Cuarta Parte (final): La ilusión
reformista y las insuficiencias de la izquierda revolucionaria
Una de
las principales claves de la derrota histórica sufrida tanto en
1973, como en los posteriores años de resistencia, así como
también, a finales de los 80's ha sido la incapacidad de los
sectores revolucionarios de conquistar la conducción de las más
amplias masas en desmedro de la conducción reformista y
pequeñoburguesa. En todo tránsito histórico vivido por los
sectores revolucionarios en Chile, la conducción principal y
hegemónica sobre el movimiento popular y de masas le ha
correspondido al reformismo. Sin excepción, la conducción
reformista y por tanto la ilusión pequeño burguesa sobre la
democracia, sobre las instituciones, sobre la legalidad, ha sido la
corriente de pensamiento que ha hegemonizado incluso al interior de
los sectores revolucionarios.
Pero,
¿Cuál es el significado de dicho diagnóstico, cuáles son sus
consecuencias políticas?
La
ilusión reformista o el mito pequeño burgués basan su pensamiento
sobre las transformaciones sociales revolucionarias en una concepción
de carácter idealista, que no observa la realidad, sino que más
bien reproduce los designios del pensamiento liberal burgués al
interior de las clases dominadas, particularmente en el proletariado,
infundiendo en estos últimos a través de todos los elementos de
dominación y control social y cultural la falsa ilusión y
conciencia sobre la sociedad que provocan en el proletariado y en los
trabajadores concebir el mundo y la necesidad de lograr
transformaciones en clave burguesa y en total oposición a sus
intereses de clase concretos.
La
burguesía a través de la pequeña burguesía lacaya y el
reformismo, tiende una neblina espesa y una cortina de protección
ideológica hacia el proletariado, fomentándole una fe religiosa en
la institucionalidad, en las leyes, en la democracia, en las
elecciones, como una suerte de mito, de leyenda naturalizada. Para
esto utiliza todas las herramientas con que el poder cuenta para
ejercer su dominio más allá del ejercicio de la violencia; es
decir, por incorporación de los mecanismos que le permiten
establecer un dominio hegemónico a través del consenso propio de
los dominados. Estos mecanismos van desde el jardín infantil, la
escuela primaria y secundaria, la iglesia, la televisión y la radio,
la academia, institutos y universidades, las juntas de vecinos, ONGs,
municipios, programas y proyectos de todo tipo, los realitis, los
programas de farándula, y un gran etc. La burguesía genera un
constructo superestructural enorme que le permite mantener a las
ovejitas ordenaditas y contentas; engrupidas de que los cambios se
dan participando en el juego democrático a través de las
instituciones formales construidas para el desarrollo de este.
Y es aquí
precisamente donde la inclusión de sectores que se autodenominan
revolucionarios, anticapitalistas y otros motes similares, en la
disputa electoral, blandiendo como argumento la necesidad de ocupar
todos los espacios disponibles para dar la lucha revolucionaria, se
convierten en teoría, de forma a veces inconsciente y a veces
consciente, en promotores de la legalidad burguesa, de la
participación y del incentivo a la participación dentro de los
límites y marcos que la propia burguesía define para la dominación
en condiciones de completa normalidad. Todos los sectores, sin
excepción, que utilizan como excusa la fórmula: “todas las formas
de lucha”, pero que sin embargo en la práctica únicamente
utilizan la disputa circense y electoral por el “poder”, caen
dentro de esta categoría. Y nos hablan de socialismo, de revolución,
de control obrero, de hegemonía obrera, todo muy bello y necesario,
pero al mismo tiempo convocan a los explotados a seguir creyendo en
el juego democrático, legitimando en los hechos la legalidad
burguesa a través de la participación, y por tanto constituyéndose
en la categoría que hemos denominado “neo reformismo”, es decir,
el mismo viejo y desgastado reformismo, renovado con una retórica
revolucionaria. En algunos casos, esta retórica pseudo
revolucionaria, se encuentra llena de referencias al marxismo
leninismo y otras tendencias, pero que sin embargo en la práctica
actúa degradando su real valor como instrumento para la lucha, al
reducirlo a meras herramientas de justificación de la capitulación
ideológica ante el capital, o bien como panaceas referenciales del
más vulgar fetichismo pequeño burgués.
Además
de los sectores del reformismo y neo reformismo, la izquierda que se
denomina como revolucionaria, presenta también enormes
insuficiencias y desafíos para el desarrollo de un proyecto
revolucionario que se despliegue integralmente, ganando para sí a
las grandes masas explotadas del país. El caudillismo, el
aparatismo, el secretismo y su nefasta práctica conspirativista,
aíslan a las organizaciones revolucionarias de las masas, o bien,
hacen que estas las vean como instrumentos de opresión y dominación
más que como parte de sí mismas y como instrumentos de liberación
creados por los sectores más avanzados. Las organizaciones y
particularmente sus dirigentes se encuentran aisladas no solo de las
masas sino que también del resto de organizaciones pretendidamente
revolucionarias, puesto que el liberalismo los domina al igual que al
resto de la sociedad, y hacen de cada espacio y de cada disputa,
terreno fértil para el despliegue de sus egos y desconfianzas y
críticas llenas de arrogancia, egoísmo y falta de humildad, que
hasta ahora no han hecho más que destruir instancias sociales y
políticas con proyecciones de lucha.
La
ausencia de una estrategia y la ausencia de una lectura táctica
derivada del análisis de las condiciones concretas de la sociedad
actual, sumado a los vicios liberales que planteamos más arriba, y
al porfiado sostén de banderas derrotadas, no para aprender de su
historia y superarlas, no como ejemplo de quienes se la jugaron y
dieron la vida por un mundo mejor, sino que como meros fetiches que
terminan sirviendo siempre a no menos oscuros proyectos individuales;
nos mantienen como izquierda revolucionaria en un nivel de
atomización tal, que nos impide desarrollar iniciativas tácticas
consistentes y contundentes, a través de las cuales podamos de
verdad, lesionar la normalidad burguesa y a partir de ahí
profundizar la crisis de legitimidad; que constituida en círculo
virtuoso a partir del entronque con el proceso de crisis capitalista;
nos aproximará raudamente a los albores de tiempos y crisis
revolucionarias de real envergadura para desafiar, esperemos en forma
definitiva, al hasta ahora indestructible poder del enemigo burgués.
En síntesis, el proceso de la Unidad Popular y el Golpe de Estado del 11 de Septiembre de 1973, con sus posteriores consecuencias nos enseñan que:
- La burguesía y el imperialismo respetan y defienden la democracia y su institucionalidad, únicamente cuando esta favorece sus intereses, en el amplio sentido de esta palabra. Además le impone en términos absolutos las consecuencias de esta concepción ideológica al conjunto de la población.
- De la misma forma, burguesía e imperialismo se reservan el derecho exclusivo de utilizar la violencia, cuando el Estado, la democracia y su institucionalidad dejan de ser funcionales a sus intereses. La utilización de la violencia, en el marco de la lucha de clases, es la característica fundamental de la historia del capitalismo, característica que se ha acentuado y profundizado en la época del imperialismo.
- La clase dominante infunde permanentemente su ideología al conjunto de la sociedad, a través de todos los mecanismos posibles, respecto del respeto de las institucionalidad, del poder del voto, de la universal validez de la democracia, en términos generales.
- Todas las expresiones del liberalismo, el individualismo, el fetichismo, el egoísmo, el caudillismo, etc. Son, desde el punto de vista ideológico, y desde el punto de vista de las consecuencias concretas, prácticas y políticas, el principal enemigo a vencer al interior de los sectores populares, y particularmente en los sectores más conscientes, la izquierda revolucionaria, que no está para nada exenta de estos vicios.
- Las expresiones más comunes al interior del movimiento popular de la
ideología burguesa, sobre todo en sectores relativamente conscientes,
son las concepciones que niegan la necesidad de organización social y
política a escala mayor, que niegan la construcción de un poder
alternativo, opuesto y contradictorio al poder de la burguesía, que
sueñan ilúsamente con que la existencia de millones de individuos
aislados, pero contrarios a todo poder, transformarán por arte de magia
la realidad oprobiosa en la que vivimos. Paradójicamente odian y aman al
capitalismo al mismo tiempo, puesto que su práctica no tendrá
consecuencia transformadora alguna, dado que se niegan a construir
poder, pero al mismo tiempo disfrutan permanentemente de los vicios a
los que han sido sometidos.
- Un proceso de acumulación de fuerzas ORGANIZADAS, sociales, políticas y militares, que superen en su práctica política las concepciones del reformismo y que además destruyan la hegemonía ideológica burguesa en el proceso de la lucha de clases, son la clave para la preparación de un verdadero triunfo revolucionario en nuestro país, y porque no, en el mundo.
- La necesidad urgente y profunda de una nueva valoración de los procesos revolucionarios históricos (como la UP), y de sus protagonistas, abandonando la vulgar pero habitual práctica de los juicios morales. Acá es necesario señalar que en mi opinión, es necesario hacerse cargo, como clase, del rol histórico de los procesos revolucionarios y de sus consecuencias, y no de hacer el juicio moral facilista que condena tal o cual proceso por insuficiente, por amarillo, o aquel líder por criminal o caudillo, sino que hacerse cargo precisamente de aquello en un sentido de comprender que estos resultados son históricos, tienen una razón y un sentido, y debemos comprenderlos en su globalidad para sacar las lecciones correspondientes. Por ejemplo, es necesario entender en profundidad los sucesos de la magnífica revolución rusa, los papeles de Lenin, Trotsky e incluso a Stalin, SI! a Stalin también!, porque ellos son producto de un proceso histórico, de un enfrentamiento de clases, no son sencillamente, por ejemplo en el caso de Stalin, la manifestación más pura del mal, el demonio!!!!. Stalin es un producto histórico. La URSS es un producto histórico y fracasó, fue derrotada, en la lucha de clases fue vencida por el enemigo. Desde dentro, desde fuera, como sea fue vencida la primera sociedad socialista de la historia de la humanidad, y de eso tenemos que hacernos cargo como clase, debemos hacernos cargo de Lenin, Trotsky, Stalin, Fidel, Che, Santucho, Marcial, Miguel Henríquez, etc. De los buenos y de los malos debemos hacernos cargos como producto histórico de la lucha de clases, para sacar las lecciones correspondientes.
Para finalizar, una reflexión sobre Stalin, en el sentido anterior. Stalin fue un producto histórico, de aquel partido bolchevique y del proceso de lucha de clases en la rusia zarista y en el proceso revolucionario. Stalin fue un producto de Lenin, de Trotsky, de los dirigentes del partido bolchevique que vieron quien era Stalin antes de convertirse en lo que luego se convertiría. Trotsky, es responsable de Stalin, puesto que siendo jefe del ejército rojo, tenía un poder bastante amplio como para haber cambiado la situación y evitado las consecuencias, pero el eligió otro camino, el repliegue táctico, pero ese repliegue táctico, significó una derrota estratégica. ¿Que quiero decir?, no se comprende Stalin sin el proceso histórico, sin Lenin ni menos sin Trotsky. Entonces ¿Qué le corresponde a los revolucionarios honestos y conscientes de hoy? ¿Pelearse tal calcetinera adolescente por cual es el más rockstar de los revolucionarios? ¿Criminalizar sin un juicio crítico a tal o cual personaje histórico con elementos unilaterales y aislados como el número de muertos, por poner un ejemplo? ¿Alguien conoce una revolución sin muertos? ¿Poner al margen de la historia a los personajes y protagonistas, como fetiches, ya sea como salvadores con virtudes divinas o como enemigos, representantes del maligno con poderes absolutos?
Por último, como dice un amigo, "entre capitalismo y socialismo, prefiero socialismo, hasta el peor socialismo ha sido mejor que el capitalismo". En consecuencia, el que ame más y prefiera al capitalismo: ¡¡¡Que lo confiese!!!
Fin.
Aquiles Torres
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