La actividad fue un hermoso momento de reflexión, el conservatorio, el canto, la danza, dieron el realce a nuestro encuentro
Nosotros estamos de duelo, porque sufrimos la caída de un compañero, y
estos gigantes, estas malditas empresas, que nos dividen a todos, se han reído
en nuestras caras por años de todos los trabajadores, nosotros nos tenemos que
juntar, unir y así vamos hacer grandes compañeros y se van acordar de nosotros
el día de mañana y gracias a toda la gente que está aquí logramos grandes
cosas. Vivan los sindicatos mierda
Juan Pablo Jiménez.
Juan
Pablo tenía al momento de su asesinato 35 años de edad, el 18 de abril
cumpliría 36 años, estaba casado y con dos
hijos.
Participaba activamente del movimiento sindical, se
autodefinía como un combatiente de la
clase obrera y se identificaba con un sindicalismo clasista, democrático y de
base, en el que no cabe la corrupción ni el acomodo. A Juan Pablo, le gustaba perderse leyendo sobre la Federación Obrera Campesina
(FOCH) y admiraba la CUT de 1953, la de
Clotario Blest.
Estaba hace más de 10 años en Azeta,
subcontratista de Chilectra. Empezó como chofer. Antes de morir, era supervisor de Servicios de
Emergencia.
Formaba
parte de la Radio Popular Enrique Torres, que funciona en la comuna de La
Granja.
Participó activamente con la Asamblea Coordinadora
de Estudiantes Secundarios (ACES) y en la campaña “Yo No Presto el Voto”.
Juan Pablo lideró un reñido proceso de
negociación colectiva, que culminó en el mes de diciembre del año 2012, donde
se votó la huelga por parte de los trabajadores, no arribando a acuerdo con la
empresa.
Finalmente, la asamblea
sindical decidió acogerse a lo dispuesto por el artículo 369 del Código del
Trabajo, lo que molestó a los dueños de la empresa, porque significa repetir la
negociación colectiva en el plazo de un año
Juan Pablo había presentado
numerosas denuncias por abuso laboral y por condiciones deficientes de
seguridad en el trabajo, en contra de AZETA. Cabe destacar que en el mes de
junio del año 2012, falleció Richard Trincado, trabajador de la empresa
“había una
audiencia en que Juan Pablo era partidario de denunciar, ante los Tribunales y
la Dirección del Trabajo, todos los atropellos de los derechos laborales y,
especialmente, los despidos injustificados.
-Azeta tenía por ese entonces como mil
trabajadores, aproximadamente, y el 40% de los trabajadores estaban
sindicalizados. El sindicato de Juan Pablo tenía 40 trabajadores. Negociaron en
diciembre y llegaron a acuerdo.
Ese día jueves, 21 de febrero del 2013, un
disparo en la cabeza hizo que se desplomara en su lugar de trabajo, uno más de
los nuestros caía.
Cada palabra del rapero –parado bajo el toldo oscuro que protege la
fosa– hace apretar más las manos, los dientes las fotos antiguas, las flores
que serán depositadas, las banderas rojas que reclaman contra la
subcontratación en Chile. Los lienzos con lecturas para “la patronal”, más
banderas con la estampa de Clotario Blest. Las botellas con agua para enfriar
los 30 grados que calientan el cementerio El Prado de Puente Alto la tarde del
sábado 23 de febrero. Lienzos y más lienzos. Afiches y más afiches. Un pedazo
de cartón que lleva una de las frases que más repetía Juan Pablo Jiménez:
“Prefiero luchar y perder, que perder sin haber
luchado”.
“Te quieren laborando, alejado del sindicato,
trabajando piola sin desacato a su mandato, te quieren bajo el chorro del
guanaco si protestas, como pobladores de Aysén o también de Dichato…”.
Cada estrofa rapera aprieta también el corazón y
las pequeñas manos de Benjamín. El niño, desde ahora el hombre de la casa,
entrelaza sus dedos pequeños con los de su mamá, Ximena Acevedo, a quien Juan
Pablo conoció el 24 de febrero de 2003 en un paseo por El Quisco. Ambos le dan
la última mirada al ataúd café, al papá-esposo que se va entre aplausos,
entre lágrimas, con decenas de gargantas gritando “arriba los que luchan”. Que
se va en medio de preguntas, del impacto, de la desconfianza de trabajadores y
amigos, que hoy sólo están llenos de dudas y se preguntan por qué fue
asesinado.
En el cementerio El Prado, con tumbas llenas de
remolinos, una joven conecta su teléfono a un parlante.
“Para no hacer de mi ícono
pedazos, para salvarme entre únicos e impares, para cederme un lugar en su
parnaso, para darme un rinconcito en sus altares…”,
El Necio de Silvio Rodríguez. La canción que más le
gustaba tocar con la guitarra a Juan Pablo, un instrumento que conocía bien y
con el que llegaba a las reuniones que hacía su papá Juan Carlos con sus
vecinos en la Villa Los Andes del Sur, en Puente Alto. La misma con que animaba
a sus compañeros del Domingo Matte Mesías, el liceo industrial donde estudió la
enseñanza media, fue presidente de curso, del centro de alumnos y aprendió
sobre Tornería. La misma que llevaba al hombro cuando en los ‘90 iba a una
pastoral en el paradero 16 de Avenida La Florida.
Aunque había partido a formar su propia familia al
paradero 15 de Gran Avenida, mantuvo siempre cercanía con la familia. Con sus
dos hermanas, su papá y su mamá, Nancy, que luchó desde que el niño Juan Pablo
nació hasta que tuvo cinco años. No fue fácil sacarlo adelante y dejar atrás el
Pie bot, una malformación en las extremidades inferiores que requiere sobre
todo paciencia para su recuperación.
Era buen hermano, padre, esposo e hijo
Por eso
nadie se explica que ese día jueves 21
de febrero del 2013 se desplomara y se
le arrebatara su vida
Antes de que la urna comience su descenso, el
cementerio es un desgarro. Uno de los asistentes levanta el puño izquierdo y
grita: “Justicia, verdad, no a la impunidad”. Todos repiten. Una, dos, tres
veces. Por un momento, en ese cementerio, se siente a Chile retroceder 40 años.
El teléfono lanza por el parlante la canción de
despedida. La guitarra y la voz de Silvio Rodríguez suenan en el adiós:
“De tres hermanos el más grande se fue, por
la vereda a descubrir y a fundar…”.
De nuevo se aprietan
las manos, los dientes, las fotos antiguas, las flores que son depositadas, las
banderas rojas que reclaman contra la subcontratación en Chile. Los lienzos con
lecturas para “la patronal”, más banderas con la estampa de Clotario Blest.
Porque consideramos trascendental para el momento político que asistimos
retomar sus convicciones de lucha por
una sociedad más justa y condiciones de
trabajo más dignas para sus compañeros.
Su imagen abnegada como padre, pareja y trabajador subcontratado proveniente de las periferias de Santiago,
refleja fielmente las condiciones materiales mayoritarias del proletariado
Chileno; la explotación diaria, el subcontrato, la inestabilidad laboral, el
peligro latente a accidentarse en la faena, la persecución al sindicato, etc.
Sin embargo somos conscientes de la fuerza transformadora que es capaz de
desarrollar el proletariado al cual Juan Pablo pertenecía, reuniendo como clase
social la capacidad y las herramientas para poner fin a sus cadenas y abrirse
paso a la construcción de una sociedad diferente que supere al responsable de
su histórica opresión, el Capitalismo, Juan Pablo fue consciente de esto y por
este motivo asumió su rol histórico levantando las banderas del sindicalismo
clasista sin importar las consecuencias,
en este esfuerzo titánico que pocos se atreven a dar perdió la vida, pero dejó
un legado inmenso de consecuencia, esfuerzo y entrega en la lucha que hoy
queremos conmemorar.
Hoy desde nuestras organizaciones
exigimos justicia, pero comprendemos que está tan solo alcanzara plenitud al calor del
enfrentamiento de clases, proviniendo desde nuestras manos populares y
proletarias.
La justicia Burguesa que nos hacen creer que tenemos, la misma fuerza de los hechos se encarga en desacreditarla día a día, manteniendo
impunes a los asesinos de la dictadura, manteniendo libre al hijo de Carlos
Larraín, manteniendo libre a la corruptela podrida de buena parte del bloque
dominante involucrado en el Caso Penta, la crisis del Arcis y el recientemente
aparecido caso Dávalos y Soquimich que
involucra a parlamentarios de la Nueva Mayoría y al mismísimo hijo de la
Presidenta de los empresarios.
Mientras tanto la respuesta a nuestra clase se
hace sentir hoy por hoy en Caimanes, con dura represión e intransigencia ante las
legítimas demandas de un pueblo que se niega al sacrificio ambiental de su
territorio y que exige el cumplimiento del fallo emitido por la Corte Suprema,
que obliga a la empresa a restituir el cauce natural del agua del Estero El
Pupio. Podemos comprender entonces que dichas diferencias en el modo de operar
de la justicia, y que han perjudicado claramente el esclarecimiento del
asesinato de Juan Pablo, no son más que la comprobación práctica del carácter
contrainsurgente del Estado y sus instituciones hoy en manos de la Burguesía,
que seguirán estando al servicio de los ricos, Que en el escenario actual
finalmente buscan contener el ascenso en la lucha de masas mediante reformas
pro empresariales y el perfeccionamiento de las medidas represivas.
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