La penúltima cuenta pública del
Presidente Sebastián Piñera en el tradicional y formateado hito
institucional republicano del 21 de Mayo, estuvo marcada por el contexto
de su gestión: protesta social nacional y paliativos con bonos y
medidas asistencialistas.
Mientras
el Mandatario leía su discurso -superando una faringitis que pudo
ocasionar el estrés más que un viento frío- en la localidad de Freirina
continuaban las protestas de pobladores por los negativos efectos
medioambientales y de salud por la actividad de una planta de Agrosuper, y persistía la terrible represión de Carabineros con la ola de detenidos y heridos, como continuidad de decenas de movilizaciones en varias regiones.
Y afuera del Congreso, en las calles de Valparaíso,
se manifestaron estudiantes, trabajadores, profesionales, profesores,
medioambientalistas, exigiendo reforma laboral, educación pública y
gratuita, aumento del salario mínimo a 250 mil pesos, fin de
hidroeléctricas para las grandes empresas y fin de la represión.
Adentro, en el Salón de Honor
del Parlamento, Piñera hacía anuncios en su estilo ya conocido. Bonos,
obras puntuales, presupuestos limitados. A pesar de dichos de los
últimos meses, el Mandatario tuvo que reconocer, final y dudosamente,
que sólo “tres cuartas partes” están listas de toda la reconstrucción
que se había comprometido a realizar después del terremoto de febrero de
2010. Lanzó un bono de alimento de 40 mil pesos para sectores pobres,
como un reconocimiento tácito a que a la gente no le alcanza el ingreso
para alimentarse y vivir, en un país donde el 75% de los asalariados
gana menos de 350 mil pesos mensuales. Puede parecer dramático que
Piñera hable de que Chile camina hacia el desarrollo
cuando tiene que dar bonos para que la gente pueda comer. Siguiendo con
medidas populistas de corte neoliberal, enfatizó en su mensaje la
ampliación de otro bono: por Bodas de Oro.
En lo que el jefe de La Moneda
quiso presentar como logros, estuvieron proyectos y medidas conocidas,
varias de las cuales, por lo demás, venían desde el gobierno anterior y
eran promovidas por la oposición. Es el caso del Sernac Financiero,
el llamado “ingreso ético familiar”, la inscripción automática y voto
voluntario y la Ley Antidiscriminación, que tuvo votos en contra de
parte de la derecha. Por lo demás, varios asistentes al Congreso
criticaron, por ejemplo, que Piñera hablara de la eliminación del 7% en
salud para los pensionados, cuando no es universal y está lleno de
trabas que no permiten beneficiar a un alto porcentaje de los jubilados.
No hubo nada respecto a reformar el binominal, dar derecho a voto a
chilenos en el exterior, garantizar derecho a plebiscito, aumento del
salario mínimo, establecer nuevo Código del Trabajo, término de leyes
represivas como la Antiterrorista, etc.
En obras, el Mandatario quiso resaltar la construcción del puente del Canal de Chacao y la finalización de la Carretera Austral.
El
Presidente volvió a plantear la tesis neoliberal de que “es injusta la
educación gratuita”, y quiso reivindicar la reforma tributaria que
financiaría al sector educativo. Sin embargo, dirigentes estudiantiles y
parlamentarios indicaron que esa medida dará entre 300 y 700 millones
de dólares para el sector, cuando se requieren de 7 mil millones.
Resaltó
la pobreza de respuestas ante la pobreza que viven los chilenos. Piñera
se limitó a repetir lo de los bonos y destacó que exista el Ministerio de Desarrollo Social.
Nada respecto a aumento de salario mínimo, generación de empleos
decentes, mayor inversión pública en educación y salud, apoyo concreto a
pequeña y mediana empresa.
Casi al final de su discurso, Sebastián Piñera
aseveró que “no ha habido (sic) un solo día en que estos ministros (los
de su gabinete), no hayan trabajado al máximo”. Frase que se agarró
para bromas e insidias en pasillos del Parlamento, porque lo que más se
ha visto es el “trabajo” de sus ministros para posicionarse como
candidatos presidenciales.
El sentido
autocrítico le duró apenas una fracción de segundos al Mandatario de
derecha. “Pido perdón por mis errores”, dijo, pero de inmediato retrucó
con un “siento que hemos cumplido”.
PROTESTA Y CUESTIONAMIENTOS
De
poco sirvió el frágil operativo propagandístico montado por La Moneda
de colocar un letrero en el techo de un banco con la leyenda “Fuerza
Presidente, siga cumpliendo”, que recordó aquellas frases de la era
dictatorial con que se saludaba a Augusto Pinochet.
Frente a esas palabras, dentro del recinto legislativo y afuera en las
calles, se leyeron proclamas como “No más represión en Freirina”,
“Educación pública, gratuita y de calidad”, “Derechos políticos para los
ciudadanos”, “Piñera, cumple lo que prometes”, “Patagonia libre”, “Aunque les duela, Michelle Presidenta”, “Fuerza Freirina”, “No sólo bonos, salarios dignos”.
Varios
dirigentes políticos y sociales insistieron en que este 21 de Mayo
estaba centrado en la protesta social y las demandas ciudadanas y no en
“tensiones de partidos políticos” o hechos ridículos. Las cosas llegaron
al extremo cuando se comenzó a hablar en medios hegemónicos que una
jauría de perros había atacado a Camila Vallejo, vicepresidenta de la Fech.
“La prensa sensacionalista mintiendo sobre supuestos ataques de perros
en vez de hablar de la convocatoria y de lo nefasto del discurso
presidencial”, anotó la dirigente comunista en Twitter. Antes, el Presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier, había dicho que “se habló mucho de la tensión que habría dentro del Congreso por la pelea entre la Concertación y la derecha por Michelle Bachelet.
Pero se habló poco de la tensión fuera del Congreso, donde estarían
manifestándose las organizaciones sociales, sindicales y estudiantiles
por los derechos del pueblo, por sus reivindicaciones laborales, por
reforma al sistema binominal, por salarios justos”.
Como sea, desde la Mesa Social
y otras organizaciones del pueblo, en declaraciones, pero sobre todo en
la marcha de miles por las calles de Valparaíso, se plantearon
reivindicaciones como garantizar la negociación colectiva y ramal y el
derecho a huelga; un sistema previsional justo y estatal; sueldo mínimo
de 250 mil pesos; término del MultiRut y del “despido
por necesidad de la empresa”; presupuesto de 7 mil millones de dólares
para educación; modificación del sistema electoral binominal e inclusión
en la Constitución de la realización de plebiscito y consulta
ciudadana; cumplir derechos de los pescadores artesanales; respetar y
cumplir derechos de los pueblos indígenas y fin de la represión a las
comunidades mapuche; realizar una real y profunda reforma tributaria,
que lleve a que los multimillonarios y las trasnacionales paguen los
impuestos adecuados, como en países europeos; defensa del derecho al uso
del agua; consulta, participación y distribución presupuestaria en
regiones; terminar con alta concentración privada en medios de
comunicación y TV digital para aumentar el pluralismo; anulación de la
Ley de Amnistía pinochetista y de la Ley Antiterrorista; mayor inversión
para salud pública, masiva y de calidad; apoyos reales a la pequeña y
mediana empresa; respeto a derechos de las minorías.
Un
21 de Mayo que no marcó nada sustancial para la población, salvo
pequeñas ayudas como paliativos a problemas estructurales derivados del
modelo de desarrollo neoliberal. Una fecha que se volvió a marcar por la
protesta y la manifestación social, en todas sus expresiones. El
gobierno se Sebastián Piñera, por lo demás, sigue sin clarificar un
rumbo, una estrategia, una identidad propia, como dando tumbos pero, eso
sí, profundización y cuidando el esquema neoliberal y la institucional
autoritaria. Está claro que en el año que queda, habrá pocas o nulas
transformaciones en el país y el Presidente hará su último discurso del
21 de mayo más bien para despedirse que para resaltar alguna gestión
dinamizadora de derechos sociales, laborales y ciudadanos.
El Ciudadano
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