Pre-estreno
DOCUMENTAL
|
* A fierro
* Aperrando, aperrando
* Cordón Gran Avenida
película dirigida por
Renato Dennis, producida por Cordones Audiovisuales
-
Sindicato de Trabajadores Unidos Subus (STU)
Sindicatos Sonda y Quintec
Sindicatos Empresa
Express Gran Avenida y Los Morros (Walmart)
A diferencia de otras fuerzas (como las fuerzas
culturales, comerciales, morales, etc.), las cuales se pueden encontrar en
cualquiera de las clases sociales, la huelga laboral es una fuerza específica y
exclusivamente trabajadora: no es de nadie más. La huelga es el momento donde
un grupo organizado de trabajadores paraliza deliberadamente su trabajo en el
centro laboral. Pero atención: la huelga no es cualquier tipo de conflicto
laboral, ni tampoco cualquier forma de acción colectiva, sino aquella donde un
grupo de trabajadores/as, como pocas veces, asume materialmente una “posición
de fuerza” para poder combatir… Vale decir, paraliza forzosamente la relación
laboral, organizando con ello la disrupción de la producción: le inserta fuerza
material o concretar a su quehacer, a su demanda, a su sueño.
Sucede entonces que las clases dominantes nunca
podrán descubrir la mística y ejercicio de esta forma de acción: la cohesión
social que puede elevar al interior de los trabajadores; la unión que genera
entre trabajadores de diferentes horarios, contratos y oficios; o las múltiples
tácticas que permite aplicar para asediar y acorralar el empresario e,
inclusive, para superar la estrecha institucionalidad dominante (Código “del Trabajo”
-o del Capital, más bien-, y otras esferas). En resumen: la huelga expone
expresivamente la vasta creatividad y fuerza innata del conjunto de trabajadores
y sus familias empobrecidas, vale decir, del pueblo trabajador. Y aunque es
sólo una herramienta -se puede ganar o perder y hay otras formas de lucha
laboral también-, cada día los trabajadores parecieran tener más hambre por tener
a ésta mayormente dominada, conocida y calculada.
Actualmente, con o sin reformas laborales neoliberales, el poder trabajador sigue
posicionando permanentemente sus propias formas de solución a esta vida de
injusticia y va creando con ello un estilo propio de acción: (i) produce la
huelga ilegal, una forma de lucha mucho más libre, flexible y convocante, que ha
agrupado –en promedio por acción- a unos 4000 trabajadores en los años
recientes, frente a los 150 de la huelga legal; (ii) a veces le ha ido quedando
pequeño el enfrentamiento frente a su pura empresa formal, necesitando
sobrepasar ese terreno y apuntando hacia el sector suyo de trabajadores
(mirando hacia la rama económica, como próxima fase); (iii) le ha encontrado
utilidad a la huelga legal, pero también la ha reforzado con múltiples tácticas:
cortes de entrada, “picketing” o aglomeración a las afueras de la empresa, combinación
sino sucesión con huelgas ilegales, articulación de hecho entre negociaciones
colectivas, control territorial del espacio de la empresa, huelgas express sino
ocultas para hostigar al empleador en el proceso de negociación colectiva
formal, fondos de reserva para huelgas, etc. Así entonces, las huelgas en Chile
todavía son pocas en el vasto cuadro de desorganización de los trabajadores,
pero cada día involucran más masa trabajadora, a veces se saltan la empresa o
el terreno donde manda de lleno el capitalista, y sortean así la elevada
dispersión que vive hoy la clase trabajadora chilena, tan dividida y separada entre
múltiples ramas, etapas de producción, sectores y oficios… El sindicalismo se
va montando secretamente entre las líneas de producción o de servicios a clientes;
se organiza con resguardo y cautela frente al capital; va instaurándose dentro
de la empresa, sino en casas de vecinos o canchas de fútbol; pero, como sea que
fuese, lo hace para luego golpear más certera y preparadamente a sus propios dueños
y gerentes: saliendo a ganar, en definitiva. Va acumulando con calma, astucia y
hambre, una nueva fuerza social, para un nuevo mañana de los trabajadores.
Las huelgas laborales en el Chile del periodo actual
(1990-2015) muestran las siguientes formas: (a) no son muchas, aunque tal vez más
de lo esperado según los pocos sindicatos existentes (inclusive, a veces son
realizadas sin sindicatos); (b) generalmente se despliegan a la entrada de las
empresas y con pequeñas movilizaciones o manifestaciones, siguiendo en
importancia los cortes de ruta; (c) la mayoría se realizan en la Región
Metropolitana (predominantemente legales), aunque ello no significa
predominancia de esa zona respecto a la cantidad de trabajadores movilizados,
los cuales son más bien mayoritarios en las regiones ajenas a la Capital según la
predominancia allí de huelgas ilegales (muchísimo más masivas y desbordantes en
términos de convocatoria); (d) han ido aumentado en importancia las huelgas
multi-regionales (y muchas veces, para ello, con sindicatos fuera de la ley:
sindicatos de hecho y nacionales); y (e) han sido casi siempre desbalanceadas a
favor de los sindicalismos avanzados de minería, por un lado, y de empleados públicos
(de planta), por otro, no obstante ahora han ido floreciendo más en los nuevos
sectores de la economía, a saber: más estratégicos en masa (como el comercio),
en economía (sectores exportadores) o en apropiación territorial
(desbordamientos en supermercados, sabotaje en minería o bodegas, apertura de
la huelga a trabajadores de empresas exteriores, etc.). Su gran debilidad, eso
sí, es la misma que la de todo el conjunto del sindicalismo nacional hasta la
fecha: acumulado en la gran y mediana empresa, o al revés, casi inexistente en
la mayoría del proletariado nacional, el cual se desempeña en pequeñas y múltiples
unidades productivas largamente diseminadas, propias del neoliberalismo.
¿Deberán éstos últimos organizarse mayormente por fuera de sus empresas, el
territorio donde mandan los empresarios, para después poder invadirlas conjunta
y coordinadamente?
Por
último, materialmente, las huelgas terminan típicamente en un empate: por un
lado el Trabajo gana algunos pocos recursos, por otro el Capital vuelve a
reordenar la producción sin mayores daños; no obstante, en muchas huelgas se
puede terminar ganando otra cosa para los trabajadores: respeto. O sea,
trabajadores que antes no se saludaban, después de la huelga se abrazan para
empezar la jornada laboral. ¡Eso es cohesión social, fuerte!, pero al interior
del pueblo trabajador. Por lo tanto, frente a la decadencia de la institucionalidad dominante, vemos que el
trabajador pone a la palestra la posibilidad de crearse su propia institucionalidad
y mundo, y va luchando por una vida digna y mejor.
Esto es lo que muestra el presente pre-estreno del Documental
– Trilogía de la Insurrección Laboral (Renato
Dennis, 2015), un documental que hace años
necesitábamos los chilenos/as, pues hace años los trabajadores necesitamos ver:
qué pasa en el lugar donde yo no trabajo (la tarea de pensar el prójimo
laboral) «ya que en mi trabajo no hay huelgas»; o, al revés, «qué sería de mí
si yo hubiese trabajado en aquél otro centro laboral»: la empresa Subus, Sonda-Quintec,
o Walmart Líder, en este caso. Pero los ejemplos son infinitos. Los
trabajadores/as necesitamos más documentales, lecturas, actividades sociales: debemos
labrar más nuestra cultura trabajadora, crear nuestro propio mundo; en nuestros
trabajos, barrios, casas… en donde sea que se despliegue nuestra vida de
trabajadores, para controlarlo todo.
En este sentido, contra la cultura viciosa y
decadente que tratan de contagiarnos los empresarios y sus políticos, se ofrece
aquí un golpe certero y bajo un ritmo y clase de buen boxeo chileno: con el
puño izquierdo preparado y a la retaguardia, pudiendo proyectar reiteradamente
este Documental como forma de hostigamiento frente al capital y autoformación
para los trabajadores; y con el puño derecho a la ofensiva, lanzando la huelga
real, concreta, en un momento determinado y de golpe sorpresa frente al empresariado.
Nos
explotan incesantemente: quieren
hacernos “explotar” o “reventar” por dentro, ¡desgastarnos!, hacernos creer que
no tenemos fuerza ni valor alguno… pero, por alguna razón, casi inexplicable,
no pueden hacer que las familias trabajadoras nos rindamos definitivamente, que
paremos de levantarnos temprano por nuestra gente, que no empecemos a soñar de
a poco con un Chile donde nosotros mandemos y decidamos.
El
trabajador chileno es muy sumiso, ha agachado la cabeza frente al maltrato en
innumerable episodios (llega a faltarle el respeto ¡no solo al otro, sino que a sí mismo!), pero también
tiene mucha rebeldía oculta en sus raíces y que, cuando aflora, sale brava. Es
un sentimiento que se demora en salir, pero cuando lo hace, lo hace con mucha
fortaleza: cuando el chileno se rebela,
cuesta tumbarlo. La huelga es una herramienta estratégica y fundamental
entre los diversos tipos de conflictos laborales: veamos entonces cómo ha
costado tumbar a estos trabajadores chilenos; y qué han ganado y creado los
trabajadores de Subus, Sonda, Walmart y etc., tanto para ellos como para
nosotros: otros trabajadores, empezando a organizarse.
0 comentarios:
Publicar un comentario