El sitio de Piñera
contra el pueblo chileno
Andrés Figueroa Cornejo
Hoy estoy en Chile de paso y
retorno a la Argentina en unas horas. Aprovecho los últimos momentos para
acariciar a los míos y dar un paseo por las arterias centrales de Santiago. Hoy
también hay protesta nacional contra el mal gobierno, contra la vida empeorada,
la injusticia y su multiplicación imparable. Es 11 de julio antes del mediodía.
Hace rato que la armadura del Estado, sus carros blindados, las fuerzas
especiales de la policía permanecen apostados en casi todas las esquinas donde
se sucederán las manifestaciones.
¿Por qué el 11 de julio? El
ex Presidente Salvador Allende, el último estadista del país de Violeta Parra,
hace 41 años nacionalizó el cobre, ingreso y sostén histórico del Chile, luego
del desastre del salitre. El territorio extendido donde nací es una explanada
estrecha, flanqueada por la cordillera andina y el Pacífico, una zona movedizaza,
atormentada por placas submarinas. Mi pueblo es trabajador sin horario, vecino
y poblador empobrecido, asalariado que alcanza el fin de mes a cuotas asesinas,
usura, préstamo infinito.
Parece que Chile
estuviera
aislado del resto América Latina. Pero la verdad es que sus relaciones
sociales, la manera en que se desenvuelven las formas más salvajes del
capital
en los tiempos de su mundialización, no lo distinguen de la mayoría
continental,
salvo porque el programa antipopular del liberalismo a ultranza tuvo su
bautismo a sangre y fuego hacia fines de los 70’ de la centuria pasada.
Con un
fusil puesto en la cabeza rota de mi pueblo, Chile se convirtió en el
laboratorio perfecto para imponer la ortodoxia y perversión experimental
de la
Escuela de Chicago. De la Unidad Popular, las formaciones nucleares de
poder
popular, la alta oficialidad militar tutelada por el imperialismo
norteamericano
fue y es la herramienta de una revolución
capitalista jamás vista en la historia de ese modo de producción. Los
acontecimientos son bien conocidos por quienes se interesan
en explicarse la privatización absoluta, la bancarrota de cualquier
gesto
industrialista; por qué tanta concentración económica, tanta desigualdad
de
horror, tanto despojo, tanta explotación y expoliación; por qué todo se
ha
vuelto mercancía, porque el sistema financiero proveniente de los polos
más
poderosos del planeta es el que organiza el orden de las cosas; por qué
la
dependencia profunda y antigua como maldición.
Yo sé lo que ocurrirá hoy, día
de protesta que no nostalgia, sino que actualiza la demanda soberana de
recuperar el cobre, el litio, los bosques mancillados; el mar, el agua, los
campos, las costas, los puertos, los ríos fabulosos, la banca, los derechos
sociales, los servicios básicos. Una movilización contra la discriminación
insultante y la bala contra los mapuche y las mujeres y los migrantes y los
trabajadores y los pobres, los más morenos, las minorías sexuales, los viejos y
los jóvenes.
Yo sé lo que ocurrirá hoy.
La represión encarcelará a centenares o más a lo largo del país. Le romperá las
costillas y la boca enérgica al pueblo. Porque los únicos que emplean ‘todas
las formas de lucha’ en Chile son los administradores del Estado de los que
mandan provisoriamente a costa y en contra de los intereses de las grandes
mayorías. Los más jóvenes, los adolescentes, los casi niños, serán el objetivo
primero. Para que se atemoricen de una vez, como si la rebeldía y el movimiento
objetivo de las contradicciones del propio capitalismo se extinguieran con la pólvora
del escarnio de sus funcionarios armados. El mal gobierno castiga mientras más
luchadores se agregan al descontento corrosivo como petróleo.
Yo sé lo que ocurrirá hoy.
Cuando llegue a la Argentina, también en pie de combate social, sabré cómo habrá
terminado la jornada. Que ningún proyectil criminal se entierre en la piel rebelde
de mi pueblo. Otro escribirá con superior visión lo que pasará este 11 de
julio. Simplemente estoy emputecido. Mi hora de lucha está hoy en Argentina. A
poco de salir de Chile me llevo en la pupila un Santiago sitiado por Sebastián
Piñera y los intereses antisociales que representa. Y en la cabeza del corazón,
la convicción de que terminó la siesta para la minoría en el poder.
Julio 11 de 2012
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