Carlos Andrés Pérez (CAP) asume su segunda presidencia, en
1989, cuenta con un back office y un front office de asesores
inspirados por el neoliberalismo, donde además de los representantes
directos de las clases dominantes (hijos legítimos de la burguesía),
se encontraban los renegados izquierdistas y algunos IESA-Boys. El
Presidente electo, CAP, dispone de un equipo de brillantes mentes
postmodernas, alejadas convenientemente de la contaminación que
representaban los viejos y tradicionales miembros del CEN de Acción
Democrática.[1]
Es así como, en los albores de la década de 1990, desde las oficinas
de funcionarios (economistas en su mayoría) del Banco Central de
Venezuela salieron las primeras líneas del llamado Programa de Ajuste
Estructural y la redacción a dúo de la Carta de Intensión con los
funcionarios del FMI. El Banco Central, como los otros ejes de poder
institucional del Estado, estaba comandado por los intereses de los
grupos económicos nacionales y trasnacionales. Particularmente de los
representantes más ilustres del capital financiero nacional.
Mientras que de las manos de un equipo, de refinados y bien educados
tecnócratas, atrincherado en las oficinas de CORDIPLAN, salió el 9
Plan de la Nación conocido como "El Gran Viraje". Este documento es
una pieza fundamental para comprender la ideología neoliberal que
predominó durante los años noventa en Venezuela.
A penas se toman las primeras medidas de ajustes de precios, como lo
fueron los ajustes de las tarifas de transporte urbano, se da una
explosión que se enciende inicialmente en algunos puntos de Guarenas y
de Caracas. Luego se propaga por la superficie urbana de importantes
ciudades, hasta convertirse en explosión. Muy a pesar de este
estremecimiento social, los sectores hegemónicos continuaron con
políticas económicas que agudizarían condiciones económicas y sociales
propias de la formación económica y social venezolana, al mismo tiempo
que cultivarían las confrontaciones venideras, como la irrupción de
movimiento bolivariano liderizado por el Comandante Hugo Chávez.
El 27 de Febrero inicia un tiempo de revueltas
Es así como a la rebelión o explosión popular de 1989 se le respondió
con balas y muerte. Durante 5 días se estremecieron las principales
ciudades de este país. Especialmente la ciudad de Caracas. Este
estremecimiento tuvo dos etapas con diferente tinte. Primero la gente
tomó las calles, hizo barricadas en las vías principales, tumbó las
llamadas santamarías (puertas corredizas de metal) de los locales e
iniciaron el "saqueo" de los comercios. Al principio esta
toma/apropiación/distribución de bienes llegó a ser tolerada por la
policía, a tal punto que en algunos lugares (como en Petare) los
efectivos participaron en poner orden en las colas, sin dejar de
contar que también se los funcionarios del orden público también se
llevaban lo suyo. Todavía no se sabe por qué se dio esta circunstancia
dónde prevaleció una actitud tolerante y colaboracionista de los
cuerpos tradicionalmente represivos. Algunos argumentan que la policía
metropolitana venía de un conflicto y esto permitió una cierta
identificación con la poblada. Tampoco esta actitud fue homogénea, en
algunos lugares se reprimió duramente desde el principio a fin.
Importa resaltar que, no sólo eran los habitantes de las barriadas
pobres los que dejaban de respetar la sacrosanta propiedad privada.
Sino que los sectores medios de Caracas salieron a tomar los carritos
de los automercados esta vez para participar en una inédita
experiencia de expropiación ejercida por una multitud. No sólo en
Petare o en Catia se empezó a tomar las mercancías sin pagar, sino que
urbanizaciones de clase media como El Marqués, La California o San
Bernandino (entre otros) protagonizaron la expropiación espontánea.
Por algunas horas se dio una polarización entre sectores mayoritarios
de la población y las oligarquías. La lucha de clases se mostraba de
una forma espontánea y primaria. Recordemos que los sectores
empresariales culpaban al control de cambio del desabastecimiento de
bienes como la harina de trigo para hacer pan, o del azúcar, o de
otros productos como los de limpieza del hogar. Mucho antes de la
explosión social de ese día se había sembrado la tensión y la
incertidumbre, las expectativas negativas recaían sobre el gobierno
que recién se estaba instalando. A fines de 1988, y durante el primer
mes del nuevo año, en los automercados y abastos se empezaron a formar
colas de gente solicitando productos que se estaban racionando. Las
pobladas que irrumpieron en los establecimientos comerciales lograron
que aparecieran productos que estaban acaparados, tal vez esperando
que el nuevo gobierno anunciara la devaluación y el ajuste de precios.
En Petare, luego de pasar meses con ausencia de pan en las panaderías,
vi como un hombre cargaba un saco de harina de trigo de una panadería
saqueada; vimos como aparecían latas de mantequilla con precios
viejos.
Estas escenas se repetían en varias partes de la ciudad. Los que no
tenían obligaban por la fuerza a distribuir las cosas que poseían los
que tenían.
Entre las facciones de la burguesía, eran evidentes las
contradicciones que debilitaban coyunturalmente su hegemonía como
clase dominante. El Grupo Roraima, utilizaba la artillería que había
atrincherado en el IESA, en el Diario de Caracas y en el canal RCTV
para disputarle el liderazgo al Grupo Cisneros. El Diario de Caracas,
publicó un dossier donde detallaba la boda de uno de los Cisneros. El
mensaje era claro, mientras el país padecía de escasez de bienes
esenciales y de dólares, el sector de la burguesía que había
consentido a Carlos Andrés Pérez y sus allegados disfrutaba una
bacanal con un menú donde destacaban especialidades culinarias traídas
de todas partes del mundo. Pura pacatería, fariseismo y cinismo,
porque los que chismeaban a los Cisneros eran iguales o peores a la
hora de darse vida financiados por de la renta petrolera provista por
el Estado y por la plusvalía, que la explotación capitalista, le
expropia a los trabajadores venezolanos.
Luego vino ese terrible día en que las armas del ejército burgués
apuntaron al pueblo indefenso. El día triste, fuimos testigos de cómo
los soldados le disparaban con fusiles a las personas que venían
bajando de las escaleras del cerro que se interponía entre el Mercado
Popular de Mesuca y las entrada de Palo Verde y del cordón de barrios
populares compuesto por El Progreso, Las Vegas de Petare y José Félix
Ribas. Impotentes, observamos cómo mujeres, hombres y jóvenes caían
heridos por las balas de los soldados armados de FAL. No sabemos
cuánta gente murió en esas terribles horas. En los momentos de tregua,
acompañamos al padre Matías Camuñas a recorrer las calles donde yacían
cuerpos de gente del pueblo; vimos cómo de los barrios iban y venían
furgonetas, algunas cargadas de cadáveres.
Hay momentos donde las convicciones se reafirman a pesar del dolor y
de la impotencia. Comprendimos una vez más, quiénes son los que están
contra el pueblo oprimido; comprobamos nuevamente que la justicia era
"una justicia que ajusticia" a los pobres, que los responsables
principales del genocidio nunca fueron juzgados, más bien han
regresado con rostro nuevo o maquillado.
Con las rebeliones bolivarianas de 1992, se demostró por segunda vez
luego del Caracazo, que una era la racionalidad que predominaba en los
espacios de poder y en las mentes dirigentes y otra era la dinámica
que se cosechaba en una parte de la sociedad que había sido afectada
por el colapso del capitalismo rentístico y de su modelo político. La
ilusión de la democracia representativa, consagrada por los carnavales
electorales, mostraba su pie de barro. La dirigencia política alejada
del pueblo, por definición de clase, perdía toda influencia para
masajear la mente del pueblo con el mensaje que promocionaba su mejor
mercancía: la democracia y la libertad bajo el capitalismo.
El modelo político entró en crisis de legitimidad, se desgastó su
promesa, se develó el engaño cínico. El pueblo dejó de creer y perdió
la fe en el discurso del liderazgo político. Y la gente tomó las
calles. No estaban dirigidos por las ideas de Lenín ni de Bakunin,
como algunos quieren interpretar. Aunque hubo participación de algunos
viejos combatientes de izquierda que dieron lecciones de cómo hacer
barricadas (eso sucedió en Petare), esta participación fue subordinada
al espontaneísmo. Parte de la izquierda estaba institucionalizada,
embriagada en las mieles del poder que le ofrecía la democracia
representativa, siendo sorprendida.
Emergió con fuerza una expresión de esa corriente histórica-social que
se ha permanecido latente desde la invasión colonial. Eso hilo
histórico de resistencia se manifestó de manera iconoclasta,
espontánea. En esos días de febrero, esa corriente histórico-social
encauzaba, cimarronamente, los sentimientos e intereses de los
sectores dominados y afectados por el modelo político y por el modelo
económico imperante, heredero de las luchas sociales que se habían
gestado y manifestado desde la colonia.
En estos días en que la Patria de Bolívar se encuentra asediada por un
despliegue mundial de manipulación mediática sin precedentes, que
dispone de grandes recursos tecnológicos y financieros a su
disposición, donde se recurre al terrorismo para asfixiar la vida
cotidiana, una reflexión profunda sobre el 27 de febrero es necesaria.
Notas
1.- Años más tarde, cuando era inevitable el derrumbe de CAP, estos
miembros del CEN del partido Acción Democrática se convierten en
principales acusadores de que el partido haya quedado en manos de
estos tecnócratas. Mientras los tecnócratas, a finales de los años
noventa, respondían que las reformas no se habían llevado a cabo por
la resistencia de esa "clase política".
lunes, 2 de marzo de 2015
El Caracazo de 1989, para la memoria y la reflexión
12:55 a.m.
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