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miércoles, 1 de junio de 2016

Sobre la coyuntura y la necesidad de la autodefensa de masas para conquistar nuestras demandas

1mayo


El Estado en general, como herramienta de dominación de una clase sobre otra, como la violencia organizada de la clase que detenta el poder económico y político, ha demostrado históricamente que utiliza todos los medios a su alcance para aplastar la iniciativa política en todo plano de los dominados, para reprimir los brotes de rebeldía y organización que el pueblo emana hacia la superficie para hacer frente a los excesos del sistema. En Chile esta situación ha quedado manifiesta históricamente, aplastando el Estado y sus instituciones violentamente cada coyuntura que ha puesto en cuestión el orden y la paz social, justificando con todos sus medios este actuar. Esto último es lo que sucedió con nuestro país con el golpe de Estado de 1973 lo cual abrió paso a una ‘‘contrarrevolución completa’’ por parte de la burguesía en contra de los trabajadores y sectores populares quienes conducidos por el reformismo, confiaron en la legalidad del sistema, en la democracia burguesa y en el profesionalismo de las Fuerzas Armadas y de Orden, contrarrevolución que sustancialmente hasta el día de hoy no ha cambiado más que en algunas de sus formas, en sus ‘‘excesos’’ represivos más que nada, pero hasta por ahí nomás.
Recién la semana que acabó, fuimos testigos de la ‘‘desinhibición’’ de carabineros y su represión, frente una multitud de estudiantes secundarios que respondieron dignamente con lo que tenían a mano para defender los derechos que sistemáticamente este modelo les niega. El saldo fue de cientos de estudiantes detenidos, varias decenas de heridos, la rienda suelta del control por sospecha, una menor de edad que sufrió un paro cardio respiratorio producto de los gases lacrimógenos y una mujer que producto de los golpes de carabineros sufrió un aborto, eso por decir a la pasada. No es para nada normal que esto suceda, claramente estas situaciones no debemos normalizarlas, pero ¿podemos esperarnos otra cosa?
Frente a la agudización de los conflictos de clase en nuestro país, frente a la deslegitimación de la institucionalidad burguesa, la nula confianza en los políticos y sus leyes corruptas, ante los cientos de conflictos que brotan a lo largo de Chile ¿podemos esperar que las clases dominantes no respondan de esta manera? ¿Es que acaso creemos que la herramienta que utiliza la burguesía para explotarnos y reprimirnos puede tratarnos suavemente, o que nos puede reprimir ‘‘democráticamente’’?¡! Claramente las tendencias ciudadanistas y socialdemócratas dentro del espectro de la ‘‘izquierda’’ piensan que el Estado y sus instituciones son neutras y pueden tener un trato democrático con nuestras demandas y movilizaciones, pero ¿los revolucionarios también? La brutalidad ejercida contra los estudiantes que se movilizaron esta semana marca una etapa de franca vuelta hacia el cerrojo ultraconservador que inaugurara el ‘‘realismo sin renuncia’’ de la Nueva Mayoría, coronada con una cuenta pública durante el 21 de Mayo donde se anuncia claramente el termino de ‘‘la obra gruesa del gobierno’’, negando cualquier posibilidad de cambio desde adentro de este –podrido- sistema.
Frente a la ofensiva represiva del gobierno, nos queda la autodefensa de masas como una necesidad imperiosa para proteger nuestras movilizaciones y con ello lograr avanzar en la conquista de nuestra demandas, máxime cuando en la actual coyuntura de nuestro país podemos mencionar al menos 5 tendencias que la transforman en una necesidad y un periodo propicio para su desarrollo e impulso: 1.-Producto de la creciente desafección de la gente hacia la generalidad de la política institucional, la corrupción, la pauperización de ciertas capas de nuestra sociedad, el auge espontáneo de la lucha de masas y la derechización del reformismo histórico, entre otros factores, existe un escenario donde los revolucionarios tienen posibilidades concretas de insertarse y ganar espacios de dirección, habiendo una subjetividad más o menos idónea para instalar temas como la movilización, la autodefensa, la violencia, etc.2.- No es un tema de preferencia para la generalidad de la izquierda revolucionaria, y en los casos en que hay preferencia, no hay una práctica política integral que combine y articule el trabajo de masas y la violencia de masas para afrontar el actual periodo y que tienda a la profesionalidad y la masificación. La no cercanía hacia esos temas por parte de la izquierda revolucionaria cuando hay un escenario propicio, aporta al florecimiento de las tendencias espontáneas e individualistas que vemos hoy en la lucha, tendencias que aportan a la criminalización gratuita de la protesta como lo sucedido este 21 de mayo, y que de rebote ayudan a la situación de crecientes procesamientos y encarcelamientos de numerosos compañeros. 3.-Ante la profundización de la política contrainsurgente del Estado y la normalización de las prácticas represivas, solo nos queda prepararnos para hacer frente a esos embates, de lo contrario nuestras demandas, objetivos y reivindicaciones serán negadas e invisibilizadas inapelablemente. 4.- El hecho de que la crisis de legitimidad se profundice pasa no únicamente, pero sí necesariamente por expresar el descontento y nuestras exigencias en la calle, con violencia masiva y que tenga grados cada vez más crecientes de organización. 5.- Dado la marginalidad que la izquierda le ha dado a este tema, existe una necesidad muy profunda de retroalimentación y sistematización en torno a las líneas políticas en el desarrollo de la violencia de masas y su práctica. Por lo anterior es que queremos instalar en el debate político estas humildes reflexiones que tienen por fin únicos aportar a una cualificación en la práctica y movilización de nuestro pueblo y un tensionamiento hacia las demás organizaciones de la izquierda revolucionaria.
Lucha ideológica: en este plano los revolucionarios debemos mostrar que la violencia y la fuerza han jugado un rol sumamente importante en la historia, al permitir realizar cambios y virajes fundamentales para la humanidad, en ese sentido, estos elementos son consustanciales al desarrollo mismo de la sociedad humana y que por lo tanto deben ser juzgados desde una perspectiva histórica y política, y no meramente ética. Por lo anterior es que nosotros justificamos el uso de la fuerza desde el plano de la lucha de clases, o sea, en una perspectiva histórica de emancipación de la clase trabajadora y el pueblo, pero además justificamos la violencia como una herramienta política porque la historia en general y la historia de Chile en particular nos han demostrado que esta es la única forma de hacer frente a un Estado que siempre nos ha violentado sistemáticamente y que reprime cada intento por mejorar las condiciones de vida del pueblo. Debemos validar las diversas formas de defensa y modos de conquistar demandas que nuestro pueblo ha desarrollado y nos ha legado como experiencia, validarlas pues son la única manera que tenemos hoy en día para poder avanzar en las luchas que afrontamos, por ello es que hoy se hace una necesidad combatir y superar las concepciones e ideas ‘‘pacifistas’’ y ‘‘reformistas’’ que normalizan la represión que las clases dominantes ejercen sobre nosotros y nuestra lucha, pues estas concepciones desarman al pueblo en sus luchas, les hacen confiar en la institucionalidad burguesa, en los métodos ‘‘económicos’’ y ‘‘burocráticos’’ de pelea, niegan la posibilidad de concientización realmente ‘‘política’’ de las masas y la confianza en sus propias fuerzas, obstaculizan la posibilidad de dar saltos adelante en la lucha popular. Cabe mencionar que la lucha ideológica no se da en el escritorio ni por internet, sino que fundamentalmente con la gente, en nuestra práctica y lucha diaria, ahí es donde se hace carne y donde se avanza realmente.
Politización: para lograr que las movilizaciones y la autodefensa sean masivas y representen un aumento en los grados de conciencia es necesario que existan al menos 2 factores dentro de una situación: primero un contexto muy palpable que disponga a las personas a la lucha, que se sientan confiadas y seguras de que lo que hacen es justo y necesario, y segundo que tengan al menos ciertos grados de dirección política, es decir, que existan objetivos claros tras la movilización, así como también claridad en torno a cómo alcanzarlos. Por ello pasa en gran medida el que las movilizaciones tengan ganancias concretas, es decir, que las reivindicaciones sean alcanzadas, ganancias que son algo sumamente importantes pues le demuestran a la gente que la lucha efectivamente sirve, haciéndola tener confianza en sí misma y en los métodos utilizados. Confianza que a su vez recae en las organizaciones políticas presentes en el conflicto, cuya tarea entregar mayor claridad ente objetivos y formas, dar más profesionalidad a la formas de lucha y relacionar las reivindicaciones más superficiales o aisladas, con aspectos estructurales del sistema imperante hoy.
Masividad: si el sujeto de la lucha son las grandes mayorías de nuestro pueblo, si el objeto de ella es transformarlas en una fuerza revolucionaria que encarne un proyecto político de transformación radical, los diferentes planos de la lucha política deben ser impulsados con estas mayorías. No hay otra forma de politización y concientización que no sea el trabajo práctico y concreto en el seno de la gente, es decir, que la política revolucionaria sea desarrollada abiertamente con el pueblo. La autodefensa no escapa a esto ni un centímetro, por el contrario, debe ser impulsada íntimamente con nuestras movilizaciones apostando a la masividad de las mismas, no de grupos aislados o de ‘‘individualidades’’ que actúen por fuera de los conflictos. Son las experiencias y aprendizajes colectivos los que realmente hacen avanzar y ganar las luchas, el reconocimiento como sujetos colectivos en una práctica y objetivos comunes los que trasladan la ‘‘conciencia económica’’ hacia el plano de lo ‘‘político’’, por ello es que el ejercicio de la violencia de masas debe escapar de la espectacularidad de las acciones pues su foco debe ser la práctica colectiva y la justificación por parte de la gente de esas prácticas.
Beligerancia: en la medida en que las movilizaciones se politicen y adquieran masividad, debe ir instalándose una subjetividad más ofensiva entre las personas, que empuje hacia adelante los ánimos y deseos de pelea como forma de conquistar nuestras demandas. Una de las tareas fundamentales de las organizaciones políticas debe ser lograr que la gente pierda el miedo a la represión y a los pacos, avanzando en una disposición de lucha superior, que aumente el arrojo y el ímpetu de las manifestaciones, y las personas que la ejercen. La forma que nosotros tenemos de ejercer mayor presión es ir hacia adelante, no amilanarnos frente a las fuerzas represivas, disputándoles y ganando la calle, por ello es que la mantención de las calles bajo nuestro dominio, la interrupción del tráfico y el romper la normalidad de la ciudad se hacen necesidades tan imperiosas durante la movilización. Debemos crear entre las personas la noción de territorialidad y sentido de apropiación de nuestras movilizaciones preparándonos y tomando medidas para defenderla y proteger a nuestros compañeros, un sentido de apropiación del terreno que vamos ganando a la represión, alejándola y combatiéndola para hacerla retroceder y así ir ganando mayor espacio.
Organización: para lograr esto se deben aumentar los grados de preparación y organización, tanto en el plano de las organizaciones políticas como en los espacios sociales. Una de las tareas fundamentales es aminorar la importancia y masividad de las actitudes y tendencias espontaneístas que dejan el devenir de la pelea y la lucha (en el plano político como en la pelea en sí) a la suerte de quien sea, por el contrario, es un deber de los revolucionarios organizar y dar racionalidad a la pelea, conociendo y dominando la mayor cantidad de variables objetivas y subjetivas para afrontar la lucha y la represión con mayores grados de sagacidad y éxito. Por lo menos quienes nos consideramos revolucionarios, creemos en la racionalidad de la lucha, esto es evitar la mayor cantidad de problemas innecesarios o los daños ‘‘colaterales’’ a pesar de que las consecuencias malas emanan de la propia naturaleza del conflicto, de la lucha, por ello la racionalidad tiene que ver con la organización, con la planificación de las movilizaciones y las acciones, sus objetivos políticos, tareas, etcétera, con el fin de darle un orden, para tener mayor manejo de la situación. La realidad y su movimiento no caben en ningún análisis o planificaciones establecidas de antemano, menos en el desarrollo del enfrentamiento, por lo cual durante la movilización debe existir flexibilidad y acomodo a la diversidad de sucesos y situaciones que se van creando, debiendo para ello existir una conducción adecuada, caracterizada por su dominio de la situación, claridad, calma, seguridad y arrojo a la hora de tomar decisiones y de dirigir la pelea, una dirección que sea capaz de adecuarse a muchas situaciones y cambios inesperados, que pueda conducir serenamente a un colectivo de personas en situaciones complejas.
Innovación: es preciso que los revolucionarios vayamos modificando y cualificando constantemente la práctica de las movilizaciones, evitando que estas se anquilosen y pierdan su efectividad. Es característico de ciertas tendencias de la izquierda o de grupos ‘‘insurrectos’’ el hacer fetiche de ciertas formas de lucha (sea con violencia o no), no adecuándolas al contexto (nacional o particular) o sobreideologizándolas, aportando con ello a reventar aquellas prácticas, desvalidarlas o bien generando anticuerpos hacia la movilización y la política en sí. Para evitar esto, es necesario que permanentemente nos cuestionemos el proceder de las movilizaciones, cualquiera esta sea, abriéndonos a nuevos métodos y formas que representen mayores ganancias, adherencia y efectividad.
Es necesario que las organizaciones políticas consecuentes en general traten este tema y tomen medidas prácticas para hacerla realidad y no un mero panfleteo, pero particularmente las organizaciones que tienen roles y cargos de conducción en el movimiento de masas pongan énfasis en este tema, pues estos cargos de representación no están para coleccionarlos ni para publicitar tal o cual organización: ¡¡están para ser puestos al servicio de la lucha que desarrolla el pueblo!!
¡¡A fortalecer la autodefensa de masas y la acción directa como método para conquistar nuestras demandas!!
FUENTE: JUVENTUD REVOLUCIONARIA POR EL PODER POPULAR

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