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sábado, 1 de marzo de 2014

Documento 40 años: Parte III - ¿Que significó el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973?


Tercera Parte: ¿Que significó el golpe de estado?
El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 tiene una variedad de significados según como se aborde. Tiene una significación histórica, tiene una significación política, tiene una significación en cuanto al rol del Estado en la lucha de clases, también tiene una significación en torno al papel de la ideología, tiene enormes significados en relación con los aspectos de estrategia y táctica del proyecto revolucionario; de iniciativa política y militar, etc. Seguramente es posible encontrar más elementos, más conclusiones según vamos profundizando nuestra mirada en relación a ese proceso histórico. A continuación esbozaremos aquellos elementos que nos parecen principales.
Desde el punto de vista histórico marca el fin del Estado de Bienestar, en un país que jamás llegó a tener dicha condición respecto del modelo Europeo, pero que sin embargo al que la izquierda chilena socialdemócrata y reformista tuvo siempre como panacea e ideal a alcanzar. Sin embargo, el curso implacable de la historia, es decir, el curso de la lucha de clases, colocó ya no como dinamizador económico a dicha estrategia de desarrollo, sino que la transformó en su opuesto dialéctico, por lo tanto pasó a ser un obstáculo para la sobrevivencia del capitalismo, y comenzó a ser destruido o desarticulado según la magnitud de las fuerzas que se oponían a dicho proceso. Chile es el primer país en el mundo en donde se gestan las condiciones que le permitirían a la Burguesía local, con el interesadísimo auspicio del imperialismo en retrotraer a la sociedad a inicios del siglo XX, imponiendo por la fuerza un ajuste relevante al sistema económico y político que permitiera garantizar la libertad de emprendimiento sin las molestas trabas de los derechos y beneficios sociales, conquistados a través de 80 años de lucha y acumulación de fuerzas, que caracterizaban al Estado de Bienestar chilensis.
La significación política es todavía más importante, puesto que en nuestro “911”, al igual que en el estadounidense, observamos cómo fueron derribadas las paradigmáticas torres gemelas del reformismo y de la “vía chilena al socialismo”, a través del bombardeo decidido de la burguesía y el imperialismo, utilizando los contundentes métodos de la lucha de clases. Es decir, el enfrentamiento de clases debe ser asumido como un proceso de lucha explícita por el poder, con todos los medios a disposición de la vanguardia de los trabajadores, utilizando la violencia de clase cuando y donde sea necesario en función de los objetivos táctico/estratégicos. 
Tanto Trotsky como Robespierre coinciden en una conclusión que es atingente y oportuna cuando consideramos las consecuencias de no desarrollar una revolución como corresponde, o hacerla “a medias”, y este último lo dijo hace más de 250 años:
Quien hace una revolución a medias, lo único que hace es cavar su propia tumba”
Maximilien de Robespierre
A una revolución incompleta le sigue una contrarrevolución completa”
León Trotsky
Adicionalmente podemos concluir, en la perspectiva revolucionaria, que el hecho de no haber podido arrebatar la conducción de las más amplias masas, de las garras del reformismo obrero y pequeño burgués fue un factor clave en la derrota posterior. 
Por tanto, un movimiento revolucionario, que se plantee la lucha más decidida por el poder en un escenario favorable de la lucha de clases, debe siempre considerar que sin lograr la conducción de una porción significativa de las más amplias masas, esto es, derrotando ideológicamente a la burguesía en el frente estratégico más importante, que es el frente de guerra que se encuentra en el centro de nuestro “territorio”, en nuestra propia clase, jamás podrá tomar la iniciativa para luchar por el poder y siempre estaremos respondiendo reactivamente, apostando a la suerte de que uno u otro pequeño burgués destacado se pase al bando de los revolucionarios para hacernos la pega. Sin embargo, eso es dejar el destino de miles de vidas al buen arbitrio de la suerte, y lo que es peor, de la pusilánime iniciativa pequeñoburguesa, y no como debe ser, que es conseguir conscientemente la conducción de las masas a través de un proceso de guerra pensado y concebido desde la ciencia proletaria e histórica. Y ojo que cuando hablamos de guerra o enfrentamiento ideológico, significamos con esto nada distinto ni distinguible de la guerra y el enfrentamiento material y concreto.
El Estado, en general, desde la concepción materialista de la historia, es un órgano especial de opresión de una clase sobre la otra, en particular, durante la época del capitalismo, este órgano sirve a la clase dominante, es decir a la burguesía, en oposición al resto de las clases de la sociedad, pero particularmente en contra de su opuesto dialéctico, el proletariado. Durante el periodo 70-73, la unidad popular controlaba únicamente el aparato del gobierno, es decir, el ejecutivo, donde el presidente elegido en votación popular fue Salvador Allende. Sin embargo, el resto del aparato del Estado (Poder Judicial, Parlamento, FF.AA.), estuvo controlado siempre por los sectores tradicionales que habían estado allí, que es por lo tanto la burguesía y la pequeño burguesía. Por tanto, el poder real, estaba solo parcialmente en manos de la UP. Adicionalmente, si observamos el actuar del gobierno en relación con los sectores populares que lo apoyaban, ya tempranamente, en el periodo de la unidad popular se observan cruentas represiones a trabajadores y pobladores, represiones que terminan en muertos incluso o en humillaciones de parte del Estado hacia los trabajadores que debía representar. Y este proceso se agudiza a medida que el proletariado y los sectores populares va asumiendo su rol histórico y van tomando iniciativa, mientras más iniciativa se desarrolla en el campo popular mayor es la represión y el descontrol del gobierno, expresado en la pelea interburguesa derecha/DC/UP, respecto si permitir el avance de los “rotos” o reprimirlos, de “restaurar el orden y la paz social”, de “exigir el cumplimiento del Estado de derecho”, etc. Es decir, la burguesía resiente la pérdida de control sobre la situación social y sobre una parte del Estado, y reacciona virulentamente para restaurar el “orden natural de las cosas”; y en este proceso restaurador el Estado como cuerpo e instrumento de opresión, muestra toda su esencia y naturaleza finalmente a través del proceso de control de armas, con allanamientos y muertes, y en su ejercicio cúspide a través del mismo golpe de Estado y la feroz represión posterior; para que hablar de la transformación social, económica y política a la cual seríamos sometidos.
Aquiles Torres 

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