Las siete familias millonarias beneficiadas con la nueva ley de pesca
Los beneficiados por la Ley de
Pesca promovida por el ministro de Economía, Pablo Longueira, son las
familias Angelini, Sarkis, Stengel, Cifuentes, Jiménez, Izquierdo y
Cruz, quienes en el último tiempo se han fusionado en tres grandes
conglomerados que controlan nada más y nada menos que el 76% de la
capacidad pesquera industrial del país y que se reparten utilidades
calculadas en a los menos unos tres mil millones de dólares anuales, a
partir de la extracción gratuita de los recursos del mar chileno.
No es menor lo que se está
discutiendo en torno a la Ley larga de Pesca, bautizada también como
Ley Longueira; los intereses en juego en torno a lo que será el
marco regulatorio de la actividad pesquera por las siguientes dos
décadas son muchísimos, pues se habla de un rubro que genera
anualmente tres mil millones de dólares a partir de la extracción y
comercialización de los recursos del mar chileno y que por ende, son
de todos los chilenos.
Los intereses sobre el acceso a los
recursos se han evidenciado en las semanas previas a la votación en
la Cámara de Diputados de este proyecto de ley. Los artesanales de
todo el país, entre ellos los de Chiloé, se han movilizado, han
salido a las calles, han bloqueado caminos y los han tomado
detenidos por protestar en contra de esta ley que sienten los
perjudica en favor de los industriales, que para alcanzar sus
objetivos no necesitan protestar ni salir con lienzos y pancartas a
la calle, pues en este proyecto de ley tienen de aliado al gobierno y
a los parlamentarios oficialistas, pues el nuevo marco regulatorio
para la actividad es un traje a la medida para unos cuantos grupos
económicos que con en el transcurrir de los años han concentrado
prácticamente la totalidad de la capacidad de captura industrial en
el país.
LAS 7 FAMILIAS
Se habla de siete familias, así como
en la película El Padrino; siete grupos familiares conformados
además por las personas más ricas del país.
Pero, ¿quienes son estas personas que
cuya identidad poco se conocen y que están detrás de estos grandes
grupos empresariales que quieren mantenerse como actores exclusivos
de la actividad pesquera en Chile?
Bueno, las siete familias privilegiadas
con la explotación gratuita de los recursos pesqueros de Chile son:
Angelini, Sarkis, Stengel, Cifuentes, Jiménez, Izquierdo y Cruz, quienes
en el último tiempo se han fusionado en tres grandes conglomerados que
controlan nada más y nada menos que el 76% de la capacidad pesquera
industrial del país y que se reparten utilidades calculadas en a los
menos unos tres mil millones de dólares anuales, a partir de la
extracción gratuita de los recursos del mar chileno.
Hubo un tiempo en que estas familias
poseían por separado su propia flota pesquera, pero, principalmente
a partir de la repartición de las cuotas individuales de captura,
ocurrida en el 2001, estas multimillonarias familias comenzaron a
fusionar sus empresas, a concentrar sus riquezas y sus poderes de
captura. Así, por ejemplo, las Pesqueras San José y South Pacific
Korp, de Angelini y la familia Lecaros se fusionaron para dar origen
a la Pesquera Orizon, que captura el 80% de la sardina y jurel en el
norte del país. Lo mismo ocurrió sólo el año pasado entre las Pesqueras
Camanchaca y Bío Bío, de Jorge Fernández y Jan Stengel, que juntas
ahora capturan el 20,4% del jurel. A mediados del año pasado las
Pesquera Itata y El Golfo, vinculadas a la familia Sarquis y al grupo
Yaconi-Santa Cruz, también se unieron y juntas extraen el 20% del
jurel y facturan al año 400 millones de dólares.
Por otro lado, el Grupo Angelini, a
través de Corpesca y SPK, reunió en 2009 el 24% de la captura global de
jurel; San José, otra poderosa industria, se unió a la segunda y
concentró el 12,4%. Así, ambos grupos sumarían el 56% de las
extracciones de 2009 y el 46,6% de las cuotas del jurel del año 2010.
A ellas se sumó Blumar S.A. que es
titular del 20,28% de la cuota industrial de jurel, del 26,07% de
sardina común, del 31,05% de merluza común y del 15,74% de merluza de
cola. De esta empresa nada se sabía en Chile hasta hace sólo unos meses.
Su nombre era completamente desconocido hasta el 8 de octubre de 2011,
cuando apareció en el Diario Oficial y en la exclusiva escena del
mapa pesquero nacional.
Blumar S.A. pasó a llamarse Pesquera
Itata y luego de fusionarse con Pesquera El Golfo se convirtieron en
la empresa individual que concentra la mayor parte de los recursos
pesquero del país.
Como dato complementario, hasta el año
2001, cuando se repartieron las cuotas individuales de captura, existían
en Chile 78 firmas pesqueras dedicadas a la extrañación del
jurel, al poco tiempo esas 78 se redujeron a sólo 26, producto de
las concertación de capitales.
Tras las últimas fusiones, quedaron
sólo 4 grandes conglomerados que controlan el 92 por ciento del sector
pesquero nacional: Orizon (fusión de South Pacific Korp y Pesquera San
José); Blumar (fusión de Itata y Golfo) y Camanchaca Pesca Sur (fusión
de Camanchaca y Biobio) y Marfood (fusión de Joint Venture de Alimar y
Foodcorp).
Estos grandes grupos corresponden a las
siete familias de la pesca, que son: Angelini, Sarkis, Stengel,
Cifuentes, Jiménez, Izquierdo y Santa Cruz, a quienes les interesa que
nada se modifique, quieren seguir engordando sus fortunas y apelan a
derechos históricos sobre los recursos y le ha ido bien: el
gobierno está con ellos en esa demanda, pues el proyecto de ley
contempla que se les entreguen a perpetuidad e incluso en calidad
de heredables, los derechos sobre los recursos del mar chileno.
Por otro lado, el gobierno no quiere
regular la pesca de arrastre, a cargo justamente de los
industriales en todo el país y responsables de la pérdida de bio
masa en los mares chilenos, de la sobre explotación, pues la
sustentabilidad de los recursos, que debiese ser el eje del la nueva
ley, está lejos del debate y de la propuesta del gobierno.
PORTAZO A LAS LICITACIONES
Hasta el año pasado se habló de
licitar las cuotas de captura de pesca. Era y es lógico pensar en
que era bueno que nuevos y más actores se sumaran a esta actividad.
El arribo del Pablo Longueira al Ministerio de Economía echó al
tarro de la basura esa posibilidad que se veía con bueno ojos,
pues el propio Presidente de la República, cuando era senador, fue
uno de sus impulsores en la ley de pesca de 1991. Además en las
sucesivas legislaciones la derecha siempre votó por mantener la
licitación que contempla el Artículo 27 de la ley de pesca actualmente
vigente.
Se ha dicho que la licitación abre
la puerta a lo que han denominado la “amenaza extranjera”, lo que es
absolutamente falso, pues la actual norma dice que para pescar en
Chile la nave debe ser de bandera chilena, y el tema de fondo en cuanto
a las licitaciones (como cualquier otra que hace el Estado chileno)
es que una actividad económica, enormemente lucrativa y hecha sobre
la base de explotar recursos naturales de todos los chilenos, tienen el
mejor retorno para el Estado y para la sustentabilidad de los
recursos, si se licita.
Hasta ahora las industrias pagan
patentes, pero no por los recursos que pescan. Además, ese discurso
nacionalista en cuando a la pesca no cuadra con el silencio en relación
al agua, a la minería, a las carreteras, a la televisión, a la
telefonía, a la producción de energía y otras áreas de la economía
nacional en donde se valora y aplaude la participación de empresas
extranjeras.
Así, el escenario se vuelve
absolutamente propicio y favorable para los mismos de siempre y el
gobierno busca, mediante instancias paralelas a la legislativa, imponer
acuerdos con los beneficiarios privilegiados de siempre, para que sigan
siendo los únicos que reciban las cuotas, además, a perpetuidad y en
calidad de heredables. Lo que no ocurre en ninguna otra área en donde
el Estado entrega una concesión a un privado, pues cualquier empresa
que postula a una concesión por 20 años sabe que tras ese tiempo el
recurso o el servicio volverán a ser patrimonio del Estado, como ocurre
con las carreteras o con el espectro para la televisión o radio. Por
ello, es absurdo que se hayan negado siquiera discutir la licitación,
que sigue siendo, según lo evidencia la propia realidad de Chile, el
mejor mecanismo para asignar transparentemente los derechos de pesca y
no a dedo como se quiere además ahora legalizar.
Lo curioso es que ha sido la centro
izquierda, acusada muchas veces de estatista, la que ha salido a
defender la libre competencia (máxima del mercado) y el ingreso de
nuevos actores a este sector económico, cuando debiera ser el propio
gobierno y sus partidos, es decir la derecha, quienes lo promovieran,
tal como lo han anunciado con medidas para combatir el “mercado
imperfecto” de las farmacias, los medicamentos y otros.
PARA LOS ARTESANALES NADA
¿Pero qué pasa con el sector
pesquero artesanal, que indiscutiblemente tiene derechos históricos
y sí son herederos de una actividad milenaria y ancestral en las
costas del país?
En la propuesta del gobierno la torta
no alcanza para ellos y las demandas históricas del mundo artesanal
no están contempladas en la ley. No se quiere proteger los
caladeros históricos de la pesca artesanal; no quieren establecer las 5
millas de protección artesanal en todo el país; no se quiere siquiera
discutir si algunas pesquerías debiesen estar en su totalidad en
manos de los artesanales y la prioridad del gobierno es imponer más
restricciones a la flota artesanal, insistiendo, por ejemplo, en la
instalación de posicionadores satelitales en las embarcaciones de
estos.
No hay, como se ha solicitado hasta el
cansancio, la creación de políticas públicas de fomento al sector
artesanal, que pudiesen traducirse en apoyos financiaos, técnicos y
otros que ayuden a mejorar las condiciones de trabajo y económicas
de las familias vinculadas a la extracción artesanal de los
recursos del mar y que son mucho más que siete.
La torta no alcanza para ellos, pues
se quiere repartir entre unos cuantos poderosos e influyentes
millonarios y a los pescadores sólo les queda la calle para
manifestarse, reclamar, protestar y casi suplicar, pues sienten que de
aprobarse la Ley Longueira están condenados a desaparecer y quizás su
única fuente de subsistencia sea luego buscar trabajo en la industria,
embarcarse en ella hasta que, así como están las cosas y como ha
ocurrido en otras áreas, la codicia de algunos termine matando la
gallina de los huevos de oro.
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