1. No tiene casi ninguna
importancia que la Presidenta Bachelet se precipite inexorablemente cuesta
abajo en las encuestas (68% de desaprobación según la consulta Adimark, mes de
junio 2015). Ni que el sistema de partidos políticos dominante, Nueva Mayoría y
Alianza por Chile, sea aprobado en su gestión apenas por un 15% de los
consultados por la misma encuesta y en el mismo mes. ¿Por qué? Porque en la
presente fase de la mundialización capitalista, de sus crisis y contradicciones
internas, la democracia burguesa y liberal, como se conoció hasta los años 60 y
70 del siglo XX, ya no existe. De hecho, la corrupción generalizada del
capitalismo y del sistema de partidos políticos chileno, en particular, es
apenas una de las manifestaciones del ocaso de la democracia liberal, por una,
y del control del gran capital sobre las viejas formas de representación
electoral en cualquiera de sus niveles, por otra. Lo nuevo es que las grandes
mayorías ya lo saben, independientemente de la incapacidad del movimiento
popular descoyuntado de hacerle frente de manera políticamente eficiente.
Lo único que existe son,
por un lado, grandes polos capitalistas centrales, concentrados y en disputa,
fuerzas e intereses, desplegándose y replegándose en la totalidad del
sistema-mundo, y economías periféricas y dependientes por el otro. El
movimiento real del capitalismo se resuelve en su propia condición dictatorial.
No por placer, sino que por necesidad histórica. Ni siquiera las formas de la
antigua socialdemocracia tienen sitio en la guerra del capital hacia la
configuración de monopolios condensados, como lo demostró la eventual
restructuración de la deuda griega con más austeridad para el pueblo helénico.
2. Chile, México,
Colombia, Perú y otras economías por venir, son los enclaves dependientes de la
ofensiva geopolítica del imperialismo norteamericano en el continente y que por
ahora se llama Alianza del Pacífico. Se nombra como ‘ofensiva’ del imperialismo
norteamericano no porque el imperio haya estado a la defensiva alguna vez.
Sucede que la gran ola de insubordinación popular y autoconsciente de los
pueblos de América Latina entre los 50 y comienzo de los 70 del siglo pasado
ralentizó y llenó de obstáculos la mencionada ofensiva.
Sin embargo, en la
‘integración conflictiva’ capitalista entre China y Usamérica, y sus
respectivas órbitas, Chile, al mismo tiempo, resume en un solo momento, los
intereses del Estado del capitalismo burocrático chino y los intereses del
Estado corporativo norteamericano.
De manera simultánea, la
Eurozona está pronta a consagrar el Tratado de Libre Comercio (TTIP, por sus
siglas en inglés) con EE.UU. Tanto la Alianza del Pacífico como el TTIP, forman
parte de una sola estrategia de la Casa Blanca de aseguramiento de mercados,
poder y hegemonía sobre sus subordinados históricos luego de la Segunda Guerra
Mundial. Dentro de la misma dinámica de integración conflictiva entre China y
EE.UU., la Eurozona (aprovechando el abaratamiento en tiempo y costos generales
devenidos del transporte ferroviario euro-asiático) y la propia economía
norteamericana son las principales importadoras de mercancías chinas, sin
contar la propiedad de China de la deuda de EE.UU. en la forma de la tenencia
de una cantidad sustantiva de sus bonos del Tesoro.
3. (Bachelet es al sistema
político de Chile, lo que Obama al sistema político norteamericano. Con la
única diferencia respecto del Partido Demócrata de Obama, de que la Nueva
Mayoría de Chile contiene al Partido Demócrata Cristiano en su seno. Es como si
el Partido Demócrata de Obama tuviera en su interior a una costilla del Partido
Republicano. Por ello, por ejemplo, en cuanto se aprobó el matrimonio
igualitario entre personas del mismo género en EE.UU., a los pocos días el
Ejecutivo chileno presentó un proyecto similar al Legislativo. Empero y de
inmediato, el Partido Democristiano se negó a su tratamiento, al igual que
ocurrió con el proyecto de aborto legal. En resumen, y sobre los derechos
civiles de carácter liberal, la Nueva Mayoría está a la derecha del Partido
Demócrata de Obama. Pese a que Bachelet y buena parte de sus mentores, como el
ex Presidente Ricardo Lagos Escobar y el ex secretario general de la OEA, José
Miguel Insulza, han sido y son representantes leales de los intereses del
Pentágono en la silla donde se sienten. Aquí es preciso considerar la forma y
condiciones nacionales que originaron la coalición político-partidista que
participó en el pacto interburgués hacia fines de los 80 del siglo que pasó y
que abrió el actual período de gobiernos civiles. Al respecto, en el presente
es un despropósito propagandístico del borde
izquierdo de la Nueva Mayoría intentar hacer creer a la opinión pública de
que esa componenda se trata de una suerte de Frente Popular del siglo XXI. No
es la cuota progresista de la Nueva Mayoría la que la hegemoniza. Por el
contrario. Ahora mismo es la Nueva Mayoría la que subsume-derechizando a su
costado progresista. Y sin entrar siquiera al debate sobre la imposibilidad
histórica de reeditar sin contexto el nacional-desarrollismo que marcó la
economía del país entre fines de los años 30 hasta el gobierno de la Unidad
Popular de Salvador Allende.)
4. ¿Cómo se expresa la
integración conflictiva entre China y Estados Unidos en Chile? El 25 de mayo de
2015, el primer ministro chino Li Kegiang, cerró su viaje oficial de objetivos
geoeconómicos por Brasil, Colombia y Perú, precisamente en Chile, y con un giro
distinto y no contradictorio con el Tratado de Libre Comercio en vigencia desde
el 2006 (firmado el 2005 por el Presidente Ricardo Lagos y realizado durante el
primer gobierno de Bachelet).
La mandataria chilena y la autoridad del gigante
asiático anunciaron el establecimiento en Chile del primer banco de liquidación
en Renminbi (RMB o yuan) en América Latina a través del banco chino de
Construcción, uno de los principales de esa potencia. En la ocasión, el actual
ministro de Relaciones Exteriores andino, Heraldo Muñoz, señaló que “La idea es
que haya una globalización de la moneda china y la globalización de la moneda
china requiere de ciertas plataformas (…) Chile se va a transformar en un
centro financiero para China para la liquidación de sus monedas”.
Anteriormente, los Bancos
Centrales de Chile y China rubricaron un acuerdo sobre el uso de swap
(transacciones de moneda a futuro) de sus monedas locales, que contempló un
monto máximo de 22.000 millones de yuanes o (unos 3.600 millones de dólares).
Además, China anunció un aporte de 50.000 millones de yuanes (USD 8.000
millones) para que inversionistas institucionales extranjeros puedan invertir
directamente en el mercado de valores chileno.
Si China invierte bajo la
lógica de las ventajas comparativas y la deslocalización productiva en la
industria y los commodities en Brasil; en Chile, desde igual paradigma,
invierte en el ámbito financiero. Simplemente, China intensifica y aprovecha la
ya instalada división internacional del trabajo de acuerdo a las distintas
regiones del mundo en donde establece sus negocios.
Lo anterior da cuenta de
los modos complementarios a través de los cuales se desenvuelve la repartición
en tiempo real de los mercados entre los capitales combinados de los centros
neurálgicos del devenir capitalista. A este tipo de fenómenos algunos expertos lo
han denominado “cambio de época”, “multipolaridad”, etc. Sin embargo, es
imprescindible recordar que China, Rusia, EE.UU., Japón, India, Alemania, Francia,
por numerar a algunos, son Estados capitalistas que sostienen su influencia en
su armadura nuclear. En este sentido, la nueva época se parece mucho más a un
complejo en tránsito e inestable, de dentelladas gananciales y de distribución
del botín-mundo en términos geográficos, económicos y político-militares, que a
una modificación que redunde por algún lado en beneficio para la humanidad. La
multipolaridad se manifiesta como una serie de combates intercapitalistas e
interimperialistas donde los pueblos del mundo todavía no logran conquistar la
calidad de actores protagónicos. Allí está Medio Oriente, África, Ucrania, la
lucha por controlar la zona comercial del Pacífico, Grecia. He aquí los campos
provisionales de la barbarie capitalista en medio del rediseño planetario del
mapa de la sobreexplotación, la esclavitud, la expoliación, la destrucción de
la naturaleza, el extractivismo, el narcicismo lumpen-burgués y el fetiche de
la ganancia a cualquier costo por parte de la minoría dominante.
5. Debido a la
mundialización capitalista, a la celeridad vertiginosa producida, entre otros
factores, por la revolución de la industria informática, no existe posibilidad
de intentar explicar los fenómenos económicos y la crisis integral del
capitalismo sino de manera extraordinariamente provisoria. Así como los
mercados bursátiles se caracterizan por su volatibilidad multicausal, así
también cualquier análisis en general, y en Chile, en particular, es
eminentemente transitorio. El propio sistema lingüístico, con su linealidad
forzosa, limita tanto la interpretación de la realidad de estratos
dimensionales complejos, como el establecimiento de tendencias. En este
sentido, el pensamiento emancipador, la constelación de saberes en busca de una
aproximación frágil a la verdad desde los intereses del pueblo trabajador y la
mayoría social, impone al anticapitalismo un esfuerzo superlativo. Lo que
llaman “aportes multidisciplinarios”, no es más que la exigencia a los
intelectuales orgánicos de los dominados/as a plantearse el desafío sin final
de acercarse a la totalidad del conocimiento históricamente acumulado.
Si la actual fase del
capitalismo y el estado de la lucha de clases en Chile y en el mundo (o
relaciones de fuerza locales y planetarias), marcada primero por la condición
chilena de economía dependiente, se caracteriza por la hegemonía del capital
financiero sobre el conjunto de momentos que hacen la reproducción capitalista,
ella sólo puede intervincularse con la tendencia a la baja de la tasa de
ganancia del capital. Y la tendencia a la baja de la rentabilidad está asociada
a largos ciclos donde el capital constante (tecnología de punta, robótica y
maquinaria) tiende a eliminar el trabajo humano (capital variable), el artífice
de la producción de valor y, por ende, de plusvalor o excedente socialmente
producido que es apropiado de manera privada por el capitalista.
¿Pero quiénes son capaces
de invertir en la adquisición de la tecnología de punta si no las grandes
transnacionales oligopólicas de los capitalismos centrales? En este sentido,
los países periféricos funcionan como contra-fuerzas de la tendencia a la baja
de la tasa de la ganancia mediante las deudas públicas y privadas impagables a
los organismos globales del crédito y sus condicionamientos políticos y
económicos; la súper-explotación del trabajo humano; la flexibilidad laboral; el
saqueo extractivista y la destrucción de biodiversidad y recursos naturales
finitos; el intercambio asimétrico de mercancías, servicios y capitales. Del
mismo modo, los países dependientes se tornan mercados para consumir la
sobreproducción del capital concentrado y tutelar. Históricamente, ha sido la
densidad de la lucha de clases la que ha obligado a procesos de mayor
redistribución del plusvalor. Sin conflicto consistente y de alta frecuencia
desde los trabajadores/as y los pueblos y en contra del gran capital, en un
continuo dinámico de avances y retrocesos, así como en su politización
premeditada (o la franca lucha por el poder político), entonces la totalidad
sistémica, su recuperación y ampliación, solamente tiene como frontera a sus reyertas
“por arriba”.
Las inversiones del gran capital
en Chile (con o sin fachada “nacional”) no ofrecen más empleo. De hecho,
replican con superior barbarismo la destrucción y depreciación del trabajo
debido a las leyes propias del aperturismo económico dependiente y la
obsecuencia del rentismo de importantes fracciones del empresariado local. Esas
inversiones, en concreto, desplazan comunidades, consumen el agua que
posibilita la vida humana y ecosistémica, desforestan y castigan en especial, y
con respaldo del Estado chileno (fuerzas policiales y militares, leyes y
burocracia), junto a las bandas fascistas de origen paramilitar y a pago por el
latifundismo, a la humanidad y al territorio mapuche en resistencia.
Otro caso es el de los
grandes grupos económicos y de capitales combinados y diversificados chilenos
(como los Luksic, Matte, Angelini, Claro, Piñera, Saieh) que operan no sólo
disputando el mercado interno, sino que expanden sus intereses en el resto del
continente y más allá, vía inversiones directas, participaciones accionarias y
reciclando sus beneficios en el campo bursátil.
Lo cierto, es que las
crisis en los nudos cardinales del capital mundial se viralizan con mayor daño
e impacto en las economías periféricas, como la chilena.
6. El 6 de julio de 2015,
el ministro de Hacienda Rodrigo Valdés señaló que el crecimiento del país a fin
de año, a diferencia del proyectado 3.6%, sólo alcanzaría al 2.5%. De acuerdo a
estimaciones de analistas del empresariado, el Indicador Mensual de la
Actividad Económica anualizado (Imacec), el crecimiento se promediaría a la
baja del anunciado por Valdés. Es preciso recordar que en el último cambio de
gabinete de la administración de la Nueva Mayoría, los nombres que marcaron con
indiscutible claridad la determinación de Bachelet de fortalecer sus puntales
más liberales en materia económica fueron las nominaciones del DC Jorge Burgos (ultraconservador
y anticomunista acérrimo) en la cartera del Interior y del ex funcionario del
FMI y tecnócrata, Rodrigo Valdés en Hacienda. Este último es uno de los
precandidatos presidenciales aún no proclamados oficialmente por los intereses
empresariales, pero paulatinamente propagandizado por sus medios de
comunicación, como el Diario Financiero y El Mercurio, entre otros. En el
enrarecido panorama del sistema político dominante debido al escándalo de la
corrupción, ya se lucen en el mismo sentido varios ex presidentes (Lagos,
Piñera, Frei Ruiz-Tagle), el ex secretario general de la OEA, José Miguel
Insulza, el ministro de Relaciones Exteriores, Heraldo Muñoz, y uno que otro
peregrino cuyas eventuales promesas también riman con el continuismo.
El cambio de gabinete de Bachelet
tuvo dos objetivos inmediatos: ofrecer las garantías de que no existiría
ninguna modificación en “las reglas del juego” para el capitalismo de
vanguardia en Chile y que, por tanto, no habría ni siquiera reformas bonsái ni
políticas redistributivas que mellaran alguna fracción de sus ganancias; y que
formalmente estaba dispuesta a cambiar ministros y miembros del Ejecutivo ligados
a la corrupción (menos a ella misma, por cierto). Ambas finalidades se han
perfeccionado y extendido desde las rotaciones ministeriales del 11 de mayo de
2015. La administración Bachelet ya mutó y/o desplazó hacia el tiempo del nunca
jamás las reformas comprometidas en su programa presidencial. De hecho, el
ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés, declaró al Financial Times que "Sin
crecimiento será imposible implementar programa de reformas".
Y en la actualidad, ante
la crisis de la baja estructural de las inversiones privadas, pobremente
compensadas con un fuerte programa de apalancamiento e inversión de capital
estatal sobre todo en la gran minería y en programas de obras públicas, ya se
reestablecieron las clásicas medidas para tentar a la inversión capitalista
bajo sus condiciones antipopulares conocidas en el país desde mediados de los
70 del siglo XX.
Sin embargo, la inversión
del gran capital concentrado en temporada de crisis, por una parte se recoge,
fusiona y refugia en las bolsas del casino especulativo mientras pasa la mala
racha, y por otro lado, busca economías periféricas más baratas todavía y que
le otorga réditos más inmediatos. Como
se enunció en este mismo artículo, quienes mandan en la actual fase del
capitalismo no son los gobiernos de turno de un país en particular, sino que
las grandes corporaciones transnacionales que hasta el momento controlan el
sistema-mundo.
En el mapa de las
expresiones de la crisis en Chile, durante el trimestre móvil marzo-mayo de
este año, el desempleo se incrementó en 0.5 puntos, según el Instituto Nacional
de Estadísticas (INE), el cual mide la cesantía mediante encuestas engañosas,
sin importarle la calidad del trabajo, su frecuencia, relaciones contractuales
y condiciones laborales. Las cifras arrojaron un desempleo de un 6.6%, donde
los hombres alcanzaron un 5.7% y las mujeres casi un 8%, confirmando, una vez
más, la feminización de la pobreza. Naturalmente que los guarismos del INE son
dibujados desde arriba y sobre la base de metodologías mañosas y subordinadas a
los intereses de clase que representa la componenda en el Ejecutivo. Lo cierto
es que todos los días se multiplican los despidos en todas las industrias y
áreas del país, siendo las más graves las de la gran minería pública y privada,
el retailer o grandes cadenas comerciales de venta al detalle, y la industria
manufacturera. Los modos de la polifuncionalidad y flexibilidad laboral
hegemónicas obran como contenedores de un desempleo desbocado. Sin embargo lo
anterior, se sufre una ampliación creciente del trabajo a cuenta propia y
ciertos grifos crediticios que colaboran con su desenvolvimiento. Se trata de
la proliferación de diminutas unidades de trabajo donde gobierna la
autoexplotación, la subcontratación y el empleo precario. Una suerte de
economía de subsistencia y subsidiada por la deuda que, desde hace décadas,
forma parte necesaria del encadenamiento en la producción de valor y utilidades
para los capitales gigantes que se mueven a sus anchas en Chile.
Como si fuera poco, a la
consabida baja general de los precios de los commodities o materias primas
demandadas por la órbita de las economías vertebrales del planeta (que en el
país golpea duro al cobre y sus minerales asociados, a la madera, la fruta y el
pescado), la llamada “desaceleración económica” chilena padece de un nuevo
garrotazo mundial: la caída en curso de las principales bolsas chinas. Hasta el
momento, el apalancamiento del Estado chino, junto a una batería de medidas,
parece amainar sus efectos transitoriamente. No obstante, la mundialización
capitalista se caracteriza por la contaminación acelerada de la totalidad del
movimiento del capital. Hasta ahora, la única certeza es que China ya no
crecerá este año al 7% proyectado. Ello, junto al fortalecimiento del dólar,
significa una renovada debacle en los precios de los commodities en Chile,
fundamento de una economía basada en la exportación de bienes y servicios, el
extractivismo, y en una nueva burguesía chilena súper concentrada que obtiene
sus mayores rentas en su deslocalización, la especulación con los ahorros
forzosos de las Administradoras de Fondos de Pensiones privadas (AFP), la
industria de la deuda y en la gestión financiera, como destacó hace unas
semanas el secretario ejecutivo de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE), Ángel Gurría, el mismo que apuntó a Chile como al
país con la peor distribución del ingreso de los 34 Estados que componen esa
institución regentada por el imperialismo norteamericano, Alemania y Francia.
Materiales de futuros
artículos serán las relaciones de fuerza mundiales y nacionales entre el
movimiento popular planetario y chileno (o situación de la lucha de clases) y
el capital transnacional; la negación de la cúpula de la iglesia chilena de
acuerdo a los paradigmas instalados por el papa Francisco en su encíclica Laudato si respecto de la crisis cierta de
sobrevivencia para la humanidad que comportan el cambio climático, la falta de
agua y de soberanía alimentaria, la ecología y el papel del capital financiero;
las formas de la alienación y del fetichismo en Chile; y la ejecución concreta
de prácticas cada vez más recurrentes de criminalización y represión contra los
jóvenes y trabajadores/as en lucha, al ambientalismo consecuente y contra la
resistencia mapuche por parte del capitalista Estado chileno.
Andrés Figueroa Cornejo
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